Cinco claves de la Convención Demócrata que coronó a Kamala Harris como candidata a la presidencia
El oficialismo encontró un nuevo viento con el cambio de fórmula, pero la propia Harris reconoció que ahora comienza el verdadero trabajo
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CHICAGO.- Luego de su histórico discurso al cierre de la convención nacional demócrata, Kamala Harris, ya ungida como candidata y abanderada del partido, pasó por dos after party a saludar a los delegados, donantes, figuras partidarias y voluntarios que celebraban el cierre de una semana eufórica. Harris les dijo que la campaña había sido “agotadora” y “alentadora”, advirtió que los próximos días serán “duros y difíciles”, y que los demócratas todavía corrían de atrás, más allá de lo que digan las encuestas.
“Esta noche estamos de fiesta, mañana volvamos a trabajar”, arengó.
Ese contrapunto de Harris puertas adentro después de la algarabía que se vio en el piso de la convención durante su discurso –las ovaciones, los gritos de “¡Sí, podemos!”, los globos al cierre– pinta el estado de ánimo que dejaron los cuatro días de cónclave. Harris resucitó la alegría, las ganas de pelear y la esperanza de un partido que estaba adormecido con Joe Biden como abanderado. Pero la victoria no está garantizada. Los demócratas todavía tienen que transformar esa energía en votos.
El único objetivo
Apenas dos meses atrás, los demócratas temían que Chicago se convirtiera en otro 1968. Un presidente impopular. Protestas y violencia en las calles. Un partido sin rumbo, sin mística, sin futuro. La decisión del presidente Joe Biden de dar un paso al costado y cumplir, finalmente, su promesa de ser “un puente” a una nueva generación cambió por completo el panorama. Biden habló el lunes, dijo lo que tenía para decir, y se retiró ovacionado –en medio de carteles que decían: “Te amamos, Joe”– no tanto por su discurso o su gestión, sino más bien por su retiro, que inauguró otra campaña.
A nadie le importó mucho el codazo orquestado por la cúpula partidaria, con Nancy Pelosi y los Obama a la cabeza, y nadie se acordó tampoco que, hasta hace poco, Harris era tan impopular como Biden. O que su candidata jamás ganó una sola elección primaria. Todo eso quedó relegado en medio de una sobredosis de éxtasis ante un objetivo supremo: impedir que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca.
That's a wrap on @demconvention. Next stop: Election Day.
— Kamala Harris (@KamalaHarris) August 23, 2024
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“Donald Trump es un hombre poco serio”, dijo Harris en su mensaje. “Pero las consecuencias de poner a Donald Trump de nuevo en la Casa Blanca son extremadamente graves”, advirtió.
Un nuevo mensaje
El imprevisto ascenso de Harris a lo más alto de la fórmula partidaria cambió otros aspectos de la campaña demócrata, además del estado de ánimo. La convención fue más alegre y enérgica de lo que hubiera sido si Biden hubiera sido el candidato –Beyoncé y Taylor Swift nunca aparecieron al cierre, pero con Biden ni siquiera habría existido el rumor–, pero el mensaje global fue también más mordaz. Las advertencias sobre el futuro de la democracia quedaron eclipsadas por un nuevo mensaje: la defensa de la libertad.
Ese giro en el mensaje de los demócratas es ciertamente novedoso porque, en el gran arco narrativo político de Estados Unidos, la libertad siempre ha sido un principio saliente del libreto del Partido Republicano. Es habitual escuchar en el guion del Grand Old Party que las libertades están bajo amenaza, y casi siempre es el Estado el que viene “a quitarnos las libertades”. Ahora los demócratas intentaron dar vuelta esa narrativa: son los republicanos los que en realidad quieren reprimir las libertades: la libertad de elegir, de casarse con quien uno quiera, de “estar a salvo de las armas”, o de querer progresar.
“Tenemos una idea más amplia de la libertad”, definió Barack Obama en su discurso. “Creemos en la libertad de mantener a tu familia si estás dispuesto a trabajar duro; la libertad de respirar aire limpio, beber agua limpia y enviar a los hijos a la escuela sin preocuparse de si volverán a casa. Creemos que la verdadera libertad nos da a todos el derecho de tomar decisiones sobre nuestra propia vida”, afirmó.
Una ofensiva sin tregua
La ofensiva contra Trump fue también mucho más áspera. En 2016, cuando Donald Trump era todavía un enigma, la campaña de Hillary Clinton y los demócratas se confiaron demasiado en la fidelidad y el compromiso de sus votantes –una y otra vez aseguraron que el “muro azul” en Pensilvania, Michigan y Wisconsin resistiría–, y en el impacto de los escándalos trumpistas. Clinton decía que no se le podían confiar los códigos nucleares, y no mucho más; Obama lo llamaba un “demagogo”, y Michelle Obama acuñó su famoso: “Si caen bajo, vamos alto”.
Ya no. Ahora los demócratas desplegaron una ofensiva brutal contra Trump desde todos los ángulos posibles: la ironía ácida, la ridiculización –un gesto de Obama sobre la obsesión de Trump con el tamaño se viralizó–, el recuerdo de su gobierno, sus declaraciones más incendiarias, el asalto al Congreso del 6 de enero de 2021, sus causas judiciales, sus negocios, sus proyectos, y la advertencia repetida hasta el cansancio de la amenaza que, para ellos, representa para el país y el mundo. Lo atacaron en sus discursos, en videos, en posteos en las redes sociales y en comunicados de prensa. Sin tregua. Sin pausa.
Esta vez, los demócratas se aseguraron de descargar toda la munición contra Trump, sin guardarse nada, un testimonio de que en esta elección no piensan dejar nada librado al azar, pero, también, de que aún temen una derrota.
La resaca
Harris logró sacar a los demócratas de la apatía, y las encuestas ya marcan un salto en su popularidad que alienta las esperanzas del oficialismo para las elecciones del 5 de noviembre. Pero la conclusión principal de la resaca de la convención es que Harris deberá ahora encontrar el sustento para ese entusiasmo. La convención fue una fiesta, pero fue una fiesta cerrada. De los demócratas, para los demócratas. Un fortísimo operativo de seguridad aisló el estadio de Chicago, donde se realizaron las protestas a favor de los palestinos.
En 2008, Barak Obama mudó su discurso a un estadio más grande para lo que en ese entonces se llamó “una convención abierta”. Otra época, y el cierre de una campaña que ya había recorrido Estados Unidos durante un año y medio.
Más allá de la arenga, su historia personal, el llamado a la unidad o la defensa de la libertad, Harris tampoco ofreció mucha sustancia en su discurso. Sus principales propuestas son las de Biden. Y nunca habló de la inflación. Ese granulado, se prevé, comenzará a aparecer en las próximas semanas.
El papel del tiempo
La convención dejó también una sensación de vértigo ciertamente atípica. Todo pasó muy rápido. Hace apenas dos meses atrás, Biden se preparaba para el debate con Trump que selló su destino. La agenda, los oradores, el mensaje, y hasta los carteles de la convención tuvieron que acomodarse contrarreloj. Ese vértigo persistirá. Varios oradores recordaron el tiempo restante hasta las elecciones del 5 de noviembre –76, 75, 74, días según pasaban los días– como si fuera un reloj de arena que apremia.
Nancy Pelosi, que se paseó orgullosa por la convención como un artista que admira su obra terminada, ofreció una dosis de aplomo cuando LA NACION le preguntó en un encuentro con la prensa extranjera si el tiempo jugaba en contra, porque era escaso, o si en realidad era un factor conveniente porque los problemas que suelen surgir con un escrutinio más fino, algo que usualmente ocurre en las primarias.
“Es un tiempo corto y es un tiempo largo, depende de cómo se use el tiempo”, respondió Pelosi. “Y creemos que este será un camino sostenible al más alto nivel de intensidad de mensajes, de movilización y de organización para ganar las elecciones. Hemos visto una notable, notable inscripción de más voluntarios en la campaña, muchos más jóvenes que dicen, ‘quiero ser parte de esto’. Es algo muy positivo para nosotros, porque debemos adueñarnos del terreno”, cerró.
Pelosi dijo que quizás Biden podría haber ganado, pero Harris tiene una mejor campaña, un nuevo enfoque, más fresco, una mirada al futuro, más voluntarios, más donaciones, más entusiasmo. Pero en última instancia se trata de los votantes, y nada de todo eso importa, advirtió, a menos que ganen.
“Y eso es exactamente lo que pretendemos hacer”, cerró.
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