Zarko Prebil: el maestro de baile que fue sinónimo de Don Quijote
Con paso firme, sobre sus zapatos de charol, llegaba hasta el lugar exacto de la escena donde quería poner su marca. Corregía a los bailarines rigurosamente y en tono enérgico, con la gestualidad de un italiano apasionado, aunque ese par de encendidos ojos azules correspondiera a la estampa de un croata robusto, ya canoso. Después tomaba nuevamente distancia para evaluar el baile y daba a conocer su veredicto, sin titubeos. Era muy exigente, tanto como experto -y por eso respetado- en su materia: el repertorio de ballet académico. El coreógrafo croata Zarko Prebil, indiscutido sinónimo de Don Quijote en nuestro país, murió el domingo por la mañana en Roma, a los 82 años, cuando le realizaban una intervención quirúrgica. Kitri y Basilio ya no serán los mismos.
Su estrecha relación con el Teatro Colón se remonta a 1980, cuando repuso por primera vez para el Ballet Estable su obra maestra, sobre la original de Gorsky-Petipa, y con Ekaterina Maximova y Vladimir Vasiliev en los roles principales. Esta versión de Don Quijote se incorporó como uno de los grandes valores del repertorio del Colón, donde se vio por lo menos una decena de veces, aunque en las temporadas más recientes se eligieran otras variantes para este título, firmadas por los sucesivos directores de este cuerpo de baile. "La obra se hizo parte de mí", decía en italiano la última vez que estuvo aquí, hace seis años, preocupado por el devenir de una compañía que estaba entonces fuera de su casa, a la quería muy especialmente. También trabajó para el Colón en El Cascanueces y, a comienzos de este siglo, fue por un breve lapso director del Ballet del Teatro Argentino de La Plata.
Como Maya Plisetskaya, Prebil estudió con Marina Semionova y fue un reconocido intérprete en la Ópera de Zagreb primero y más tarde en San Petersburgo. En el Instituto del Estado para el Arte del Teatro, de Moscú, se formó como maestro de baile, coreógrafo y repositor, labores que ejerció con prestigio y amplio desempeño en la Ópera de Roma. En la Academia Nacional de Danzas de esa ciudad, donde residía desde 1968, enseñaba técnica y metodología. Él mismo contaba que allí sus alumnos le decían "maestro Prebil, el rígido". Generaciones de bailarines recordarán su huella imborrable.
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