Zelaya: el pasaje del Abasto donde se respira teatro independiente
Con la apertura de la ex casa del dramaturgo Federico León como sala de experimentación (Zelaya), esta calle de apenas dos cuadras concentra cuatro salas teatrales bien distintas
Zelaya es uno de los pasajes de Buenos Aires. En la ciudad hay más de 100, que no llegan al 10 por ciento del total de calles existentes. Algunos, como Granville, del barrio de Villa Santa Rita, tiene apenas 60 metros por tres de ancho y una torre en construcción con una altura por fuera de lo establecido que tiene a los vecinos en estado de alerta.
Aunque el pasaje Zelaya esté rodeado de las grandes moles de cemento del Abasto, tiene sus particularidades: con apenas dos cuadras de extensión y entre varios retratos de Gardel realizados por el muralista Marino Santa María, hay cuatro teatros. Partiendo de Jean Jaurès hacia Agüero están el Teatro Ciego, El Cubo, Asterión Teatro y Zelaya.
El primero tiene la particularidad de estar a cargo de una compañía experta en contar historias en absoluta oscuridad. El segundo, El Cubo, con una capacidad que puede llegar a las 280 butacas, es una de las salas alternativas con mayor capacidad del circuito. El Asterión Teatro es donde, hasta hace no tanto, funcionó durante más de una década el Espacio Cultural Pata de Ganso. El último es el que adoptó el nombre del pasaje. Y formalmente, ya que la presentación como sala fue anteanoche, es el último espacio escénico de estas dos cuadras que se toman un respiro del ruido urbano y el caos vehicular.
Si las otras tres salas tienen sus carteles, sus respectivos anuncios y sus luces como indica cierto protocolo de la arquitectura teatral, Zelaya solo tiene la chapa de la numeración, 3134, y un timbre. Fue, hasta hace poco, la casa de Federico León, el cineasta, director teatral, dramaturgo y actor de una tremenda capacidad creativa (vale recordar obras como Cachetazo de campo, El adolescente y Las ideas; o sus películas Entrenamiento elemental para actores, junto a Martín Rejtman; Todo juntos y Estrellas). En verdad, la hermosa casa con jardín sigue siendo su espacio, ya que él está detrás de toda esta nueva etapa que abrió al público por primera vez en 2015 cuando acá mismo estrenó Las ideas, esa lúcida, radical y lúdica maquinaria escénica que indaga en los límites entre realidad y ficción.
En 2004 Federico había comprado la vieja casona. Al fondo, detrás del jardín, había una casa vieja que tiró abajo. En el espacio que da al pasaje estaban su cocina y living integrados, su dormitorio y otro cuarto que usaba de escritorio. Atrás construyó su laboratorio-estudio-sala de ensayos-teatro-cine, de techo y paredes de madera, como si fuera parte de una postal patagónica enclavada en la urbe. Ahí mismo probó escenas de varios proyectos que luego se presentaron en los grandes festivales internacionales en tierras muy lejanas a este pasaje de Almagro.
Pero, de a poco, el laboratorio y sala de ensayo le fue ganando a la casa. Fue, reconoce él, un proceso. Un proceso que fue tomando tanta forma, o desplegando tantas formas, que a él no le quedó otra que mudarse a otra casa en Parque Chas. "Cuando me mudé acá había planeado que solo sería mi casa y nada más. Venía de Falsa Escuadra, que había sido mi casa y mi lugar de trabajo, y no quería repetir aquello", reconoce en su living comedor, que ahora tendrá algo de hall como, tal vez, de espacio escénico.
Falsa Escuadra, su antigua casa-teatro que compartía con otros creadores, estaba a unas cuadras de acá. Hasta allí, a la hora indicada, se acercaban cómplices que participaban de verdaderas ceremonias teatrales. También fue un espacio de gestación. De hecho, el baño de Falsa Escuadra fue el que inspiró el espacio escenográfico de Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, aquella obra en el cual madre e hijo convivían en un baño invadido por el recuerdo del padre. "En verdad, desde que vivo solo siempre fue así: el lugar en donde vivo es el lugar de mi creación. Y hay algo imposible en zafar de eso porque mi obra incorpora la dinámica de los lugares, siempre fue así", se sincera.
La casa tomada por un territorio de experimentación y creación ahora se llama Zelaya, a secas. Desde este viernes, el espacio que expulsó a su antiguo habitante entrará en constante transformación. La cocina que da al living seguramente formará parte de un taller de cocina. Su antiguo cuarto es el depósito. El jardín será espacio de lectura o en donde haya alguna experiencia musical acústica (de hecho, ya lo habitó Rosario Bléfari en el verano). Y la sala del fondo seguirá siendo, más aún, un laboratorio en constante reformulación.
Junto a Rodrigo Manuel Pérez y Rocío Gómez Cantero se largaron a darle forma a este espacio con jardín, pileta, varios gatos y enorme portón que da a una calle en modo slow. "Me interesa pensar la programación como una obra en sí misma-apunta, como entablando un diálogo con Elefante Club, actual Los Vidrios, la sala de Lisandro Rodríguez que tiene la forma de un espacio en work in progress permanente-. No vamos a programar siete obras por semana para cumplir un cupo. Pondremos lo que tengamos ganas y que cada una tenga alguna relación con el lugar y con las otras cosas programadas".
Los viernes, a las 20, Fernando Martín Peña presentará en vivo el ciclo Un diccionario de cineastas. "Ya lo hicimos en verano y tuvo momentos mágicos, porque es la intimidad de un coleccionista compartiendo su archivo en algo que tiene de miniclase de cine mientras él cambia las latas a la vista de todos", cuenta Federico.
Él, a partir del sábado de la semana próxima, repondrá Las ideas, el montaje que nació en la sala del fondo que ya ha pasado por grandes salas europeas y que vuelve a donde nació cuando este espacio era su casa y no una casa tomada por el teatro. Cuando la directora y escritora Romina Paula conoció el jardín, decidió que era un buen lugar para presentar allí Cimarrón, el montaje que estrenó en el sótano del Teatro Argentino, que luego repuso en el Teatro Cervantes y el cual, desde el miércoles próximo, habitará el jardín, cuyos verdaderos dueños parecen ser los tres gatos. Ahí mismo, con entrada gratuita, los jueves, la actriz, directora y escritora Agostina Luz López curará un ciclo llamado "Lecturas en el jardín". Y vendrán seminarios y talleres y cursos y creadores y públicos mezclados en un formato "acústico-íntimo".Federico León imagina otro ciclo de obras cortas ya estrenadas que se complemente con especies de tráileres de obras en proceso y con cineastas programando la sala.
Zelaya -sin carteles, sin luces en su fachada, pero con jardín, con pileta y con gatos- suma su oferta artística a una calle que, aunque parezca una humorada, tiene la mayor densidad de salas teatrales de todas las calles de la ciudad.
Lo que se viene en Zelaya
Dónde
Zelaya queda en Zelaya 3134, 4865-3987. La programación puede conocerse en el sitio Alternativa Teatral y en Facebook (Zelaya) y @3134Zelaya, en Twitter.
Lo que se viene
El ciclo "Un diccionario de cineastas", por Fernando Martín Peña, los viernes, a las 20.
Las ideas, con Federico León y Julián Tello, desde la semana próxima, irá los sábados y domingos, a las 20.
Cimarrón, de Romina Paula, desde el 18 de este mes, irá los miércoles y jueves, a las 21.
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