Biden encontró la manera de neutralizar a Putin en su propio juego, al menos por ahora
La estrategia del presidente norteamericano contuvo hasta ahora la ocupación rusa de Ucrania
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NUEVA YORK.- El asunto de Ucrania está muy lejos de haber terminado. Pero si Vladimir Putin opta por abstenerse de invadir Ucrania, aunque sea momentáneamente, es porque Joe Biden -ese hombre que según sus críticos de derecha está tan gagá que no distingue Kansas de Kiev- ha respondido a cada jugada de Putin con una efectiva movida para contrarrestarla.
Putin viene de una excelente racha y por eso es tan fácil sobrevalorarlo. Al fin y al cabo, sus recientes intentos por desestabilizar y torcerle el brazo a Occidente han sido exitosos. Y cuesta mucho creer una sola palabra que salga de su boca. Pero si Putin el martes fue sincero al decir que estaba “dispuesto a seguir por la senda de la negociación” para asegurarse que Ucrania nunca se sume a la OTAN, y si retira parte de sus amenazantes tropas -algo que según los militares norteamericanos no ha ocurrido-, es porque las dotes de estadista de Biden pusieron en pausa a Putin.
En lo concreto, lo que hizo el equipo de Biden fue movilizar suficiente solidaridad entre los aliados de la OTAN, suficientes envíos de armas defensivas de avanzada a Ucrania, y suficientes posibles sanciones económicas contra Rusia para que Putin entienda una sola cosa: “Si lanzo una invasión a gran escala y la cosa sale mal, porque desbarranca la economía de Rusia y los soldados rusos vuelven de una guerra fratricida en bolsas negras, ¿no podría precipitarse mi propia caída?”
Es el único cálculo que importa, y considerando la asimetría de intereses entre Estados Unidos y Rusia respecto de Ucrania, Biden ha hecho el mejor trabajo que un presidente norteamericano podría haber hecho para contextualizar la situación en la mente de Putin. Para Rusia, Ucrania no solo es el vecino de al lado, sino un país cuyo destino y futuro son de vital importancia para Putin a título personal. Por el contrario, la mayoría de los estadounidenses no sabrían señalar Ucrania en el mapa y les importa poco y nada su futuro. Y tal como Putin descubrió en 2014 al invadir Crimea, los norteamericanos no enviarán a sus hijos e hijas a preservar la integridad territorial de Ucrania.
Así que Biden tuvo que enhebrar una verdadera aguja de liderazgo. Como una amenaza militar norteamericana no habría sido creíble, tomó las mejores opciones que tenía. Para empezar, reunir una sólida coalición de aliados de la OTAN, y lograr que varios de ellos enviaran armas a Ucrania. Transmitirle a Putin el verdadero alcance de las draconianas sanciones económicas que aplastarían la economía rusa, su sistema bancario, sus fábricas, y a los propios amigotes de Putin si decidiera invadir Ucrania. Y dejar bien claro que una invasión haría surgir justamente el monstruo que Putin tanto teme: una OTAN totalmente unida, con más tropas y hasta misiles de la alianza atlántica avanzando hacia las fronteras rusas desde varios frentes. Un conflicto armado también podría empujar a otros países que no son miembros, como Finlandia o Suecia, a profundizar sus lazos con la alianza occidental.
Y eso dejaría a Rusia con un solo amigo en el mundo: China. Y China no tiene amigos, solo vasallos.
De hecho, al enfrentar a Putin, Biden también le ha enviado un importante mensaje a China: “Es cierto que salió todo mal en nuestra salida de Afganistán, pero ya aprendí, y ustedes también deberían hacerlo. No somos el gobierno de Trump, cuya estrategia de ‘Primero Estados Unidos’ nos convirtió en parias. Nuestro gobierno cree en las alianzas, y cuando actuamos coordinadamente con nuestros aliados, seguimos siendo un puño de hierro, en caso de que estén pensando ocupar Taiwán…”
Pero repito: TAL VEZ NADA DE ESTO DETENGA A PUTIN. Tal vez no haya entendido, o simplemente no le importe, que entre los aliados de la OTAN su amenaza de tomar Ucrania y devolverla por la fuerza a la histórica esfera de influencia rusa haya conjurado el fantasma de Hitler y su “unión” forzosa de Austria con Alemania, impuesta por anexión en 1938. La amenaza de Putin sobre una nación libre es tan cruda y brutal, con el apoyo de 150.000 soldados rusos, que fue como un electroshock para el corazón de la OTAN, una descarga que la sacó de su anquilosamiento como ninguna otra crisis desde el fin de la Guerra Fría.
Durante las últimas semanas, Biden y sus principales asesores de seguridad se mantuvieron en contacto diario con líderes y funcionarios de seguridad del núcleo de la OTAN -Gran Bretaña, Francia y Alemania-, así como de naciones más pequeñas, “un grado de colaboración que no se veía desde hace muchos años”, según un embajador europeo en Washington. Tal vez Occidente siga vivo.
Ducha fría
Hasta ahí las buenas noticias. Ahora la ducha fría, y algunas razones que apuntan a una invasión inminente.
Para empezar, Putin está obsesionado con Ucrania, no solo porque teme que se sume a la OTAN, sino también por su profunda conexión cultural, religiosa e histórica de Ucrania con Rusia. Y aunque no tome el país con una invasión, tampoco dejará fácilmente de interferir en su política interna, tratando de instalar lacayos en el palacio presidencial de Kiev y empoderando a los rusohablantes ucranianos para acercar aún más a los dos países. Además, Putin tiene muchos subterfugios a su disposición para seguir tirando de Ucrania sin desencadenar una respuesta occidental tan tajante como su amasijo de tanques en la frontera.
En segundo lugar, en Washington dicen que si bien dentro del Kremlin hay quienes se oponen a esa política de “borde del abismo” de Putin, no está claro si algo de eso llegó a oídos del mandatario ruso. Andrew Wood, exembajador británico en Moscú, escribió el lunes en la revista American Purpose: “Desde que apareció el Covid-19 en 2020, Putin trabaja la mayor parte del tiempo desde su ‘búnker’, y es difícil conseguir una reunión cara a cara, incluso para los miembros de su gabinete”. A diferencia de sus predecesores soviéticos, Putin no tiene que consultar con un Politburó ni con ningún dirigente del partido. “Si cada vez hay menos personas de confianza con fácil acceso a Putin, eso debe afectar su juicio”.
En tercer lugar, como me opuse a la expansión de la OTAN al final de la Guerra Fría, no soy indiferente a la legítima preocupación de Rusia por el posible ingreso de Ucrania a la alianza atlántica. Tanto la OTAN como Rusia deberían aceptar que Ucrania sea un estado geopolíticamente neutral, como Finlandia. Pero en mi opinión, el verdadero temor de Putin no es que Ucrania se una a la OTAN -algo que ni siquiera está siendo evaluado- sino el temor a que Ucrania se occidentalice.
Lo que Putin realmente teme es que un día de estos Ucrania sea admitida en la Unión Europea.
Durante el viaje que hice a Ucrania en abril de 2014, lo que más me impresionó fue la cantidad de jóvenes que conocí que soñaban con el ingreso de Ucrania como miembro de pleno derecho de la Unión Europea, no de la OTAN, precisamente para reforzar su frágil democracia y bloquear la corrupción y el avance del putinismo.
Por eso la invasión del este de Ucrania en febrero y marzo de 2014 y la posterior anexión de Crimea nunca me parecieron una coincidencia. ¿Qué otras cosas estaban pasando justo en ese momento? Los 28 estados miembros de la Unión Europea estaban sellando el flamante Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea, destinado a fomentar lazos políticos y económicos más estrechos, que se rubricó el 21 de marzo de ese año.
No, la crisis de Ucrania nunca ha sido exclusivamente por el temor de Putin a la expansión de las fuerzas de la OTAN hasta las puertas de Rusia. Ni remotamente. El gran miedo de Putin es la expansión de la esfera de influencia de la Unión Europea, y la perspectiva de que la UE sea la partera de una Ucrania decente, democrática y de libre mercado, que pueda gritarle todos los días al pueblo ruso: “Sin Putin, ustedes también podrían lograr eso.”
Traducción de Jaime Arrambide
The New York TimesTemas
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