¿Biden y Trump son tan distintos? Al menos en política exterior, se parecen bastante
Aunque restañó las heridas con sus socios europeos, el presidente demócrata no ha hecho grandes cambios en áreas críticas de las relaciones con el mundo
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WASHINGTON — Un saludo de puño y una reunión con el príncipe heredero de Arabia Saudita. Aranceles y controles de exportación para China. Jerusalén es la capital de Israel. El Ejército estadounidense sale de Afganistán.
Cuando ya ha transcurrido más de un año y medio del mandato del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, exfuncionarios y analistas afirman que la estrategia de su gobierno con las prioridades estratégicas sorprende por su consistencia con las políticas de la gestión de Donald Trump.
Mientras estaba en campaña, Biden prometió romper con las decisiones tomadas por el gobierno anterior y en algunos aspectos de la política exterior lo ha hecho. Ha reparado alianzas, en especial con Europa occidental, que Trump había debilitado con sus proclamas de “Estados Unidos primero” y sus críticas a otras naciones. En los últimos meses, los esfuerzos de Biden posicionaron a Washington como líder de una coalición que impuso sanciones contra Rusia por la guerra en Ucrania.
Y Biden condena las autocracias, promueve la importancia de la democracia y ha hecho un llamado a la cooperación mundial en temas que incluyen el cambio climático y la pandemia del coronavirus. Pero en áreas críticas, el gobierno de Biden no ha hecho grandes cambios, lo que demuestra lo difícil que es trazar nuevos rumbos en política exterior en Washington.
Eso se puso de manifiesto este mes en la gira de Biden por Israel y Arabia Saudita, destinada en parte a estrechar aún más los lazos entre esos Estados que los funcionarios de Trump habían promovido en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham.
En Arabia Saudita, Biden se reunió con el príncipe heredero, Mohammed ben Salman, a pesar de su promesa previa de convertir a esa nación en un “paria” por las violaciones a los derechos humanos, en particular el asesinato de un columnista de The Washington Post en 2018. Las agencias de inteligencia estadounidenses concluyeron que el príncipe ordenó el brutal asesinato. Tras bambalinas, Estados Unidos sigue brindando un apoyo importante al Ejército saudita en la guerra de Yemen, a pesar de que Biden había prometido poner fin a esa ayuda debido a los ataques aéreos sauditas que mataron a civiles.
“Las políticas están convergiendo”, dijo Stephen Biegun, subsecretario de Estado del gobierno de Trump y funcionario del Consejo de Seguridad Nacional durante la presidencia de George W. Bush. “La continuidad es la norma, incluso entre presidentes tan diferentes como Trump y Biden”.
Algunos exfuncionarios y analistas elogiaron la coherencia, con el argumento de que, a pesar de los profundos defectos del entonces comandante en jefe, el gobierno de Trump acertó en el diagnóstico de los desafíos importantes para los intereses de Estados Unidos y trató de lidiar con esos retos.
Otros son menos optimistas. Dicen que las decisiones de Biden han agravado los problemas de la política exterior estadounidense y a veces se han desviado de los principios declarados por el mandatario. Por ejemplo, algunos legisladores demócratas experimentados han criticado su reunión con Salman y la ayuda al Ejército saudita, a pesar de que funcionarios gubernamentales se han pronunciado a favor de un cese al fuego en Yemen mediado por las Naciones Unidas.
“Con el paso del tiempo, Biden no ha cumplido con muchas de sus promesas de campaña y ha mantenido el statu quo en el Medio Oriente y en Asia”, dijo Emma Ashford, investigadora principal del Atlantic Council.
Tanto el gobierno de Trump como el de Biden han tenido que lidiar con la cuestión de cómo mantener el dominio global de Estados Unidos en un momento en que parece estar en declive. China ha ascendido como contrapeso y Rusia se ha vuelto más audaz.
La estrategia de seguridad nacional de Trump reorientó oficialmente la política exterior hacia la “competencia de grandes potencias” con China y Rusia y dejó de dar prioridad a los grupos terroristas y otros actores no gubernamentales. Biden ha continuado con ese impulso, en parte debido a acontecimientos como la invasión rusa de Ucrania.
La Casa Blanca de Biden ha retrasado la publicación de su propia estrategia de seguridad nacional, que se esperaba para principios de este año. Los responsables de la estrategia la están reescribiendo debido a la guerra de Ucrania. Se espera que el documento final siga haciendo hincapié en la competencia entre las naciones poderosas.
Biden ha dicho que China es el mayor competidor de Estados Unidos —afirmación que el secretario de Estado, Antony Blinken, reiteró en un discurso reciente— mientras que Rusia es la mayor amenaza para la seguridad de Estados Unidos y sus aliados.
Algunos académicos afirman que la tradición de continuidad entre presidencias es producto de ideas convencionales y del pensamiento de grupo que surge del grupo dominante bipartidista de política exterior en Washington, al que Ben Rhodes, asesor adjunto de seguridad nacional del expresidente Barack Obama, llamaba burlonamente como “the Blob” (la mancha).
Pero otros argumentan que las circunstancias externas —incluido el comportamiento de gobiernos extranjeros, el sentir de los electores estadounidenses y la influencia de las corporaciones— dejan a los líderes estadounidenses con muy pocas opciones.
“Existe una gran fuerza de gravedad que lleva a las políticas al mismo lugar”, señaló Biegun. “Siguen siendo los mismos problemas. Sigue siendo el mismo mundo. Seguimos teniendo en gran medida las mismas herramientas para influir en los demás con el fin de llegar a los mismos resultados y sigue siendo el mismo Estados Unidos”.
Al comprometerse a retirar las tropas de Afganistán, Biden y Trump respondían a los deseos de la mayoría de los estadounidenses, que se habían cansado de dos décadas de guerra. Para Biden, la medida también fue una oportunidad para abordar asuntos pendientes. Como vicepresidente, abogó por traer las tropas a casa, en línea con el deseo de Obama de acabar con las “guerras eternas”, pero los generales estadounidenses se opusieron porque insistían en la presencia en Afganistán.
A pesar de la caótica retirada en agosto pasado cuando los talibanes tomaron el control del país, las encuestas han mostrado que la mayoría de los estadounidenses apoyó el fin de la participación militar estadounidense allí.
Trump y Biden han abogado por una presencia militar estadounidense más pequeña en las regiones en conflicto. Pero ambos han llegado al límite de ese pensamiento. Biden ha enviado más tropas estadounidenses a Europa desde la invasión rusa de Ucrania y Somalia, revirtiendo una retirada de la era Trump. Y las tropas estadounidenses permanecen en Irak y Siria.
“Existe un profundo escepticismo sobre la guerra contra el terrorismo por parte de altos funcionarios de la gestión de Biden”, dijo Brian Finucane, asesor principal de International Crisis Group que trabajó en temas militares como abogado en el Departamento de Estado. “Sin embargo, todavía no están dispuestos a emprender una amplia reforma estructural para frenar la guerra”.
Finucane dijo que la reforma incluiría revocar la autorización de guerra de 2001 que el Congreso le dio al Poder Ejecutivo después de los ataques del 11 de septiembre.
“Incluso si el gobierno de Biden no toma medidas afirmativas para ampliar aún más el alcance de la medida de 2001, mientras permanezca, puede ser utilizada por futuras administraciones”, dijo, refiriéndose a la autorización. “Y otros funcionarios pueden extender la guerra contra el terrorismo”.
Sobre Irán y su programa nuclear, el tema más apremiante de Medio Oriente, Biden ha tomado un rumbo diferente al de Trump. El gobierno ha estado negociando con Teherán un regreso a un acuerdo nuclear de la era de Obama que Trump desmanteló, lo que llevó a Irán a acelerar su proceso de enriquecimiento de uranio. Pero las conversaciones se han estancado. Y Biden ha dicho que mantendrá una de las principales acciones de Trump contra el Ejército iraní, la designación de la Guardia Revolucionaria Islámica como una organización terrorista, a pesar de que eso es un obstáculo para el nuevo acuerdo.
Las políticas sobre China destacan como el ejemplo más vivo de continuidad entre las dos presidencias. El Departamento de Estado ha mantenido la designación de genocidio de la época de Trump sobre China por su represión de los musulmanes uigures. Los funcionarios de Biden siguen enviando barcos navales estadounidenses a través del estrecho de Taiwán y colaboran en la venta de armas a Taiwán para tratar de disuadir una posible invasión por parte de China.
Lo más controvertido es que Biden ha mantenido los aranceles que se impusieron a China en la época de Trump, a pesar de que algunos economistas y varios altos funcionarios estadounidenses, entre ellos la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, cuestionan su propósito e impacto.
Biden y sus asesores políticos son muy conscientes del creciente sentimiento contra el libre comercio en Estados Unidos, que Trump aprovechó para atraer votos. Eso ha hecho que Biden evite reingresar al Tratado de Asociación Transpacifico, un acuerdo comercial entre 12 naciones de la costa del Pacífico que Obama ayudó a organizar para fortalecer la competencia económica contra China, pero que Trump y los demócratas progresistas rechazaron.
Los analistas dicen que Washington debe ofrecerles a las naciones asiáticas mejores acuerdos comerciales y acceso al mercado de Estados Unidos si quiere contrarrestar la influencia económica de China.
“Ni las gestiones de Trump ni Biden han tenido la política comercial y económica que los amigos asiáticos de Estados Unidos han estado pidiendo para ayudar a reducir su dependencia de China”, dijo Kori Schake, directora de estudios de política exterior y de defensa en el American Enterprise Institute. “Tanto la administración de Biden como la de Trump están hasta cierto punto sobremilitarizando el problema de China porque no pueden descifrar la parte económica”.
Pero es en Europa donde Biden se ha distinguido de Trump. Por momentos, el gobierno anterior fue contradictorio en cuanto a Europa y Rusia: mientras Trump elogió al presidente ruso, Vladimir Putin, criticó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y retuvo ayuda militar para Ucrania con el fin de obtener beneficios políticos internos, algunos funcionarios bajo su mando trabajaban en la dirección opuesta. En cambio, Biden y sus asesores han reafirmado de manera uniforme la importancia de las alianzas trasatlánticas, lo que los ha ayudado a coordinar sanciones y envíos de armas a Ucrania con el fin de enfrentar a Rusia.
“No me cabe duda de que las palabras y las políticas importan”, dijo Alina Polyakova, presidenta del Centro de Análisis de Políticas Europeas. “Si los aliados no confían en que Estados Unidos defenderá el artículo 5 de la OTAN y saldrá en defensa de un aliado, no importa cuánto inviertas”, concluyó.
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