Desde sus inicios en la televisión a su temprana consagración en el cine, el actor tuvo que superar varios obstáculos, incluidos algunos enfrentamientos con la ley, para emprender su propio camino
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No es fácil huir de las etiquetas, pero escapando de ellas, muchos intérpretes logran perdurar en Hollywood. Y Woody Harrelson es un buen ejemplo de eso. El actor que hoy estrena el film Venom 2: Carnage liberado, supo construir una carrera de personajes atípicos, que combinó con su marcado compromiso por distintas causas sociales. Y esa mezcla lo transformó en uno de los nombres más auténticos de una industria en la que muchas veces, nadie quiere asumir demasiados riesgos ni dentro ni fuera de la pantalla.
Una infancia difícil
La vida de Diane Lou Oswald dio un vuelco muy importante cuando conoció a Charles Harrelson. Ella era una secretaria dedicada a su trabajo y él un buscavida, cuyo pasado laboral incluía vender enciclopedias, como también realizar algunos papeles pequeños en cine y televisión. La pareja recibió en 1961 a Woodrow Tracy Harrelson, uno de sus tres hijos y futuro actor popularmente conocido como Woody Harrelson. La vida familiar prometía normalidad hasta que en 1968, Charles huyó del hogar. Poco tiempo después, fue acusado de asesinar a un vendedor de alfombras, aunque pronto quedó libre por falta de evidencia (sin embargo, una investigación posterior sostuvo que había recibido mil quinientos dólares por ese trabajo, encargado por otro vendedor de la competencia). Sola y sin ayuda de ningún tipo, Diane comenzó a trabajar a destajo y con su sueldo mantenía a Woody y a sus otros dos hijos.
El tiempo pasó y Harrelson fue hallado culpable por un segundo homicidio, que le valió cinco años de prisión. A comienzos de los setenta, un Woody de apenas doce años escuchó el nombre de su padre en la radio, mientras que algunos de sus vecinos se referían a él como un conocido asesino. Puertas adentro, Diane no hablaba mal de su exmarido y jamás lo criticó delante de ninguno de sus hijos. En 1979, Charles Harrelson fue enviado a prisión nuevamente, por otro asesinato, pero de esta ocasión no volvió a recuperar su libertad. Por esos años, Woody era un adolescente que cargaba con saberse hijo de uno de los homicidas seriales más infames de su país, pero gracias a la actuación encontró su propio camino.
A comienzos de los ochenta, Woody combinaba algunos trabajos esporádicos, con su intento de forjarse una carrera en el teatro. Sin embargo, su mala conducta lo precedía y lo llevaba a protagonizar distintos conflictos con la ley. En 1982 fue arrestado por mala conducta en la vía pública y cuando intentaron detenerlo, golpeó a un oficial en la cara. Muy poco tiempo después, ese joven rebelde iba camino a convertirse en una de las caras más populares de la televisión.
Cheers, el primer hito de su carrera
Luego de un pequeño papel en Wildcats, una película con Goldie Hawn estrenada en 1986, Harrelson se presentó a un casting para interpretar a Woody Boyd, el nuevo barman del bar en el que transcurría Cheers. El actor Nicholas Colasanto, que actuaba en esa sitcom, había fallecido y era urgente reemplazarlo con otro personaje. De este modo, en el primer episodio de la cuarta temporada (titulada “Birth, Death, Love and Rice”), Woody Harrelson se unía formalmente a una de las comedias televisivas más populares de la década.
Gracias a su trabajo en Cheers, su carrera tomó un inesperado envión. Durante seis años, Harrelson formó parte de esta exitosa comedia, que llegaba a millones de hogares no solo de los Estados Unidos, sino de todo el mundo. Pero al intérprete lo preocupaba la posibilidad de quedar encasillado en ese rol y en una entrevista confesó: “Durante todos los años que estuve en Cheers, no podía encontrar otro trabajo. Entonces no me quedaba más remedio que resignarme a pensar que mi carrera había llegado hasta ahí. Pero por fortuna, en 1991, pude participar en Doc Hollywood, y al año siguiente en Los blancos no saben saltar. Así que afortunadamente pude hacer una transición, aunque durante mucho tiempo pensé que todo se iba a terminar. Realmente quería expresarme mucho más y no pasarme la vida diciendo “¡qué buen personaje fue el que hice en Cheers!”.
Harrelson demostraba su talento en cualquiera papel que interpretara. Comedia, drama, incluso acción, cualquier proyecto parecía potencialmente mucho más interesante, en la medida que sumara al actor. Los blancos no saben saltar fue un notable éxito de taquilla y en 1993, la llegada de Propuesta indecente, mostró otra cara del intérprete, inmiscuido en un film que poco tenía que ver con el alegre espíritu de Cheers. Ese título impulsó la fama de Harrelson, que en ese punto se revelaba como otro miembro del selectísimo club del que también formaban partes Robin Williams y Bruce Willis, rostros televisivos que habían sido capaces de hacer una exitosa transición hacia la anhelada pantalla grande.
Cheers terminó en 1993, y en 1994, Woody encontró un enorme desafío gracias a Oliver Stone. Asesinos por naturaleza era un proyecto al que todos le prestaban mucha atención en Hollywood. El film retrataba el violento raid de una pareja de delincuentes, interpretada por Harrelson y Juliette Lewis. En una nota, Stone recordó por qué eligió al actor como su estrella principal: “Me gustó mucho en Los blancos no saben saltar. Estuvo increíble y su actuación fue muy subestimada. En ese personaje, tenía la habilidad de interpretar a un tipo no muy astuto, pero con una mirada brillante y ojos demoníacos. Al público eso le gustaba. Él venía de una infancia muy difícil, que poco tenía que ver con el tipo que veíamos en Cheers. Aunque puede que sea alguien muy violento, y que por eso le guste tanto el yoga”. Como era de esperar, Asesinos por naturaleza tuvo una performance extraordinaria en la taquilla, y Harrelson logró una actuación salvaje, que quizá para muchos, representaba algo de su esencia.
Hollywood sí, pero a su manera
A mediados de los noventa, Harrelson era reconocido no solo por ser uno de los grandes artistas de su generación, sino también por ser un hombre de encendidas opiniones y ciertos roces con la justicia. En 1996, fue arrestado en un confuso episodio en el que simuló plantar marihuana. El actor llamó personalmente a las autoridades y les dijo lo que pensaba hacer, algo que derivó en que fuera llevado a prisión. Luego de pagar una fianza de doscientos dólares, Woody fue liberado ese mismo día, y a la salida de la comisaría firmó autógrafos y posó para cuanta foto le pidieron. Ese hecho marcó el comienzo de una militancia muy activa en lo referido a la legalización de la marihuana, una causa que al día de hoy lo tiene como uno de sus principales referentes. Sobre este tema, Harrelson dijo en una entrevista: “Esto tiene que ver con las libertades personales. En este país, deberíamos tener el derecho de hacer lo que quisiéramos, en la medida que eso no signifique dañar a un tercero. Setenta y dos millones de personas fumaron marihuana en nuestro país, y ninguno de ellos debería ser tratado como un criminal”.
La actitud esencialmente contestataria de Woody, quien en varias oportunidades se reconoció como anarquista, lo llevó a modelar una carrera única, muchas veces componiendo a personajes que coqueteaban con los extremos de lo permitido. Ficción y realidad, parecían íntimamente ligadas y Harrelson forjaba un camino a la altura de sus propias inquietudes. Y en esa búsqueda, apareció otro film que lo consagró, Larry Flint, el nombre del escándalo.
Dirigido por Milos Forman, este título contó la vida de Larry Flint, creador de la revista erótica Hustler. Según lo retrata el largometraje, Flint era un defensor de las libertades individuales, que no dudaba de ponerse en su contra a todo el sistema judicial de los Estados Unidos. Era alguien atravesado por los grises, pero también un pionero en lo referido a la revolución sexual. Por este trabajo, Harrelson fue elogiado por la prensa de manera unánime, ganó numerosos galardones y hasta estuvo nominado al Oscar. Sin lugar a dudas, el de Larry Flint, el nombre del escándalo fue su trabajo consagratorio.
Un camino único
El siglo XXI encontró a Harrelson convertido en un referente de varias causas que otras estrellas de la industria apenas atendían. El veganismo, la lucha por la legalización de la marihuana, su compromiso con el medio ambiente y su postura contraria a la guerra de Irak o a la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán (llegó a comparar a Barack Obama con Richard Nixon) fueron algunas de sus banderas. Mientras tanto, las películas se acumulaban y su trabajo era ampliamente elogiado en títulos como En tierra de hombres, El último show, A Scanner Darkly, Sin lugar para los débiles o El mensajero. Estos proyectos de gran prestigio no le impedían trabajar también en historias con las que se divertía enormemente como 2012 o Tierra de zombis, donde interpretó personajes extravagantes de esos que tanto lo apasionan.
En simultáneo, el actor nunca dejó de protagonizar distintos escándalos, nuevas fricciones con la policía, enfrentamientos con la prensa, o darle difusión a absurdas teorías conspirativas. Pero el golpe personal más duro que recibió fue en 2007 cuando su padre murió. Aunque no se hablaron durante un largo tiempo, con el tiempo ambos retomaron el vínculo, fue en los últimos años que Charles pasó en prisión, la que jamás pudo abandonar. Según reconoció en varias oportunidades, el actor gastó varios millones de dólares en abogados y apelaciones de todo tipo, pero nunca logró sacarlo de la cárcel. Y su muerte, dejó a Woody devastado.
A lo largo de los últimos diez años, Woody Harrelson continúo su camino fiel a sí mismo, que combinó con grandes largometrajes, que se ajustaran a su necesidad de interpretar personajes atípicos o al menos disímiles entre sí. En 2014, True Detective le permitió encontrar otro rol icónico, en un título considerado clave en esta nueva edad de oro de la televisión. Y, ahora, su participación en la secuela de Venom, en donde compone al peligroso Cletus Kasady, es el ejemplo más concreto sobre cómo aún en el género de los superhéroes, Harrelson es siempre el nombre ideal para encarnar criaturas extravagantes.
Entre varios de sus próximos proyectos, figura la miniserie titulada The Most Dangerous Man in America, en donde interpretará a Timothy Leary, figura clave de la contracultura norteamericana y gurú en lo referido al consumo de LSD. Y Harrelson, que alguna vez dijo que “el camino de los excesos, conduce al palacio de la sabiduría”, es sin lugar a dudas la mejor opción para componer a esta figura. Sí, aún con sesenta años, Woody sigue siendo uno de los grandes enfants terribles paridos en Hollywood.
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