Willie Nelson está sentado en un sofá de su casa, una cabaña modesta desde la que se ven sus casi 300 hectáreas en Texas Hill Country, cuando mete las manos en el bolsillo y saca un vaporizador pequeño y cuadrado, le da una pitada, y exhala lentamente. "¿Querés una?", pregunta.
La esposa de Nelson, Annie, apoyando una taza de café sobre una tapa de DVD que hace las veces de posavasos, le contesta. "Tené cuidado con eso, babe", le dice. "Esta noche cantás".
Nelson asiente y lo guarda. Acaba de cumplir 86 años y tiene una historia clínica de enfisemas, así que Annie, que lleva 33 años con Willie, intenta que se cuide los pulmones, especialmente los días de shows. Esto puede ser un problema. "Él es super generoso", dice ella, "y si está con alguien, siempre les quiere ofrecer y fumar con ellos para que se sientan cómodos".
Nelson dice que está fumado "casi todo el tiempo" ("al menos yo espero diez minutos a la mañana", dijo Keith Richards). Su rutina, según dice Annie, es "darle un par de pitadas al vaporizador y después, una o dos horas más tarde, le da ganas de chocolate. Eso lo mantiene activo. No es un montón [de porro]... pero es Willie Nelson". Annie hace poco le compró una versión cara de un bong de gravedad, clásico accesorio de las fiestas adolescentes en Estados Unidos con el que podés meterte un bol entero de porro en los pulmones de una sola pitada. "Podés usar agua helada, que ayuda a enfriarlo", dice Annie. "Y no usar papel también ayuda".
Además de ser el artista de country más legendario del país, Willie Nelson acaso también sea el fumón más legendario del mundo. Antes de Snoop, y de Cheech y Chong, y de Woody Harrelson, allí estaba Willie. El porro lo llevó a la cárcel, y estuvo cerca de convertirlo en un chiste. Pero miralo ahora: sigue tocando cien recitales al año, sigue componiendo canciones, mantiene su curiosidad por el mundo. "Soy como el conejillo de Indias para la gente que se pregunta qué pasa si fumás esta mierda durante mucho tiempo", dice. "O sea, si me pongo a temblar o algo así, no me den más porro. Pero mientras esté bien..."
Años antes de que el porro fuera legal, él hablaba acerca de los beneficios médicos y el potencial económico que tenía la marihuana , si le aplicaban impuestos y usaban las ganancias para la educación. "Es lindo ver que ahora la aceptan, saber que siempre tuve razón al respecto: que no era una droga que matara", dice Nelson. "Es una medicina". Hace una breve pausa, y después cuenta un chiste que contó mil veces. "No conozco a nadie que se haya muerto por fumar marihuana. Aunque tengo un amigo que me dijo que una vez se le cayó un ladrillo de porro en la cabeza, y se lastimó bastante".
La casa de Nelson es una cabaña de cedro, a más de 50 kilómetros de Austin, con una vista panorámica de Hill Country. Eligió este lugar a fines de los 70, y puso cuatro piedras donde quería que construyeran las bases. A través de una calle de tierra se llega a un pequeño pueblo que hizo construir para su película de 1986 Red Headed Stranger. Cerca está su cancha de golf, Pedernales Cut ‘N Putt ("Si no tenés zapatos o estás en cueros, no hay problema"). Esta noche, Nelson va a tocar un recital a beneficio para 300 donantes de Farm Aid; mañana, 3.000 personas vendrán al Luck Ranch de Nelson, para la Luck Reunion, un recital anual que se da durante el festival South by Southwest. Anoche, una tormenta destruyó la propiedad, y hay un equipo de gente trabajando furiosamente para que todo esté listo. Nada de esto parece molestarle a Nelson, que se acaba de levantar. "Es divertido", dice, cuando se le pregunta si le afecta todo el nerviosismo. ("Willie espera que todo esté bien", dice su amigo Steve Earle. "Es bastante tranquilo, así que los demás se esfuerzan por no crear dramas alrededor de él. La organización funciona así").
Cuando estás sentado con Nelson, te acostumbrás a los silencios largos. "Oh, tocando un poco", dice cuando le preguntás en qué anduvo últimamente. También acaba de terminar un disco, Ride Me Back Home. La primera canción trata sobre 60 caballos que hay en su propiedad, que compró en un remate y salvó de que los mataran. Nelson ya me había mostrado algunos de los caballos cuando lo visité hace cinco años. "Billy Boy sigue ahí", dice. "Perdimos a Roll Em Up Jack. A la mula Wilhelmena también. Eh, la picó una serpiente. Babe, ¿tenés ese café con CBD?"
Nelson se refiere a Willie’s Remedy, el café que vende su compañía de cannabis, Willie’s Reserve. La idea de un negocio de marihuana empezó hace un par de años; Nelson tenía bronquitis y no podía fumar, así que Annie empezó a hacerle chocolates con porro. La receta pasó por un proceso de ensayo y error: Nelson al principio comía demasiadas y quedaba muy drogado, así que ella tuvo que bajar la dosis a cinco miligramos. Le dio algunos chocolates a un amigo, y así llegó la idea del negocio. Al principio eran escépticos. "No queremos ser los Wal-Mart del cannabis", dice Annie, que supervisó las negociaciones. Ellos querían mantener la línea de la organización Farm Aid de Nelson, apoyando a las familias de granjeros. Willie’s Reserve ahora está disponible en seis estados, y resultó ser "bastante lucrativo", dice Nelson. No fue fácil, puesto que la droga sigue prohibida a nivel nacional. "Las regulaciones cambian como un camaleón", dice Annie. "Los comestibles son más difíciles [de producir legalmente] que la flor. Tenés que tener cocinas específicas. Tenés que tener licencias específicas que demoran años."
El cargo oficial de Nelson es "Catador oficial en jefe". La compañía incluso tiene tarjetas. Él explica: "Si encuentro algo que es muy bueno, yo digo: ‘Esto es muy bueno’." A pesar de 65 años de consumo de marihuana, Nelson no es un experto; cuando le pregunto por su cepa preferida de Willie’s Reserve, se encoge de hombros. Su célebre reserva oculta –el porro que solía guardar en una caja para almuerzo Hopalong Cassidy en el micro de gira– consiste en una mezcla de estilos al azar que le dieron fans o que la gente tiró al escenario. La vicepresidenta de Willie’s Reserve Elizabeth Hogan lleva años tratando de entender qué tipo de porro le gusta a Nelson. La respuesta, dice Hogan, en general es: "Me gustan todas", o "El porro es como el sexo; siempre es bueno, y a veces es muy bueno". ("Es más de la línea sativa", dice Annie. "De por sí él es gracioso, así que se pone aún más gracioso").
El porro es la droga exclusiva de Nelson desde más o menos 1978, cuando dejó los cigarrillos y el whisky. Había tenido cuatro veces neumonía, y las resacas se habían puesto horrendas. Además, podía ser un borracho peligroso. "Tenía un paquete de 20 de Chesterfields, y los tiré todos, y me armé 20 porros bien gordos y los puse todos ahí", dice. "Desde entonces, no fumé un solo cigarrillo. Tampoco tomo demasiado, porque una cosa me hace querer la otra: me fumo un cigarrillo, me quiero tomar un whisky. Me tomo un whisky, quiero un cigarrillo. Así soy yo. No puedo hablar por los demás".
No tiene ninguna duda de dónde estaría sin el porro: "No estaría vivo. Me salvó la vida, realmente. Si hubiera seguido tomando alcohol y fumando como cuando tenía 30 o 40 años, no habría vivido hasta los 85. Y probablemente hizo que mucha gente dejara de querer matarme; como cuando estaba borracho, dando vueltas".
Nelson usa mucho las frases "borrar" [delete] y "adelantar" [fast forward]. Es el título de una canción suya reciente, y significa perdonar, olvidar, y seguir adelante, una forma de atravesar momentos dolorosos. El porro, dice, lo ayuda a borrar y adelantar. "No te preocupás tanto por las cosas. Eso que dicen del corto plazo es probablemente cierto, pero también es probablemente algo bueno para vos".
¿A qué te referís con lo del corto plazo?
Dicen que la gente que fuma porro tiene una memoria de corto plazo. Quizás es bueno eso, ¿no?
¿Por qué?
Porque de otro modo empezás a acordarte de un montón de cosas negativas que no tenés que recordar. Y después terminás tomando whisky de nuevo.
Así que el porro te ayuda a olvidarte de cosas en las que no querés pensar.
Sí. Lo más importante es que no hay nada que yo pueda hacer con lo que ya pasó. Y nada que pueda hacer con lo que va a pasar. ¿Pero ahora? Puedo intentar controlarlo todo.
¿Hay veces en las que no te acordás de cosas que te gustaría acordarte, pero estás fumado?
Probablemente sí. Pero me olvidé.
***
Nelson fumó su primer porro en 1954. Vivía en Fort Worth, y trabajaba como músico y disc jockey radial, y una noche había visto la audiencia de Joseph McCarthy en el Senado cuando un músico local llamado Fred Lockwood lo invitó a salir a "fumar té". A Nelson le daba miedo probar. "El gobierno de Estados Unidos... decía que te podías volver loco... robar un banco y asesinar a gente inocente", escribió en Willie: An Autobiography, de 1988. Nelson pensó que era mejor idea quedarse el porro, hacer una parada en el camino a su casa y fumarlo después. Pero no pasó nada.
"Me llevó seis meses estar de verdad fumado", dice. Tomaba un montón de Jack Daniel’s y fumaba un montón de cigarrillos, "así que no me daba cuenta de cuándo estaba fumado y cuándo borracho". Pero siguió intentándolo, y una noche estaba tocando en Fort Worth cuando "finalmente me di cuenta de que me estaba pegando", dice.
Nelson sospecha que había fumado porro cuando era más chico –su primo le había compartido un "cigarrillo para el asma" recetado por un médico, una vez que estaban pescando–. El cannabis a veces se conseguía en farmacias y en salones de baile, hasta que Franklin D. Roosevelt esencialmente lo prohibió en 1937; Harry Anslinger, el comisario del Federal Bureau of Narcotics, declaró que el cannabis se estaba expandiendo desde el sudoeste de Estados Unidos para volverse una "amenaza nacional". Con México del otro lado de la frontera, era más fácil conseguir porro en Texas que en cualquier otra parte. Pero "si te agarraban con una semilla, te daban 20 años", dice Johnny Bush, amigo de Nelson. Bush recuerda un amigo llamado Hank que trabajaba de cameraman en San Antonio. Un policía le encontró un porro en el bolsillo a Hank. "Le dieron 20 años", dice Bush, "y cumplió con cada día de esa condena".
Si les preguntás a los amigos de Nelson acerca de algunos pioneros del porro en la música country, aparece siempre el mismo nombre: JR "Chat the Cat" Chatwell, un violinista prominente que le contagió a cada músico que pudo su amor por el porro. Fumaba desde los años 20, e incluso había grabado una canción sobre el porro, "Mary Jane", en 1941, con su grupo The Modern Mountaineers ("Una bonita chica llamada Mary Jane me tiene en sus manos/ No me importa, porque ahí es donde me quiero quedar"). Chat manejaba hasta Laredo y la frontera para comprar porro, e incluso fumaba en los recitales. Había hecho que el director de orquesta tejano Doug Sahm se hiciera fanático del porro y de sus sofisticadas variedades en San Antonio a fines de los 50. Años después, Sahm apareció en las oficinas de Rolling Stone en San Francisco con una valija llena de diferentes cepas de marihuana, según dijo el fundador de Rolling Stone Jann S. Wenner, un concepto totalmente diferente en esa época.
Otros músicos eran más discretos. A principios de los 60, Nelson salió de gira como bajista de Ray Price, el talentoso cantante de country. "Una vez fui a su hotel, y noté que tenía una toalla abajo de la puerta", dice Nelson. "Le dije: ‘Hijo de puta’, y entonces dejamos de ocultárnoslo entre nosotros". Al porro que fumaban en esa época le decían "sucio porro mexicano". Podías comprar una "lid", una lata de tabaco con alrededor de 30 gramos, a un precio de 10 a 20 dólares.
En las giras, el porro era una herramienta para contrarrestar otras sustancias. Bush recuerda que Nelson y él tomaban "bennies" (bencedrina, una vieja anfetamina) para hacer viajes en auto que a veces eran de 700 kilómetros entre un recital y otro, "atabas un remolque al auto, y ponías a cuatro músicos ahí", dice Bush. "Estabas con el efecto de los bennies y no tenías hambre. Después fumabas un poco, y de repente te volvía el apetito y te podías dormir. Era un ciclo".
Nelson tenía su propio ciclo. "Yo tomaba mucho", dice. "Y eso te da pensamientos negativos. Empezás a pensar en todo lo que está mal, y entonces te tomás otro trago así te ponés mejor. Y no se pone mejor". Nelson se pasó la mayor parte de los 60 en Nashville, componiendo hits para otros artistas, como "Crazy" y "Night Life". Pero quería tener éxito por sí mismo. Es famosa la anécdota de la vez en la que un Nelson desalentado se emborrachó y se acostó en medio de la calle principal de la ciudad, sin importarle que lo pisaran. También está la historia de la vez en la que su segunda esposa, Shirley, recibió una factura de hospital por el nacimiento de una hija que él había tenido con la que sería su tercera esposa, Connie. Su hermana Bobbie atribuye sus épocas oscuras al alcohol: "No aguantamos bien el alcohol. Yo quizás puedo tomar algo de vino, pero Willie no sabe tomar".
"A él le sale el lado oscuro", dice Bush. "Tiene los ojos marrones, pero se le ponen marrón oscuro, ¿me entendés? No se ponía malo físicamente, sino un poco sarcástico".
Las verdaderas aventuras de Nelson con las drogas empezaron cuando se mudó a Austin en 1971. Se dejó el pelo largo y comenzó a tocar recitales en los que se reunían hippies y cowboys conservadores. "Cuando Willie Nelson volvió a mudarse a Texas, dejaron de pegarme", dice Earle. "Yo tenía el pelo largo y botas de cowboy, y la gente se ofendía. Willie se muda, y de repente, a los dos años, yo estaba ahí en el campo escuchando los mismos grupos que los tipos que solían cagarme a palos. Mi hobby en la secundaria era mostrarles el LSD a los cowboys, y eran muy agradecidos".
"Yo soy un tipo bastante experimental", escribió Nelson en su autobiografía de 1988. En los 70, experimentó con alucinógenos. "Durante el corto período de tiempo en el que lo consumí, el ácido me enseñó cosas profundas", escribió Nelson. "Una fue que no tengo que tomar ácido y tratar de tocar". Dos horas antes de un show, tomó 1.500 microgramos de LSD: "Sentía como si estuviera parado sobre un budín de chocolate", escribió. "Los dedos se convertían en garras sobre la guitarra. Me sentía un hombre lobo". Hoy dice que las drogas alucinógenas "no son para mí. Necesito pensar. Y con algunas de esas cosas no puedo pensar".
A Nelson lo arrestaron varias veces por posesión de porro, pero ninguno de los arrestos implicó mucho tiempo en la cárcel. Tras un arresto en 2010 en Sierra Blanca, Texas, cuando la Policía de Frontera le confiscó 170 gramos, el abogado del condado le sugirió a Nelson que cantara "Blue Eyes Crying in the Rain" en la corte como castigo. Pero la anécdota de arrestos más notable de Nelson fue en 1977. Junto al cantautor Hank Cochran, tenían un par de días libres en la gira, así que se fueron a las Bahamas. El viaje empezó con el pie izquierdo, porque la aerolínea les perdió el equipaje, pero de todos modos se subieron al barco de Cochran. Luego de dos días, decidieron buscar las valijas en el aeropuerto. Un agente de aduanas los estaba esperando con el equipaje de Nelson. El agente le mostró una bolsa de porro que había encontrado en un par de jeans de Nelson. Lo metieron en la cárcel. "Me deportaron. Me dijeron: ‘No vuelvas’". ¿Volvió? Nelson me mira y hace una pausa de un par de segundos. "¡Ni en pedo!"
La siguiente parada de Nelson era la Casa Blanca. Antes del arresto, lo había invitado Jimmy Carter, para quien Nelson había tocado durante la campaña. Le sacaron una foto cuando llegó con zapatillas y un pañuelo en la cabeza. "Oh, se rio", dice acerca de la reacción de Carter por el arresto en Bahamas. "¿Por qué no?"
Esa noche, después de cantar en el Rose Garden, Nelson se fue a dormir con su esposa Connie, en la Lincoln Bedroom. Después, uno de los hijos del presidente le tocó la puerta. "Chip Carter me llevó al sótano de la Casa Blanca, donde está la cancha de bowling", dice Nelson. Después fueron al techo, y se fumaron un porro. Nelson se acuerda de que Carter le describió la vista de los alrededores: el Monumento a Washington, las luces de la avenida Pennsylvania. "Es muy lindo ahí arriba", dice Nelson.
***
Un sábado a la tarde en Austin, hay un par de docenas de personas amuchadas en el Lazy Daze, un café y smoke shop que hoy funciona como tienda pop-up, vendiendo los productos de Willie’s Reserve. Hay un video de un par de cultivadores de Willie’s Reserve, incluyendo a Tina Gordon, una baterista de San Francisco que empezó a plantar en el Emerald Triangle de California, la región más grande de producción de cannabis en Estados Unidos. "Creo que Willie Nelson, y lo que él defiende, resuena en la sociedad", dice ella. "Es una combinación de defender el mundo natural, y ‘echarle la culpa al Sistema’, y me encanta eso". También habla Johnny Casali, que siguió plantando en la granja de sus padres, que incluía plantas de cannabis, y luego recibió una condena de diez años, porque un vecino lo denunció. Ahora volvió a trabajar, cultivando porro para Nelson.
Nelson sabe que es uno de los que tuvo suerte. Se enoja cuando piensa en toda la gente que está presa por porro. El 40% de todos los arrestos por drogas son por marihuana, y los negros tienen cuatro veces más probabilidades de ser arrestados que los blancos. "En gran parte, es porque cae mucha gente que no tiene el dinero para la fianza", dice. "Dejen salir a esas personas, y que trabajen y paguen impuestos".
Nelson ahora habla en el barracón, un espacio de un piso y paneles de madera del otro lado de la entrada de la casa. En MSNBC está Donald Trump. Nelson agarra el control remoto, pero es viejo y está roto, y el botón funciona mal. "Es difícil apagar a Trump", dice Nelson.
Acá es donde Nelson viene a pasar las noches solo. En el medio de la sala hay una mesa redonda de póker ("no te conviene jugar contra él", dice Earle; "no tiene miedo de perder, así que no tiene miedo de apostar, y es difícil ganarle a un tipo así"). Detrás de la mesa, hay un pequeño armario portátil repleto de sombreros de cowboy. Hay un tarro repleto de pelotas de golf, y un aparador lleno de armas. Del otro lado está el estante con los cinturones negros de Nelson en artes marciales. Nelson a veces se queda acá hasta las cinco de la mañana, tomando café, mirando las noticias o un western, componiendo canciones.
Muchas veces tiene prendido su canal de SiriusXM, Willie’s Roadhouse. Ahí escucha a muchos viejos amigos. Johnny Cash, Waylon Jennings, Ray Price. Nelson sacó una canción sobre esos amigos, "Last Man Standing", en 2017. Después, inmediatamente, dejó de tocarla. "No me gusta que mi cabeza vaya a ese lugar". La mortalidad es su tema menos preferido. No fue a los funerales de amigos cercanos, como Jennings y Roger Miller, y se aferra a su costumbre de evitar la tristeza a toda costa. Parece pensar que esa es otra de las razones por las que sobrevivió: "Cuando le metés un pensamiento negativo a tu mente y a tu cuerpo, literalmente te envenena el sistema".
Le pregunto cuál piensa que es su legado. Nelson me mira intensamente. Me pide que repita la pregunta dos veces, hasta que queda claro que simplemente no quiere contestarla. "No lo pensé, la verdad. Creo que ya hay un legado ahí, y que la gente ya tiene su idea. Eso pienso".
Anoche Nelson compuso una canción nueva. Se llama "God Is Love". Me recita una estrofa, haciendo contacto visual conmigo todo el tiempo: "Llévate contigo estas palabras de sabiduría, a todos lados a los que vayas/ Díselas a todas las religiones del mundo, a través de ellas la verdad emergerá/ Pero Dios es amor, y el amor es Dios, eso es todo lo que necesitas saber".
Nelson dice que no ve a Dios como un "tipo grande en el cielo tomando todas las decisiones". "Creo que Dios es amor, y punto. Hay amor en todo lo que existe –en los árboles, el pasto, el aire, el agua. El amor es lo único que hay en todos los seres vivientes. Todo el mundo ama algo: el pasto ama el agua. Eso es lo único que todos tenemos en común, que todos amamos y nos gusta que nos amen. Eso es Dios".
***
Al día siguiente, Nelson le enseña la canción a su banda en el estudio de grabación en Pedernales, un edificio sin nombre en su campo de golf. El espacio tiene una larga historia. Un día, en 1982, Nelson despertó a Merle Haggard, quien se había desmayado después de cinco días despierto, y lo trajo hasta acá para grabar su célebre última estrofa en su dueto "Pancho and Lefty". Para este ensayo, Nelson les avisó a los miembros de la banda con apenas unos días de anticipación. No tenían idea de que iba a grabar casi todo un disco de góspel en una sola sesión.
Nelson aparece un poco malhumorado; viene de una sesión de fotos, una de las cosas que menos le gustan en el planeta. En un momento, su micrófono no está inmediatamente listo para grabar, y se enoja con el ingeniero. Pero al poco tiempo se ablanda. Nelson en el estudio es completamente diferente de Nelson en el escenario, donde por momentos puede relajarse más. Sentado en un banco alto, graba toma tras toma canciones que se aprendió cuando era niño e iba a la iglesia, y también clásicos propios, como "Family Bible". Trabaja duro para entender difíciles estructuras de acordes, y da instrucciones como: "Hagamos bien el disminuido de ahí" o "Modulá un tono". Cuando alguien se equivoca, Nelson en general se culpa a sí mismo.
"¿Están todos infelices?", dice Nelson en la mitad, haciendo que todos se rían en la sala de control. Pregunta qué hora es: son las 9 de la noche. "Oh, es temprano", dice entonces. "Todavía no estaríamos en el escenario. Veamos qué más podemos hacer".
"Hoy no se anda con pequeñeces", dice el ingeniero.
Cerca de la medianoche, Nelson pasa a la sala de control para ver a su hijo Lukas. Willie está sudado, efervescente, y de algún modo parece más joven que esta mañana. El error que cometió el ingeniero con el micrófono ya ha sido olvidado, y Nelson mete la mano en el bolsillo y saca un generoso pilón de billetes de 20 dólares, y se los da como propina.
Después de un rato, Nelson se levanta. "Voy a ver si la ‘chica bonita’ me quiere llevar a casa", dice. Algunas de las canciones no son perfectas. "Vamos a volver a arreglarlas después". Le da una pitada al vaporizador, y exhala. "No sé bien en qué año será eso".
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