Adentro del blog que les dio voz a las víctimas de violencia machista y contribuyó a un cambio cultural en la escena
El 20 de abril, la página web Ya No Nos Callamos Más publicó el testimonio anónimo de una fan de Pez que relataba una situación de abuso sexual protagonizada por Franco Salvador, baterista de la banda. “Charlamos, fumamos, era tarde, me dormía sentada, nos invitaron a quedarnos, ahí es cuando Franco me habla, me dice que me acueste, lo hago, realmente no podía moverme para irme a dormir a otro lado”, dice el relato. “En el momento que me acuesto comienzo a dormirme, siento su mano en mi vientre, lo saco, me fui quedando dormida. Cuando me despierto, me había sacado el pantalón y tenía la bombacha bajada.”
Una semana después, un segundo testimonio involucró en una escena similar a Salvador y al cantante Ariel Minimal. En ese posteo, una mujer, también de identidad reservada, relata cómo fue agredida y forzada a tener relaciones sexuales en otra habitación de hotel, en 2012. La banda primero negó de plano las acusaciones a través de un comunicado, y luego reconoció las escenas (“no el guión”) en una entrevista con Rolling Stone, además de asegurar que esa primera declaración pública había sido escrita por su abogada, y que no representaba la verdad del grupo.
Un par de meses antes, en febrero, un alerta había señalado a Guillermo Ruiz Díaz, baterista de El Mató a un Policía Motorizado, como “abusador, cocainómano manoseador y violador” (no incluía la descripción de ningún episodio), mientras que dos relatos publicados en mayo apuntaron contra Joaquín Levinton, de Turf, por violación, y contra Juano Falcone, de Don Osvaldo, por una situación de acoso. Después de eso, la página entró en un stand by anunciado de un mes: desde el 7 de mayo y hasta el cierre de esta edición, no recibió ni publicó mensajes.
Esta última ola de testimonios se suma al historial que esta “red sorora” viene acumulando desde el 15 de abril de 2016, cuando Mailén Frías denunció que Miguel del Pópolo la había violado dos veces en su habitación, cinco días antes. El video de la denuncia se hizo viral y La Ola Que Quería Ser Chau, la banda de Del Pópolo, perforó las fronteras del indie en el mismo instante en que se disolvía. La imagen temblorosa de Mailén relatando el abuso llegó hasta otras chicas que vieron en su relato una oportunidad: la de hablar también. Un mes más tarde, varias de ellas convocaron desde Facebook a una concentración en Plaza de Mayo con el lema “Basta de abusos en el rock y en todos lados”.
“Hay pruebas de sobra de los niveles de violencia a los que somos expuestas cuando mostramos nuestra identidad”, dice Ariell, fundadora del sitio, sobre el anonimato de las denuncias.
Ya No Nos Callamos Más es al mismo tiempo una consigna, una revolución, un espacio de contención y una red de alerta y difusión de testimonios de violencias y abusos. Como idea ya latía en esas primeras denuncias que Ariell Carolina Luján radicó en soledad contra Cristian Aldana en 2010, a los 19 años, y en el blog en el que otra de las denunciantes de Aldana contó su experiencia públicamente, en octubre de 2015, seis meses antes del video de Mailén. Pero como espacio autoconvocado y página de difusión de testimonios, YNNCM nació formalmente hacia mediados y fines de 2016, en medio de un nuevo clima de época en el que muchas mujeres (y algunos hombres) se animaron a denunciar a quienes las habían violado, abusado y maltratado.
Ariell Carolina Luján estuvo vinculada con Cristian Aldana desde los 13 hasta los 19 años. Fue su “pareja” a partir de los 16 e incluso vivieron juntos durante un tiempo. Fue también la primera mujer en denunciarlo por abuso sexual, violencia de género y contagio de enfermedades de transmisión sexual. Ella armó el wordpress Ya No Nos Callamos Más y lo administró hasta abril de este año. Ahora la administración es anónima y ella colabora desde afuera cuando cree que es necesario. “Lo creé para poder subir todas las visibilizaciones que surgieron después del encuentro en el Obelisco y luego sumé a una amiga estudiante de abogacía para que lo editemos y manejemos juntas, porque llegaban muchos textos y era realmente un arduo trabajo editar, subir y contestar sola”, cuenta ahora a Rolling Stone en un intercambio por escrito. “Le fuimos dando forma conforme iba pasando el tiempo y veíamos lo que faltaba, armamos una red de profesionales con abogadxs y psicólogxs para poder ofrecer orientación a quienes lo necesitaran, información útil y real sobre cómo denunciar y protegernos de las represalias que accionan los violentos al ser escrachados.” El eje, explica, siempre fue el mismo: las voces de quienes cuentan sus historias.
En estos dos años, la página se convirtió en el canal más importante de visibilización de las violencias, y no solo del mundo del rock: los más de 250 testimonios publicados hasta ahora involucran a músicos, periodistas, docentes, militantes políticos, etc. “Cuando nos escriben, lo primero que hacemos es dar datos de lugares o profesionales donde lxs puedan orientar y asistir, respondemos dudas y recién luego de vincularnos de esta forma publicamos”, explica Ariell sobre el proceso. Aunque cada persona elige el modo en que visibiliza su historia, desde la página recomiendan hacer un “alerta”: un texto breve que resuma lo que sucedió y nombre, apellido y foto de la persona denunciada. “Esa es la forma más segura de escrachar y de cuidarnos entre todxs. Escribir un testimonio puede llegar a generar una revictimización muy peligrosa y tener a cientos de personas ignorantes opinando estupideces sobre lo que pasó por nuestros cuerpos y psiquis, además de que el violento se dé cuenta con precisión quién está visibilizando y pueda hostigar, aparecer en su casa, amenazar, enviar a sus amigxs o familiares, etc. Si bien sabemos que es liberador contarlo en las redes y lo apoyamos, no es el método que recomendamos hoy.”
La mayoría de los testimonios publicados son anónimos. Desde la red, siempre consideraron que el anonimato era una herramienta de supervivencia: “Hay pruebas de sobra de los niveles de violencia a los que somos expuestas cuando mostramos nuestra identidad”, aclara Ariell. Creer, explica, es una postura política y crítica hacia el sistema judicial. “No lo hacemos porque somos ‘buenas’, sino porque creemos en la potencia de crear lazos de confianza, escucha y autodefensa”, agrega.
Todas las denuncias de YNNCM son distintas, pero comparten algo: lo que está en el centro de la escena es la idea misma de consentimiento, ese momento en que una persona dice no –con el habla o con el cuerpo– y es avasallada. Ese momento, también, en que una persona no puede decir ni sí ni no, porque está inconsciente o es muy chica o está en una situación de vulnerabilidad.
“El consentimiento es una figura que en Argentina nunca tuvo mayor peso, no era un tema del que se hablara, por ejemplo en los 90, pero sí se veía en las películas estadounidenses, donde las figuras de juicios de violaciones y abusos tenían que ver con el punto de que la víctima no estaba en un estado en el que pudiera consentir la relación”, explica Miriam Maidana, psicoanalista, docente e investigadora en la UBA. Maidana lleva muchos años trabajando con víctimas de abusos y violencia en su consultorio y en el hospital. “Creo que la página destapó una realidad que hasta acá estaba como incorporada y no era tenida en cuenta. Puso en el tapete que hay quienes utilizan cierto acceso y cierta posición de poder para ciertas conductas de satisfacción propias. Me parece que a partir de ahí algo se pudo empezar a discutir.”
Cristian Aldana está preso desde el 22 de diciembre de 2016, procesado por “abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante en concurso ideal con corrupción de menores reiterado en siete oportunidades”, un delito que contempla una pena de hasta 20 años de cárcel. Su juicio oral comenzó el 22 de mayo. El camino para llegar hasta esa instancia fue largo y revictimizante: antes de que la justicia actuara, Ariell Carolina Luján lo denunció tres veces sin obtener ni una respuesta. Cuando armó la página, Aldana todavía estaba libre y organizaba fechas para tocar. En mayo de 2016, disfrazado de monja y empuñando su guitarra, Aldana irrumpió en una pequeña concentración convocada por sus víctimas en el Obelisco, cantando la canción de El Otro Yo “Le grito al mundo” y calificando a las denunciantes de “feminazis”.
“Para ir a la Justicia hay que estar preparada, hay que estar lista”, dice Maidana en referencia a por qué muchas víctimas evitan la judicialización. “Tiene que haber un acompañamiento psicológico, un acompañamiento legal, tienen que ser abogadas del palo, que de alguna manera puedan escuchar y apoyar a las mujeres. Se trata de pensar cómo quedó esa persona tras el hecho y acompañar. La denuncia se hará cuando se pueda: a veces no se puede en el momento y a veces no se puede por años.”
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