William Shakespeare para todos: una síntesis desacartonada de su obra
Otelo, Romeo y Julieta y el espíritu de su inmortal autor salieron a la calle; charlas, muestras y representaciones
El parque Tres de Febrero fue el ámbito elegido por las autoridades del Complejo Teatral de Buenos Aires para renovar la experiencia El San Martín en los Barrios. El viernes pasado, dicha experiencia comenzó con la inauguración de la Kermesse Shakespeare, con la idea de homenajear al poeta y dramaturgo William Shakespeare a 400 años de su fallecimiento.
Tres amplios espacios -la sala Alfredo Alcón, un ámbito intermedio y un escenario con el nombre del Bardo que emula las características de The Globe, teatro en el que el creador inglés montaba sus textos- dieron cabida a múltiples propuestas: teatro para adultos y para chicos, textos semimontados, performances, títeres, danza, cine, música, mesas de reflexión y pequeñas narraciones en las que se sintetizaron algunos de sus textos más emblemáticos.
Desde la mañana hasta la madrugada se fueron multiplicando las acciones en los diferentes ámbitos. Inaugurada con la desopilante versión de Gabriel Chame Buendia de Otelo, la Kermesse (que culminó ayer) marcó con ella un punto de inflexión interesante. El proyecto estaba dirigido a un sector muy popular de la población. Específicamente, las experiencias creadas debían leer a Shakespeare dentro del mundo contemporáneo y con herramientas muy genuinas, ya sea porque los materiales textuales elegidos iban a resonar con fuerza en este social histórico o porque quienes los interpretaban -o desarrollaban su pensamiento sobre ellos- lo harían con la potencia necesaria para permitir a los espectadores llevarse una segura reflexión.
Si bien la jornada del sábado debió suspenderse a causa de la fuerte lluvia que cayó sobre Buenos Aires durante la tarde, el domingo desde muy temprano la Kermesse comenzó a recobrar vida. El recorrido que realizó este cronista comenzó en la sala William Shakespeare. El Grupo de Titiriteros del San Martín representó su versión de Romeo y Julieta a través de una experiencia que mostró una buena síntesis del texto original, aunque su tratamiento escénico resultó demasiado solemne.
El trayecto siguió hacia la sala Alfredo Alcón. Una vez adentro, a la izquierda podían observarse algunos vestuarios de puestas shakespearianas que se montaron en el San Martín y en el Regio, firmados por artistas como Graciela Galán, Renata Schusheim o Pepe Uría. A la derecha, una pequeña sala exponía los diversos afiches con que se anunciaron algunas de aquellas puestas y también podían verse fragmentos en video de los espectáculos o el registro televisivo que el San Martín hizo de ellos.
Ya dentro del espacio comenzaba el denominado Micrófono Shakespeare, conducido por la actriz Verónica Pelaccini. El invitado fue el actor y director Rubén Szuchmacher, quien comenzó leyendo el Soneto 148 y luego recordó sus puestas de Sueño de una noche de verano, Rey Lear (protagonizada por Alfredo Alcón) y Enrique IV (2a parte), que tuvo el privilegio de estrenar en el escenario de The Globe en Inglaterra y luego repuso en el Regio. Una frase quedó rebotando en el aire: "Shakespeare es como The Beatles. En ellos está todo el pasado y el futuro musical; en Shakespeare, todo el teatro de la antigüedad y el teatro por venir".
Un nuevo ingreso a la sala que llevaba el nombre del Bardo. Esta vez la directora Analía Fedra García presentó su versión semimontada de Noche de reyes. Pero antes el actor Manuel Vicente dio la bienvenida al público y lo hizo con un pequeño e intenso fragmento de Enrique VI.
Llegó el momento de la representación. En escena, Iride Mockert, Mariano Mazzei, Malena Figo, Federico Bethencourt y Julián Pucheta se pusieron en la piel de los protagonistas de Noche de reyes. El texto, transgredido de manera muy atractiva. La comedia original, de cinco actos, fue resumida aquí en una hora. Los actores mostraron una gran adhesión a ese juego extravagante que los obligó también a cantar. Así, conquistaron de inmediato a los espectadores.
Terminada la función, el público se trasladó nuevamente al espacio Alfredo Alcón. Aquí fue el actor, autor y director Lautaro Vilo quien abrió la función con un breve, inquietante y apasionante texto de El mercader de Venecia. A continuación, se presentó Lancaster, un monólogo magníficamente interpretado por Horacio Peña, bajo la dirección de Szuchmacher y adaptación de Vilo. En él se repasaron algunos de los momentos más contundentes de la teatralogía Lancaster.
El espectador que realiza el recorrido se lleva un amplísimo panorama de relecturas shakespearianas, estilos de interpretación de actores de distintas generaciones, reflexiones sobre el mundo personal y artístico que rodearon al creador inglés y hasta algunas anécdotas indiscretas sobre su vida.
Una concepción del mundo para cada texto
- El filósofo Tomás Abraham se refirió a su libro Shakespeare, el antifilósofo, un trabajo en el que se ocupa de analizar las estéticas con que diferentes creadores se apoderaron de los textos del inglés. Cotejando su producción reconoció que "Shakespeare posee una concepción distinta del mundo en cada obra. No hay dos iguales respecto de la trama, las situaciones, hasta la prosa es distinta. Su extraordinaria inventiva hace que no se lo pueda ubicar en ningún lugar. Por eso es un antifilósofo". Y agregó: "La gran pregunta es si Shakespeare existió o no. Lo mismo pasa con Sócrates, con Buda, con Dios. Shakespeare es como una anguila, se escapa, no se lo puede agarrar".
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