Vínculos familiares en la nueva obra de Daniel Veronese
Otoño e invierno, del autor sueco Lars Noren, devuelve al talentoso director a la escena alternativa, ya que sube a escena en Timbre 4, con un elenco sobresaliente
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El otoño preanuncia el helado invierno. Presiente el frío. “Es su tarea más profunda”, dice Daniel Veronese. Durante el otoño de 2020, que quedará en el recuerdo de todos los que tengan la fortuna de sobrevivir, apareció un material que el director, dramaturgo y actor tenía guardado hacía más de doce años. Lo descubrió en ese otoño peculiar y sintió que era tiempo de trabajarlo. Se trata de una pieza teatral del sueco Lars Noren, dramaturgo, poeta, novelista y escritor que murió en enero pasado a causa del Covid, en el duro invierno de Estocolmo. Los hechos parecen hablar más que las propias palabras.
Otoño e invierno es el nombre de la obra que hará funciones semanales y dobles en Timbre 4, de forma presencial, con un elenco integrado por Miriam Odorico, Guillermo Aragonés, Paula Ransenberg e Inda Lavalle. Los dos primeros serán los padres de las actrices. El hecho parece sencillo, tan sencillo y profundo como la vida misma. Un domingo otoñal al mediodía, un almuerzo habitual entre ellos cuatro que están acostumbrados o que han adoptado ciertos roles dentro de esta familia. Es una del montón. Una familia clase media, con aspectos tóxicos y nocivos sí, pero tan reconocible como muchas.
“El suceso: almuerzo otoñal de domingo, evitable, algo visto, demasiado transitado, ya probado. Lo que siempre nos ensombrece más. Las acciones: hablar casi sin importancia, tristemente, sin ritmo, sin cadencia sin medida. Teatro no bailable, no risible, no aplaudible. No teatro. El final: implacable. La antigua sensación de no sentirse amados despierta el deambular de los muertos por la casa. Todo durante tristes días de otoño, de invierno”, reza el texto que se escribió para anunciar la llegada de la obra.
No será noticia decir que los integrantes del elenco junto a Daniel Veronese vieron interrumpidos, retomados, pausados y vueltos a recomenzar los ensayos en este año casi y medio y que la idea del estreno se iba volviendo cada vez más esquiva e inalcanzable. Pero así fue. Entonces los ensayos se siguieron por Zoom, se retomaron de forma presencial cuando se pudo. Se trabajó al texto de una manera tan exhaustiva como pocas veces. Y ahora están listos para el encuentro con la platea que es quien finalmente completa el hecho teatral y lo carga con los múltiples sentidos.
“Nunca había trabajado con Veronese y hacía muchísimo tiempo que tenía ganas de hacerlo, así que la propuesta me pareció espectacular”, cuenta Paula Ransenberg (Juicio a una zorra, Todas las Rayuelas, Dínamo, Para mí sos hermosa, Nerium Park, El viento en un violín, entre muchas otras) que tiene a su cargo el personaje de la hija mayor, Eva, la prolija, la que estudió e hizo todo lo que sus padres querían; tiene éxito, plata, pareja, es extremadamente exigida, responsable. “En un comienzo, parecería que tiene todo lo que está bien en una hija. Es la encargada de atemperar y poner paños fríos sobre todo en el vínculo de la mamá y de la hija más chica. Pero a medida que avanza la acción se va viendo que las dos hijas están destrozadas en los dos extremos opuestos. Mi personaje de hija perfecta empieza a resquebrajarse, desmoronarse. Los padres también empiezan a mostrar sus propios destrozos”, agrega Ransenberg feliz. Asegura que el trabajo de Veronese fue milimétrico, se detuvo en el detalle de la artesanía de los instantes para poder palpar las capas de emociones que van atravesando los personajes en este almuerzo otoñal. “Es una familia que intentó tapar todo y en este mediodía empieza a estallar. Fue un trabajo de filigrana porque en muchos momentos hablamos a la vez, no nos escuchamos”.
Ana es la otra hija. La oveja negra de la familia y está interpretada por Inda Lavalle (una de las hermanas de La omisión de la familia Coleman). “El 5 de mayo de 2020, pandemia total, encierro absoluto. En mi casa sonó el teléfono y era Daniel Veronese. La propuesta era empezar a ensayar una obra llamada Otoño e invierno. El elenco: soñado. La respuesta rápida fue: sí. La cosa era el cómo porque teníamos una bomba en las manos. Mi personaje es el que genera movimiento todo el tiempo, la que reclama, discute, pelea, reniega, no puede con su alma. Hay tantas cosas para trabajar en Ana que hasta la llevé a mi propio análisis para tratar de entenderla, de desentrañarla. Aún hoy, a pocos días de estrenar, la sigo descubriendo. La obra es una sobremesa de domingo, nada más ni nada menos que eso. El ADN familiar”, cuenta Lavalle.
A esta familia la comandan los padres. Ella, Marga, es Miriam Odorico, conocida también por ser la mamá en La omisión de la familia Coleman. “Me resulta particularmente interesante que la gente pueda identificarse no solo con los padres si no también en el hijo que fue o que es. Es una familia muy reconocible. Y esta parece ser una comida como tantas”, asegura Odorico. Pero no.
El pater familias es Nicolás y está a cargo de Guillermo Aragonés (J. Timmerman, Café irlandés). “Todos estos vínculos que planteamos y mostramos son bien conocidos; pero también son factibles de estallar en algún momento. Y eso es lo que sucede. Este padre es frágil. Depende de los distintos estados de los personajes femeninos. Él elabora todo en el transcurso de este almuerzo a partir de lo que van contando los personajes femeninos. Pero sobre todo tiene con la mujer una historia potente, vínculos muy complejos, cruces afectivos. Dolores, heridas, y cómo se recicla eso y uno vuelve a recomponer esos vínculos para seguir viviendo. Básicamente como pasa en la vida, con mayores o menores complejidades, envidias, amores”, cuenta Aragonés. Se vislumbra que sí, que la negación como principio constructivo está ahí, en este almuerzo otoñal sólo que no es para siempre.
Y entonces la atmósfera chejoviana invade la escena. “Seamos tan complejos y tan simples como la vida misma. La gente cena y al mismo tiempo logra la felicidad o destroza su vida”, decía el autor más agudo de todos los tiempos si de vínculos familiares se trata. Esta vez el destrozo será en un almuerzo. Pero será.
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