Luego de que Obama declare la emergencia sanitaria en Puerto Rico y nuevos casos en Miami, el mundo se pregunta hasta dónde puede llegar el virus.
El Martín Peña, en Puerto Rico, es un canal contaminado que serpentea a través del centro de San Juan. Lo rodean ocho comunidades pequeñas, empobrecidas, carentes de un sistema de depuración de aguas eficiente, y que durante generaciones arrojaron residuos en el agua barrosa. Un viernes a fines de abril llovió torrencialmente durante toda la noche, transformando las calles angostas en ríos hediondos cuya altura llegaba a la cintura, que arrasaron con muebles, electrodomésticos, ropa y agua. Veinte veces por año se produce algún tipo de inundación como ésta, y hay carteles pegados junto al canal que advierten: “El contacto con el agua puede causar enfermedades”. Los riesgos para la salud han incluido dolores gastrointestinales y enfermedades transmitidas por mosquitos, como el dengue. Pero ahora se agregó a la lista otra enfermedad relacionada con mosquitos: el virus del Zika .
El domingo después de este diluvio, visité la pequeña comunidad de Buena Vista Hato Rey, que se está secando luego de un día de 32 grados. Navegando por charcos de barro gigantes, llego a la casa de Dolores Pérez, que está de pie en su jardín rodeada de sus posesiones empapadas: alfombras, jeans, buzos, un secador de pelo. Vivió en esta casa por 43 años y pasó la noche del viernes acostada, esperando a que pasara la inundación. Con la ayuda de su familia, finalmente logró hacer retroceder las aguas con escobas, trapos de piso y palas. Esta vez pudo salvar los muebles, dijo; en el futuro, quién sabe.
Con los caños de la casa dañados, la familia Pérez no tenía agua corriente desde hacía un año. “Llamamos a la compañía de agua once veces y finalmente nos dijeron: ‘Llamen al plomero’”, dice el hermano de Pérez. Pero hay muchísima agua estancada –en las calles, en las alcantarillas, en las casas abandonadas y en los predios vacíos– y la ciudad de San Juan no puede hacer demasiado. Si no se saca el agua, es casi una certeza que una plaga de mosquitos nacerá en esos estanques, y algunos tendrán el zika que podría, si los cálculos de salud pública son acertados, infectar antes de fin de año a 875.000 de los tres millones y medio de habitantes de la isla.
El espectro de esta plaga, cuyo verdadero impacto puede demorarse por meses, merodea Puerto Rico, un territorio empobrecido en gran medida que se ha vuelto el epicentro del zika para Estados Unidos. De los 1.301 casos de enfermedades transmitidas por mosquitos registrados en Estados Unidos, 97 por ciento de ellos son en Puerto Rico, que no es un estado ni una nación soberana y cuyos habitantes son ciudadanos estadounidenses.A principios de junio, en el inicio del largo verano boreal, caluroso y lluvioso, hay 1.259 casos registrados en la isla, aunque algunos funcionarios de salud creen que el verdadero número puede superar 80.000.
En febrero, la presidencia de Obama solicitó 1.900 millones de dólares de emergencia para combatir el zika, pero el Congreso todavía no los aprobó. En mayo, el Senado votó una ley para proveer 1.100 millones de dólares, pero los republicanos rechazaron la medida y en su lugar propusieron que el gobierno diera 622 millones, que en gran parte serían redirigidos del presupuesto para combatir el ébola y otras enfermedades infecciosas. Una semana después, el Congreso comenzó un receso de diez días sin haber tomado una decisión. Tom Frieden, jefe del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), le dijo al National Press Club que estaba sorprendido por la demora: “Tenemos una ventana de oportunidad muy pequeña para aumentar las medidas de prevención del zika, y esa ventana se está cerrando”.
Preocupado ante el riesgo de que su estado pronto enfrente un “desastre”, ahora que se acerca la temporada de mosquitos, el gobernador de Florida, el republicano Rick Scott, le escribió una carta al presidente Obama rogándole que pusiera a disposición fondos federales. “El Congreso no logró actuar y ahora están de vacaciones”, dijo.
"Hay una sorpresa cada día con este virus", dice un experto en Zika. "Y ese es el problema. Hay mucho que no sabemos."
En 2014, el Congreso aceptó gastar 5.400 millones de dólares en la epidemia del ébola, y Frieden, quien señala que el CDC sigue tratando de extirpar el ébola en Africa occidental, dijo que “espera que el Congreso haga lo correcto con el zika”. Pero, a diferencia del ébola, que causa síntomas desagradables a los que muchas veces sigue la muerte, el zika es un virus algo furtivo. La mayoría de la gente infectada no tiene ningún síntoma. Algunos pueden tener conjuntivitis o picazón en la piel, o dolor en los músculos o las articulaciones, o fiebre. Después de más o menos una semana, todos los síntomas, si es que emergieron, desaparecen. En cierto número de casos, sin embargo, esto puede que sólo sea el comienzo.
Las mujeres infectadas con zika durante el embarazo corren el riesgo de transmitirle el virus al feto, que puede a su vez desarrollar defectos de nacimiento como la microcefalia, una condición que hace que los bebés nazcan con cabezas más pequeñas. Según la severidad, los chicos con microcefalia pueden morir antes o poco tiempo después de nacer, y aquellos que viven más tiempo pueden necesitar un cuidado médico prolongado y caro: el CDC estima que podría costar 10 millones de dólares tratar a un niño con microcefalia. El zika, que parece estar particularmente atraído por el tejido cerebral, también puede causar inflamación en el cerebro y en la espina dorsal en los adultos, y se lo ha relacionado con el síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad neurológica autoinmune que puede causar parálisis severas, aunque muchas veces temporales.
Pero el aspecto más aterrador del zika es lo poco que los científicos realmente saben de él. “Con este virus, hay una sorpresa por día”, dice Lyle Petersen, director de la división del CDC de enfermedades transmitidas por vectores; o sea, diseminadas por mosquitos o ácaros. El zika es diseminado por el Aedes aegypti, el mismo mosquito que transmite el dengue, la fiebre amarilla y la chikungunya. Pero el zika, dice Petersen, es el primer virus, desde el estallido de la rubéola en los 60, que ha causado defectos de nacimiento importantes. La microcefalia puede ser sólo una de las complicaciones. Los investigadores también se preparan para la posibilidad de que el zika cause otros problemas de desarrollo que hasta ahora permanecen desconocidos, y que pueden tardar meses en aparecer. “Esa es la verdadera historia: no conocemos todo el espectro”, dice Petersen. “Los chicos que nacen y parecen ‘normales’ ¿son realmente normales? Va a llevar tiempo y pruebas sofisticadas averiguarlo.”
Los epidemiólogos se sorprendieron de que un virus transmitido por mosquitos pudiera causar defectos de nacimiento (la rubéola, dicen, era transmitida por humanos). Más impactante aún fue que el zika pudiera transmitirse sexualmente a través del semen. Esto es inusual en enfermedades transmitidas por vectores, y es una preocupación, dice Petersen, porque si los mosquitos son el principal método de transmisión, el zika vive en la sangre por una semana, pero el virus parece permanecer mucho más en otros fluidos corporales. “¿Esto significa que alguien puede transmitir el zika sexualmente cuatro meses después de haber sido infectado? Realmente no lo sabemos”, dice. “Y ése es el problema. Hay mucho que no sabemos.”
El zika fue descubierto en 1947 en el Bosque de Zika, Uganda, donde había investigadores estudiando el impacto de virus transmitidos por mosquitos en monos Rhesus. En los siguientes 60 años, se documentaron solamente 14 casos de zika en humanos, sobre todo en Africa y en el sur de Asia. Luego, en 2007, comenzó una explosión de zika en una pequeña isla en el Pacífico Sur, Yap, donde 900 personas fueron infectadas, aunque la mayoría tenía pocos o ningún síntoma. El siguiente brote ocurrió seis años después, en 2013, cuando 31.000 personas solicitaron tratamiento para el virus en la Polinesia francesa y en las islas aledañas. Para 2014, el zika se había extendido hacia Brasil, adonde algunas salas de maternidad en el verano de 2015 empezaron a notar un fenómeno extraño: al principio uno o dos, pero después docenas de bebés habían nacido con cabezas pequeñas, casi puntiagudas.
Aunque Brasil sigue siendo el golpe más duro, con quizás 1,5 millones de infectados y más de 1.500 bebés nacidos con microcefalia, el virus recorrió el globo, extendiéndose por Latinoamérica y el Caribe, donde se transmite activamente en 41 países y territorios. En un artículo para el New England Journal of Medicine del último invierno boreal, Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, señaló que el zika era el último virus transmitido por mosquitos en alcanzar el Hemisferio Occidental en 20 años, siguiendo el camino del dengue, el virus del Nilo Occidental y la chikungunya. Esto, sugería, “nos obliga a enfrentar un potencial nuevo fenómeno de emergencia de enfermedades: la expansión pandémica de virus transmitidos por mosquitos hasta ahora casi sin importancia, antes restringidos a sitios remotos”.
Hay tres factores centrales que contribuyen a la expansión de estas enfermedades. El primero es el cambio climático. Los mosquitos crecen en climas cálidos y si las temperaturas suben, señala Petersen, “los mosquitos se vuelven más infecciosos, y se vuelven más infecciosos más rápido”. Los brotes del virus del Nilo Occidental, por ejemplo, ocurrieron durante olas de calor. La urbanización cada vez mayor también contribuye, al igual que los viajes globales. Las enfermedades como el zika “hacen dedo en la sangre”, dice Frieden, del CDC. “Esto es la nueva normalidad. Estamos en un mundo globalizado y urbanizado: las enfermedades están a un viaje de avión de distancia.”
Actualmente hay 618 casos confirmados de zika en la zona continental de Estados Unidos; entre ellos 195 mujeres embarazadas, una de las cuales hace poco dio a luz a un bebé con microcefalia en Nueva Jersey. Como toda la gente a la que se le ha diagnosticado el zika, ella contrajo la enfermedad cuando estaba de viaje. También hubo registros de transmisión sexual en Estados Unidos y en Europa, incluyendo un caso en Francia en el que el zika parece haber sido transferido por sexo oral. Aunque es alarmante, todos los casos de transmisión sexual hasta ahora se produjeron por contacto con personas que habían sido infectadas con el virus por un mosquito, dice Petersen, quien no espera que esto cambie. El zika puede vivir en otros fluidos corporales más que en la sangre, “pero no seis meses”, dice. “Esto no va a ser como la sífilis o la gonorrea.”
Ahora, los científicos predicen que si bien puede haber un repunte en casos “importados” de zika, las chances de un brote importante en Estados Unidos son bastante bajas, aunque el Aedes aegypti y su primo, el Aedes albopictus, que también puede transmitir el zika, son endémicos en las costas y en el sur de Estados Unidos, lo que hace que ciudades como Houston y Miami, y los Cayos de la Florida, sean más vulnerables. En la última década, hubo pequeños brotes de dengue y chikungunya en algunas zonas de Estados Unidos, y un brote reciente de dengue en Hawái, pero han sido limitados, lo cual sugiere que el zika seguirá el mismo patrón. Sin embargo, señala Petersen, “este virus no es el dengue ni el chikungunya, así que creo que tenemos que prepararnos para el caso de que ocurran transmisiones en cualquier lugar donde esté el vector. ¿Quién sabe lo que puede pasar?”.
Incluso en el peor escenario posible, si el virus infecta a una ciudad o una región entera, se puede arrojar insecticida para matar a los mosquitos, y advertir a las mujeres embarazadas que deben evitar las áreas infectadas. Y dada la prevalencia de varios factores, como una higiene efectiva, y la difusión de mosquiteros y aire acondicionado, este tipo de brote en cualquier parte de Estados Unidos y Europa es poco probable. “No me puedo imaginar una situación en la que el zika esté tan extendido que tengamos que decir: ‘No vayan a Florida’”, dice Petersen. “Sí me imagino diciendo: ‘No vayan a Puerto Rico o a Miami’. Si estuviera pasando en Florida lo que pasa en Puerto Rico, estaríamos ante una catástrofe nacional.”
De los 1.900 millones de dólares que la Casa Blanca solicitó para el zika, 828 millones serían destinados a que el CDC financie programas de control de mosquitos, campañas de control y educación pública, en Estados Unidos e internacionalmente. Otros 200 millones ayudarían a financiar el Instituto Nacional de Salud, la Administración de Comida y Drogas, y el Departamento de Salud y Servicios Humanos para acelerar y posiblemente expandir las pruebas, y apresurar la creación de una vacuna, que los científicos dicen que no ocurrirá hasta 2018. El gobierno rechazó propuestas de hacer pruebas obligatorias, y también voluntarias, a la gente que vuelve de regiones infectadas de zika. “Hay más o menos 40 millones de viajeros por año entre Estados Unidos y las zonas con brotes de zika”, dice Frieden. “No podés testear a todo el mundo.” En su lugar, la prioridad principal del CDC es proteger a las mujeres embarazadas, la población con mayor riesgo. “Eso incluye hacer que no viajen a áreas en las que el zika se está expandiendo, y que los viajeros usen repelente cuando vuelvan para evitar que el zika ingrese en la población de mosquitos de Estados Unidos”, dice.
Unos 750 millones de dólares del dinero que solicitó Obama irían a Puerto Rico, que, además de estar atravesando un desastre de salud pública, también enfrenta una deuda de 70.000 millones. Esto llevó a la industria de la salud de la isla, cuyo presupuesto consiste en el 20 por ciento del PBI, a una crisis. El año pasado, Puerto Rico fue forzada a recortar una serie de servicios de salud, cerrar salas de hospitales e incluso edificios enteros, y retrasar pagos a las obras sociales más importantes. La Coalición para Atender la Crisis del Sistema de Salud, un nuevo grupo creado recientemente, calcula que 3.000 médicos han dejado Puerto Rico desde 2010: una fuga de cerebros que el año pasado alcanzó la cifra de un médico por día. Según Víctor Ramos, director del Colegio de Médicos-Cirujanos de Puerto Rico, si no hay un alivio inmediato, el sistema de salud del país podría colapsar en su totalidad a fines del verano.
Las enfermedades transmitidas por mosquitos, aunque no están relacionadas exclusivamente con la pobreza, tienen un impacto desproporcionado sobre los pobres, pero la urbanización, uno de los factores clave en la expansión de todas las enfermedades infecciosas, significa que los ricos y los pobres se cruzan invariablemente. Una ironía de San Juan es que algunos de los barrios más pobres y contaminados están ubicados a unas cuadras del distrito financiero, conocido como The Golden Mile; de hecho, la sede del banco suizo UBS, un actor trascendental en la crisis actual de Puerto Rico, está cerca de las villas miseria, con las que comparte el mismo sistema de cloacas.
Este recordatorio de las divisiones de clase de Puerto Rico también es una metáfora mayor de la relación pseudocolonial de la isla con Estados Unidos, un país que no sólo controla el desarrollo económico de Puerto Rico, sino que también determina lo que le dará el gobierno federal para enfrentar sus asuntos más urgentes, entre ellos la salud pública. Incluso después de 1952, cuando Puerto Rico recibió su propia Constitución, su autoridad gubernamental principal siguió siendo el Congreso de Estados Unidos, que sometió a la antigua colonia a un sistema desigual por el cual los puertorriqueños, que no tienen voto en el Congreso ni pueden votar en elecciones nacionales, no pagan impuestos federales a la renta, pero sí pagan los mismos impuestos de Medicare y seguridad social que los ciudadanos en el continente aunque reciban la mitad de los privilegios.
Casi el 50 por ciento de la población de Puerto Rico vive debajo de la línea de la pobreza, y cerca del 70 por ciento necesita de algún servicio de salud financiado por el gobierno. El gobierno federal cubre 1.200 de los 2.500 millones de dólares que requiere la isla para ayuda médica, aunque ese número va a caer a menos de 400 millones en cuanto un fondo temporal, establecido por la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible de Obama, se acabe, lo cual dicen que puede ocurrir en septiembre de 2017. En contraste, Mississippi, el estado más pobre de Estados Unidos –aunque no tan pobre como Puerto Rico– recibió 3.600 millones de dólares en 2014, más del 70 por ciento del gasto total.
Lo que esto ha implicado, explica Johnny Rullán, un epidemiólogo que también es ex secretario de salud de la isla, es que el gobierno federal les ha dado una opción a los puertorriqueños: ignorar a sus pobres o usar sus propios fondos para proveerles salud pública. “Puesto que nos importan nuestros pobres”, dice Rullán, “elegimos lo último, lo cual nos obliga a endeudarnos por 1.000 o 2.000 millones por año”, y eso deja a la isla sin dinero para la salud pública.
"Necesitás que nazcan bebés con Zika en Estados Unidos para que la gente diga: '¿Por qué no hicieron nada?'", dice un funcionario.
Esta verdad es apenas uno de los muchos problemas que azotan a Puerto Rico, algunos de los cuales pertenecen a sus intrincadas finanzas, y otros a su complicada relación con Washington. Pero de cualquier modo, el zika podría llevar a Puerto Rico al extremo. “Están enfrentando una emergencia de salud de verdad”, dice Nicholas Prouty, un inversionista inmobiliario con base en San Juan, y recaudador de fondos para el Partido Demócrata que, desde que empezó la crisis del zika, ha venido haciendo lobby en la Casa Blanca para que ayude a Puerto Rico usando la Ley Stafford de Manejo de Desastres y Asistencia de Emergencia, que podría permitir al presidente eludir al Congreso.
“Si seguimos en el mismo camino, las consecuencias del zika para Puerto Rico van a ser devastadoras”, dice Prouty, y supone un escenario de plagas de mosquitos. “Aquí es cuando la situación alcanza el momento crítico”, dice. “Agregale la reducción en la recolección de basura debido a la austeridad del gobierno, y tenés la receta del sufrimiento.” O sea, bebés deformes. Y la necesidad de una infusión masiva de dinero público para apoyarlos durante toda la vida.
Consideremos la corta pero incisiva vida del Aedes aegypti, a veces llamado el “mosquito cucaracha”. Es un transmisor, o vector, de una variedad de enfermedades, desde la fiebre amarilla hasta el dengue y el zika. A diferencia de otros mosquitos –y hay 3.500 especies de mosquitos, divididas en 41 tipos–, el Aedes aegypti es humano-céntrico. “Este es un mosquito que ha evolucionado junto a los humanos”, dice Tyler Sharp, el principal epidemiólogo del CDC en Puerto Rico. “Casi todo el mundo en la isla tiene estos mosquitos en casa: somos su fuente de alimento y les proveemos el hábitat para reproducirse, que usualmente es en la basura.”
Los Aedes aegypti ponen sus huevos en cualquier cosa que pueda acumular agua: los neumáticos viejos son sus preferidos, al igual que piezas de telgopor, bebederos para pájaros, bowls para perros, alcantarillas y tapitas de botellas. Una vez depositados, los huevos, que parecen manchas negras, pueden vivir hasta un año. Pero una vez sumergidos en agua, como cuando llueve mucho, rompen el cascarón, pasan de ser larvas a crisálidas y en una semana, mosquitos desarrollados, cuyo principal objetivo, como dice Sharp, es “encontrar sangre”. La mayoría de los mosquitos vive en ambientes abiertos, pero los Aedes aegypti prefieren vivir lo más cerca posible de nosotros: pueden habitar debajo de la cama, en un armario o en el garage.
Sólo los Aedes aegypti hembras contienen el zika, que contraen al picar a una persona infectada. Después de eso, el virus incuba dentro del mosquito durante una semana hasta que está listo para ser transmitido a la siguiente persona que pique, que a su vez transmitirá el virus al siguiente mosquito. Puesto que los Aedes aegypti rara vez vuelan a más de 30 metros de donde nacieron (a diferencia de otros mosquitos, que pueden viajar por kilómetros), todo el proceso de transmisión de humano-a-mosquito-a-humano ocurre en un espacio muy limitado. “Cuanta más gente hay, hay más basura y hay más mosquitos”, dice Sharp. “Y cuantos más mosquitos hay, mayor es la frecuencia de transmisión de agentes patógenos.”
El carácter puramente destructivo de los Aedes aegypti ha llevado a los científicos, tanto en el sector privado como en el público, a buscar nuevos métodos para atrapar y matar a los mosquitos, aunque todavía sigue pendiente la cuestión de la reducción del riesgo de infección. “Ahora nos hacemos esa pregunta”, dice Sharp, que trabaja en el sector de dengue de la CDC, ubicado en el este de San Juan. Antes de que se supiera del zika, existía el dengue, que fue endémico en Puerto Rico desde los 60.
Un método nuevo logró reducir el riesgo de infección humana en un 50 por ciento, pero es muy costoso. ¿Hay realmente una intervención posible que funcione, en términos de reducir el riesgo de infección?
“Eh, todavía no”, admite Sharp.
En otras palabras: por ahora, los mosquitos van ganando.
En abril, Claudia Moreno, una productora web de 27 años, se despertó una mañana sintiendo algo parecido a una resaca fuerte. Estaba cansada y le latía la cabeza. A la tarde tenía fiebre y escalofríos. Durante los días siguientes aparecieron más síntomas: fuertes dolores en músculos y articulaciones, una dolorosa conjuntivitis y, lo más preocupante, un sarpullido naranja y brillante que empezó en su cara y se extendió al resto del cuerpo. “Ahí fue cuando me empecé a preocupar”, me dice cuando nos encontramos en San Juan un par de semanas después.
Claudia, que me pidió que no usara su nombre real, vive en un departamento pequeño y prolijo en el barrio de Santurce, una zona gentrificada a la que a veces llaman el “Brooklyn de San Juan”. Ella es parte de una generación más joven, que dejó Puerto Rico para ir a la universidad afuera –en el caso de Claudia, hizo una maestría en Europa– pero que luego regresó a la isla, donde los mosquitos son simplemente parte de la vida cotidiana. En su departamento, que no tiene aire acondicionado ni mosquiteros, los mosquitos viven en el armario de la habitación y se reproducen, según cree, en charquitos de agua en sus macetas. Durante los primeros días de su enfermedad, Claudia supuso que tenía dengue. Pero cuando su novio le dijo que también estaba enfermo, empezó a pensar que podía ser otra cosa. Luego de leer acerca del zika en el sitio web del CDC, entendió que probablemente ambos tenían el virus, aunque no sabía si lo habían contraído por sexo o a través del mosquito. De cualquier modo, no hizo mucho al respecto.
“Supongo que podría haber ido al médico”, me dice, sentadas tomando un café en su terraza. Pero no quería. Ver a un doctor en la isla puede llevarte todo el día. Según me dicen muchos puertorriqueños, la espera puede ser tan larga en los hospitales y clínicas locales, al igual que en los consultorios privados de muchos médicos, que la gente a veces llega a la madrugada para anotarse en una lista. “Si no estoy tosiendo sangre, nunca voy al médico.”
Esto, si de hecho tenía zika (Claudia señala que, dado que nunca fue diagnosticada, no puede estar segura), transformaría a Claudia en parte de lo que los empleados de salud sospechan que es una mayoría oculta de puertorriqueños que han tenido o tendrán el virus, pero nunca reciben un diagnóstico concluyente, ya sea porque ver a un médico parecía un incordio demasiado grande, o porque no tuvieron síntomas. O, si los tuvieron, “mucha gente no quiere saber”, dice Brenda Rivera, epidemióloga principal del Departamento de Salud de Puerto Rico.
Licenciada en Veterinaria, Rivera está manejando un equipo de crisis formado por trabajadores de la salud y especialistas de las oficinas del CDC en Atlanta, que trabajan en el centro de operaciones de emergencia de Puerto Rico. Este es un salón enorme y cerrado en el que una pantalla gigante proyecta una imagen del Aedes aegypti con sus patas de rayas blancas, sobre un mapa de la isla, modificado para reflejar los lugares en los que se han encontrado infecciones de zika. Hay un reloj digital grande sobre el mapa, el cual señala, el día que los visito, que estamos en el minuto 21, de la tercera hora, del día número 76 del Nivel 1 de crisis: el nivel más alto asignado por el CDC.
Pero intentar comprender en qué consiste la reacción a la crisis es difícil, puesto que ahora la crisis es menos una realidad visceral y visible que una bomba de tiempo. A los individuos que se hacen análisis de sangre para saber si tienen zika les puede llevar un mes recibir los resultados, lo cual es igualmente cierto en el continente. Esto, combinado con la omnipresencia de los mosquitos, hizo que mucha gente descartara las pruebas. Los Aedes aegypti son criaturas nerviosas, “fácilmente perturbables”, como dicen los científicos, y van de una persona a la otra, picando quizás a cuatro o cinco en una comida. Sólo se necesita una persona con zika para infectar al mosquito, el cual, durante su siguiente comida, puede infectar a una vecina embarazada o buscando embarazarse, o a uno cuya pareja esté embarazada. Cada año nacen 30.000 bebés en Puerto Rico. Si el cálculo de los oficiales de salud es correcto, más o menos un cuarto de ellos nacerá de madres que en algún momento estuvieron infectadas con el zika. Se desconoce cuántos tendrán microcefalia. Los investigadores del CDC creen que el número puede estar entre el 1 y el 13 por ciento.
‘Nunca había escuchado sobre la microcefalia hasta ahora”, dice Carmen Zorilla, obstetra especialista en embarazos de alto riesgo en el centro médico de la Universidad de Puerto Rico, en San Juan. En su oficina, junto a la unidad de pediatría del hospital, Zorilla, una mujer elegante de alrededor de 60 años, tiene problemas para explicar el curso actual, extraño y perturbador de las manifestaciones más extremas del zika, que no es igual que la anencefalia, que es cuando un feto directamente no tiene cerebro. “Estos son fetos que tienen cerebros, pero que son muy pequeños”, dice. “Podés verlo en ecografías: el feto tiene una cabeza de tamaño normal, y tiene un cráneo. Y después de repente el cerebro parece encogerse.” Para ilustrarlo, Zorilla pone una de sus manos sobre la otra y luego la desliza hacia adelante, como si estuviera presionando una pelota, mientras busca la palabra apropiada para lo que pasa después. “El cerebro parece una ciruela”, dice.
Mientras los científicos siguen aprendiendo más acerca del impacto del zika en el desarrollo fetal, lo que se sabe ahora es que muchas mujeres que contraen el virus en el primer trimestre tienen embarazos perfectamente normales, o que parecen normales. Y después cada mes presenta posibilidades nuevas, más aterradoras. “El problema es, incluso si el feto es afectado, que podés no tener evidencia en la ecografía del daño neurológico hasta mucho después”, dice Zorilla. “O incluso nunca.”
A esta inquietud se agrega la cobertura internacional del zika, que en gran medida cita anuncios alarmantes de profesionales de la salud: “Virus del zika: ‘Más aterrador de lo que se pensaba’”, tituló CNN en abril. Casi todas las personas que conozco en Puerto Rico mencionan que la inmensa publicidad que recibió el zika en la isla, sobre todo a través de la prensa del continente, ha afectado al turismo, la industria más próspera. El día que conocí a Rivera, de hecho, estaba tratando de convencer a unos miembros de la liga de béisbol de que, si usaban un repelente fuerte para mosquitos, era completamente seguro para los Miami Marlins y los Pittsburgh Pirates jugar una serie de dos partidos en San Juan durante el fin de semana. Pero la liga, invocando las preocupaciones de algunos jugadores acerca de “contraer y potencialmente transmitirles el virus a sus parejas”, cancelaron los partidos, trasladando la serie a Miami, donde actualmente hay 50 casos de zika. El condado de Miami-Dade, de hecho, se encuentra en estado de emergencia oficial por el zika desde febrero.
“En Miami tenés las mismas chances de contraer zika que en Puerto Rico”, dijo en la señal de cable C-SPAN el gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla. “Lo que hicieron fue ofensivo. Fue simplemente de ignorantes.”
Poco tiempo después de abandonar San Juan, visito a Lyle Petersen, que lidera el grupo de acción contra el zika en el CDC, en Atlanta. Peterson fue enviado a Atlanta desde la división de enfermedades de vector de Fort Collins, Colorado. Allí, y en Atlanta, dice, los científicos se enfocan en el zika, al igual que en la fiebre amarilla, por la que hace poco murieron cientos en Angola. “Y la enfermedad de Lyme está fuera de control”, dice.
La especialidad de Petersen es, sin embargo, el Nilo Occidental, un virus desconocido en el Hemisferio Occidental hasta 1999, que se expandió a lo largo de Estados Unidos. Hace diez años, el propio Petersen se agarró el Nilo Occidental luego de que lo picara un mosquito en alguna parte entre la puerta y el buzón. Pasó los siguientes meses en cama. “El Nilo Occidental está en todos los estados, y hace que miles de personas se mueran o tengan daño cerebral o parálisis año tras año”, dice. “Y ésos no son los mosquitos Aedes tropicales, sino los mosquitos Culex que encontrás volando en todas partes.”
Petersen habla del Nilo Occidental para ilustrar la variedad de virus transmitidos por mosquitos que merodean nuestro mundo moderno. Meses de batallas entre demócratas y republicanos alrededor del zika se han enfocado en la propuesta de los 1.900 millones de dólares de Obama, un plan que algunos legisladores republicanos describen como “un fondo sin sentido”. Tanto Frieden, del CDC, como Fauci, de NIH, insisten en que es dinero necesario para combatir el zika.
Pero Petersen reconoce que recortes presupuestarios en la NIH y en el CDC han impactado en la preparación para los casos de emergencia. “Necesitamos dinero de inmediato para lidiar con esto”, dice. “Hay cientos de personas trabajando en el zika. Pero parte del problema es que no fuimos capaces de mejorar nuestras capacidades.” La infraestructura de salud pública de Estados Unidos tiende a lidiar con las crisis de manera reactiva; se gastaron cientos de millones de dólares para combatir el Nilo Occidental a principios de los 2000. Pero cuando pasó la crisis, dice Petersen, “todo el sistema de monitoreo se erosionó.”
Según dice, la tasa de enfermedades transmitidas por vectores no para de subir. Esto se debe a factores sociales y ambientales, y a la falta de voluntad política. Mucho tiempo antes de que el virus del Nilo Occidental pusiera un pie en el noreste estadounidense, Nueva York había cortado los fondos de su programa de control de mosquitos. Cuando el virus llegó en 1999, la ciudad se encontró con que tenía muy poco personal. “Cuando no hay enfermedades los políticos se preguntan: ‘¿Para qué financiamos estas medidas de prevención?’”, dice Laura Kahn, una investigadora de Ciencia y Seguridad Global de Princeton. Kahn es una líder del movimiento de “una salud”, una especialidad en salud pública que vincula salud animal, humana y ambiental. “Es fácil, en el entorno urbano, sentir que estamos separados del mundo natural, pero no es que las enfermedades se vayan, sino que las tenemos bajo control”, dice. “En cuanto recortamos los gastos de prevención, vuelven.”
En este momento, tampoco hay dinero. En lo que va de 2016, el zika le costó a la economía de Puerto Rico más de 30 millones de dólares en pérdidas de ingresos por turismo; un desastre para la isla, posiblemente a semanas de entrar en default por un pago de deuda de 800 millones de dólares. Durante el tiempo que pasé en la isla, en abril, la edición del domingo de El Nuevo Día, el diario principal, informa que la crisis del sistema de salud empeoró tanto que una de las cinco compañías contratadas para proveer salud a las personas con ingresos bajos amenazó con salirse del programa. Algunas empresas que proveen servicios que van desde comida para prisiones hasta recolección de neumáticos usados, una medida vital para reducir los espacios de reproducción de mosquitos, han emitido un ultimátum parecido.
Algunos funcionarios del gobierno con los que hablé aseguran que estos asuntos han sido resueltos rápidamente y, de hecho, tanto las compañías de salud como las empresas de recolección de basura recibieron el pago por sus servicios poco tiempo después de hablar en público.
Sin embargo, estas cuestiones revelan una disfunción mayor que antecede al zika o incluso a la deuda de Puerto Rico. Durante 64 años, Puerto Rico construyó su economía ofreciéndose como un paraíso fiscal para compañías americanas. Si bien explotar varios incentivos impositivos ayudó a desarrollar la infraestructura física y social de la isla, no se suponía que debía proveer una estabilidad económica duradera. Al contrario, “tenemos compañías de muchos millones de dólares cuyo dinero no se queda en Puerto Rico ni un día”, dice la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulin Cruz, que señala que las corporaciones estadounidenses sacan más de 34.000 millones de dólares para enviarlos a bancos offshore. Esto hizo que Puerto Rico se volviera aún más dependiente de Estados Unidos, y que no pudiera crear un modelo económico sustentable como el de los estados del continente. Y eso, a su vez, acentúa aún más su incapacidad de lidiar con el zika.
Mientras espera que el Congreso apruebe los fondos de emergencia, lo cual podría llevar meses por el receso del verano boreal, Puerto Rico tiene que contar con donaciones privadas para preservativos y repelente de mosquitos en los “kits de prevención del zika”. El New York Times informó hace poco que la Fundación CDC, una institución benéfica privada que apoya el trabajo del CDC, sólo reunió 1,7 millones de dólares para detener la epidemia del zika, en contraste con los 55 millones que juntó para el ébola. Sólo las nuevas trampas para mosquitos, dice Rullán –ex secretario de salud de la isla–, le costarían a Puerto Rico 20 dólares cada una. Cada casa necesita tres. “Eso da 60 millones de dólares. Después, hay que decidir si se va a tratar con tanques o medidores de agua. Y si se va a usar larvicida aéreo, que requiere helicópteros. Y eso cuesta millones.”
Rullán es un médico que fue convocado para aconsejar al gobernador de Puerto Rico en cuanto al zika, y está frustrado. “Puerto Rico tiene la mejor oportunidad para probar que podemos eliminar esta enfermedad, pero hay que empezar ahora con una estrategia.”
En una conferencia de expertos en el control de vectores, a fines de mayo en San Juan, Rullán habló con el director del Centro de Control de Mosquitos de los Cayos de Florida, que tiene 71 empleados a tiempo completo y 39 a medio tiempo, y recibe fondos estatales. Los Cayos alojan 40 especies de mosquitos, incluyendo el Aedes aegypti. Hace poco, luego de que una persona llegara con dengue, los funcionarios locales desplegaron toda su infraestructura de control de mosquitos para contener la expansión de esa enfermedad. Ahora, dice Rullán, los Cayos están igualmente preparados para el zika, aunque todavía no tienen un caso confirmado.
“Tuvieron cinco casos de dengue hace cuatro años y por eso tiraron larvicidas y pusieron trampas: tomaron estas medidas para reducir las fuentes, y empezaron a trabajar en un plan de seis meses para reducir los mosquitos”, dice. “Nosotros no tenemos ninguna agencia de control de mosquitos, pero lo que sí tenemos son más o menos 30.000 casos de dengue por año, y probablemente 85.000 casos de zika, y 139 mujeres embarazadas con zika en la sangre. Y sin embargo no tenemos un control de vectores, ningún anuncio de servicio público y ningún financiamiento, salvo que empiece a aparecer de algún lado. Así que, ¿cómo creés que me siento cuando hablo con el tipo de Key West? Llega un punto en el que decís: ¿les importa Puerto Rico?”
Funcionarios de salud pública como Frieden o Fauci se cuidan mucho de incluir a Puerto Rico en Estados Unidos, aunque, como dice Fauci: “En términos del zika, Puerto Rico es más como Brasil que como el continente de Estados Unidos”. Se refiere a la escala del brote, pero aun así hay algo no dicho que hace difícil que se considere a Puerto Rico como un territorio tan “estadounidense” como Florida. “El modo en que Estados Unidos lidió con el zika en Puerto Rico dice mucho sobre cómo Estados Unidos ve a Puerto Rico”, dice la alcaldesa Yulin, que es una de los muchos puertorriqueños que ven la mano invisible del colonialismo incluso en la negativa del gobierno de detener la epidemia.
“No lo ven, entonces no está”, dice Rullán. “Pero está. Hay una enorme masa de hielo debajo de la superficie.” Se pregunta cuándo le va a empezar a importar a alguien.
“Necesitás que nazcan un par de bebés acá en el continente para que la gente diga: ‘¿Por qué no hicieron nada?’”, dice Fauci. Las propuestas actuales de financiación en el Senado no le darían a Puerto Rico lo suficiente. “Y eso es un problema”, dice.
Janet Reitman
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