La muerte de la joven fue el punto de partida para una investigación de más de dos décadas; la extradición del delincuente desde Brasil hacia Colombia pende de un hilo
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En su apartamento en Barranquilla, Colombia, Martín Mestre espera con ansias lo que podría ser el último capítulo de un doloroso viaje de casi tres décadas. Acaba de firmar el último recurso contra una decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil de negar la extradición del hombre condenado por matar a su hija. Pasó gran parte de su vida investigando el paradero de Jaime Saade, quien fue sentenciado a 27 años de prisión en 1996, pero no fue arrestado porque huyó del país poco después del asesinato de la joven, dos años antes.
Tomó casi tres décadas de búsqueda hasta que finalmente fue encontrado en Belo Horizonte, Brasil, y arrestado por Interpol en 2020. El asesino vivió una vida normal y cómoda bajo el nombre falso de Henrique dos Santos Abdala. Está casado con una brasileña y tiene dos hijos. Pocos meses después de su arresto, el STF negó la extradición de Saade con el argumento de que el delito había prescrito en Brasil.
Ahora, Martín Mestre tiene sus últimas esperanzas en una impugnación por errores judiciales en la que pide al tribunal que revise la decisión. “Solo tendré paz cuando el asesino de mi hija esté preso en una penitenciaría colombiana”, dice en entrevista con BBC Brasil.
El crimen
Nancy, la hija menor de Mestre, quería ser diplomática y mudarse de Colombia a Estados Unidos para asistir a la universidad. El padre dijo en broma que no la dejaría: “Te quiero cerca de nosotros”. Pero en verdad, admiraba la ambición de su hija y haría todo lo posible para ayudarla a lograr ese sueño.
“Era una niña alegre, muy estudiosa. Siempre leía. Quería estudiar derecho internacional y diplomacia”, cuenta Mestre. Pero todos los planes de la joven de 18 años se vieron interrumpidos la madrugada del 1 de enero de 1994. Nancy, su padre, su madre y su hermano brindaron por el nuevo año en casa.
Poco después de la medianoche, Mestre se despidió de su hija, quien pidió continuar con la celebración de Año Nuevo junto a su novio, Jaime Saade. El chico había ido a buscarla a su casa. “Regresa antes de las 3 am”, le pidió Mestre a su hija. “Cuídala bien”, le pidió a Jaime.
A las 6 am, Mestre se despertó sobresaltado. “Tan pronto como me desperté, sentí algo”, dice. Fue a buscar a Nancy por la casa y encontró su habitación vacía. Salió a la calle y se puso a buscar en discotecas para ver si la joven pareja estaba allí, pero no los encontró. La ansiedad creció y, mientras preguntaba por su hija a quien se cruzara, rezaba en silencio para que apareciera sana y salva.
Finalmente, decidió ir a la casa de los padres de Jaime, donde también vivía el joven. Allí se encontró con su madre limpiando el piso. “Estaba oscuro y no me di cuenta en ese momento de que estaba pisando la sangre de mi propia hija. Y que la madre del asesino estaba violando la escena del crimen”, expresó el hombre.
“Su hija tuvo un accidente y está en la Clínica del Caribe”, dijo la mujer. Mestre corrió al hospital y encontró allí al padre de Jaime. “Tu hija intentó suicidarse y está en el quirófano”, le dijo. En la sala de emergencias, los médicos intentaban estabilizar a Nancy, que estaba en coma.
La joven había sido llevada al hospital por Jaime, su padre y una mujer que también vivía en la casa de la familia. Envolvieron a Nancy, que estaba desnuda, en una sábana y la pusieron en la caja de una camioneta. “Fue poco a poco que empecé a organizar en mi cabeza lo que había pasado. La violaron, la maltrataron y la tiraron en la parte trasera de un auto. Yo dije: ‘¡Dios mío, qué le hicieron a mi hija!’”, recuerda Mestre.
A eso le siguieron ocho días de agonía en el hospital. La joven nunca recuperó la consciencia. “Los médicos me dijeron que se iba a ir. Yo, la mamá de Nancy y nuestro otro hijo, Martín, nos reuníamos en la habitación del hospital y rezábamos y cantábamos canciones que a ella le encantaba escuchar de niña”, evoca su padre. De repente, su corazón dejó de latir.
La fuga
Mientras los padres de Nancy sufrían en el hospital y la policía investigaba qué le había pasado a la joven ese 1 de enero, el principal sospechoso del crimen, Jaime Saade, huyó de Colombia. “Él inició su huida el mismo día del asesinato y nunca más se lo volvió a ver en el país”, dice Mestre. La policía descartó la tesis del suicidio. Nancy murió de un disparo en la cabeza, que le entró por la sien derecha.
Se encontraron restos de pólvora en su mano izquierda, un indicio, según las autoridades colombianas, de que trató de defenderse. La joven era diestra y habría tenido que hacer un movimiento muy poco probable, según la policía, para dispararse en la sien derecha mientras portaba el arma con la mano izquierda. La investigación concluyó que Nancy había sido violada. Tenía heridas por todo el cuerpo y en sus uñas rotas había restos de piel, otra señal de que trató de defenderse.
En 1996, dos años después de la muerte de la joven, un tribunal colombiano condenó a Jaime Saade a 27 años de prisión por asesinato y violación. Según la decisión de la justicia colombiana, luego de violar y dispararle a Nancy en la cabeza, Jaime se habría desesperado y pedido ayuda a su padre. Envolvieron el cuerpo desnudo de la joven en una sábana y la llevaron al hospital. El padre de Jaime se quedó en la clínica mientras su hijo se escondía.
A partir de ese momento, el foco de la vida de Mestre pasó a ser encontrar a Jaime, una cacería que duraría 26 años. “Sabía que podría tomar un tiempo, pero siempre supe que encontraría al asesino de mi hija”.
Las investigaciones
Desde la condena de Jaime Saade, Mestre pide mensualmente a las autoridades respuestas sobre investigaciones y ha establecido contactos con Interpol para compartir información que él mismo encontró. La muerte de Nancy cambió para siempre el destino de la familia. Mestre y su esposa se separaron. El único hijo vivo de la pareja se mudó a Estados Unidos.
Y Mestre, que es arquitecto y profesor, ha centrado casi todo su tiempo y energía en la búsqueda de Jaime. Ingresó a cursos de servicios de inteligencia y recuperó el conocimiento que había aprendido como oficial naval para utilizarlo en sus esfuerzos de investigación.
“Creé cuatro personajes ficticios, dos hombres y dos mujeres, y comencé a establecer contacto en las redes sociales con los familiares de Jaime para ganarme la confianza y obtener información que me pudiera llevar a él”, le explica a BBC Brasil.
Mestre transmitió todos los detalles que pudo obtener a la policía colombiana y a Interpol. En el transcurso de la búsqueda de 26 años, diferentes funcionarios se hicieron cargo del caso. “Cada vez que cambiaba el responsable de la investigación, yo iba allí con todos los documentos para poner al día a la persona en todo”.
De las conversaciones que entabló con los familiares de Jaime utilizando los perfiles falsos, Mestre encontró dos pistas que lo llevaron a creer que Jaime podía estar en territorio brasileño. Primero, descubrió que un hermano de Jaime vive en Brasil. Entonces empezó a sospechar de la frecuente mención de la palabra Santa Marta por parte de su familia. Santa Marta es una ciudad costera en Colombia, con una playa llamada Bello Horizonte.
Por su investigación finalmente llegó a la conclusión de que Jaime podía estar en la ciudad brasileña de Belo Horizonte (440 kilómetros al norte de Río de Janeiro) y no en Santa Marta, Colombia. Con esta información, la Policía Federal de Brasil e Interpol localizaron a una persona con un perfil similar al de Jaime Saade.
La prisión
Los agentes siguieron al sospechoso hasta una cafetería y, tras abandonar el establecimiento, recogieron la taza que solía beber. Querían verificar que las huellas dactilares coincidieran con las del colombiano condenado por el asesinato de Nancy. Eran idénticas.
Cuando se acercaron a Jaime, presentó documentos falsos y dijo que se llamaba Henrique dos Santos Abdala. Vivía una vida tranquila en Belo Horizonte, con una esposa brasileña y dos hijos mayores. Fue detenido por la Policía Federal y comenzó a responder en Brasil por el delito de falsificación de identidad.
Poco después, el gobierno colombiano presentó una solicitud de extradición para que Jaime pudiera cumplir su condena de 27 años en el país. “Cuando me llamó el director de Interpol para informarme de la detención, me arrodillé en el piso y comencé a darle gracias a Dios. ¡Dios mío! Después de casi 27 años habrá justicia”, recuerda. “Llamé a mi otro hijo, Martín, que vive en Estados Unidos, y a su madre, que ahora vive en España, y todos empezamos a llorar”.
Para Mestre, sería cuestión de meses que Jaime comenzara a cumplir su condena en Colombia. Todo lo que se necesitaba era la autorización del STF para la extradición. Pero sucedió algo muy diferente de lo que esperaba.
El juicio
El 28 de septiembre de 2020, Mestre recibió una llamada de un abogado. El STF había decidido no extraditar a Jaime porque el delito que había cometido había prescrito en Brasil: el plazo de prescripción para la pretensión punitiva en ese caso, un asesinato, era de 20 años. Jaime había sido encontrado 26 años después de la muerte de Nancy.
Pero la decisión en el STF no fue por mayoría, sino por empate. Dos interpretaciones dividieron a los ministros presentes. La ley brasileña prohíbe la extradición si el delito prescribió en Brasil. Pero la legislación también dice que si la persona comete otro delito después, se interrumpe la prescripción del primero.
Jaime había cometido el delito de falsificación de identidad y de documentos, algo que hizo para poder fugarse. Los ministros Gilmar Mendes y Cármen Lúcia entendieron que podía ser extraditado, porque la suspensión de la prescripción es válida, a su juicio, desde la comisión del segundo delito. Edson Fachin y Ricardo Lewandowski, por su parte, votaron en contra de la extradición de Jaime, con el argumento de que la suspensión de la prescripción solo se produce tras la condena y sentencia firme del segundo delito.
“Mi cliente, Jaime, ni siquiera había sido denunciado por el Ministerio Público en el momento en que el STF estaba juzgando el caso”, le dijo a BBC Brasil su abogado, Fernando Gomes de Oliveira.
Uno de los abogados de Martín Mestre, André Luís Monteiro, critica: “Si usted acepta esta interpretación del STF, está dando incentivos a todos los condenados, diciendo: ‘obtén un documento falso, vete a Brasil’. No te preocupes, el Supremo dirá que no hay forma de enviarte de regreso, porque recién te descubrimos ahora’”. “Es algo básico del derecho, no puedes usar tu propia canallada para beneficiarte”, agregó.
El ministro Celso de Mello, que podría desempatar, no estuvo presente en la jornada. El tribunal decidió entonces aplicar una regla de derecho penal según la cual, en caso de empate, es válida la decisión que beneficia al acusado. Con eso, Jaime Saade pudo quedarse en Brasil, sin ningún castigo por la muerte de Nancy Mestre.
Para Mestre, tras 26 años de búsqueda incesante de Jaime Saade, todo se resolvió “como si fuera un partido de fútbol”. “¿Cómo pueden permitir que una decisión tan importante como esta, donde se discute la justicia o la impunidad, se resuelva por sorteo, como si fuera un juego de fútbol?”, se pregunta.
El último recurso
La decisión del STF se convirtió en final y el gobierno de Colombia no apeló. Pero Martín Mestre no perdió la esperanza y encontró una oficina internacional que se dispuso a buscar una última alternativa. “Está en las manos de Brasil cumplir con esta solicitud de extradición. Si un condenado puede huir y encuentra un país donde se esconde, cambia su identidad y comete una serie de otros delitos para encubrir el primero, será un mensaje muy dañino para Brasil y el tema de los derechos humanos no extraditarlo”, argumenta la abogada Margarita Sánchez, del estudio de abogados Quinn Emanuel Sullivan & Urquhart LLP, quien asumió el caso para tratar de encontrar herramientas legales para la extradición de Jaime Saade.
Ahora, Mestre interpone una impugnación en la que pide a los ministros que revisen la decisión, y se basa en dos argumentos. El primero es que la prescripción del delito de homicidio quedó interrumpida cuando Jaime cometió los delitos posteriores de estafa y falsificación de documentos. “La decisión del STF violó el artículo del Código Penal que trata de la interrupción de la prescripción en caso de un nuevo delito”, dice el abogado Bruno Barreto, quien preparó la impugnación.
El segundo argumento es que el empate no debió beneficiar a Jaime Saade, ya que el proceso de extradición no es una acción penal. “El ministro Luiz Fux decidió recientemente que la regla del empate solo se aplica a las acciones penales stricto sensu y al habeas corpus. No se aplica a las acciones que tocan tangencialmente temas penales. Ese es el caso en la extradición”, defiende Barreto.
“El STF debió haber citado a un magistrado de otra clase para que participara en el juicio y desempatara, o debió esperar el regreso de Celso de Mello, quien estuvo ausente ese día por licencia médica”, argumenta.
Para el abogado de Jaime Saade, su cliente no será extraditado. “No hay posibilidad de que esta decisión sea revisada, ni siquiera en aras de la coherencia y la seguridad jurídica. Quedó firme en febrero de 2020. El señor Henrique ahora está cuidando su vida. Han pasado casi tres décadas desde el hecho, por lo que es justo que pueda volver a la vida después de tanto tiempo”, dijo Oliveira.
Martín Mestre mantiene la esperanza: “Desde el fondo de mi corazón, espero que se haga justicia. Si lo extraditan, podré decir que no he vivido en vano. Dios mío, necesito ver al asesino de mi hija en Colombia, detenido”.
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