Vigil: conspiración nuclear, una miniserie que atrapa, aunque tiene algunas fallas
Vigil: conspiración nuclear (Vigil, Reino Unido, 2021). Creador: Tom Edge. Elenco: Suranne Jones, Rose Leslie, Paterson Joseph, Shaun Evans, Adam James, Stephen Dillane, Martin Compston, Gary Lewis. Disponible desde el martes 12 de octubre, a las 21, (estreno con episodio doble) en On DirecTV y luego en DirecTV Go. Nuestra opinión: buena.
Cada tanto la BBC consigue un hit de temporada, una miniserie concisa y adictiva que combina lo que saben hacer tan bien los británicos: una intriga, un trasfondo político, una puesta en escena funcional y vertiginosa y un elenco estelar. Hace unos años fue Guardaespaldas (2018), afirmada en la paranoia terrorista de la Londres contemporánea, combinando atentados políticos y espionaje de alto nivel en un juego de poder y traiciones. El mecanismo es similar en Vigil, creada por Tom Edge y con el aval del equipo de Jed Mercurio, el maestro de ceremonias tras la exitosa Line of Duty y la misma Guardaespaldas. Edge honra su enseñanza desde la premisa: un extraño asesinato se comete a bordo de un submarino nuclear luego de que un barco de pescadores fuera arrastrado en aguas escocesas. ¿Qué hay detrás de la muerte de Craig Burke (Martin Compston)? ¿El encubrimiento de un accidente o el engranaje de un complot internacional?
Para descubrir la verdad, la policía de Glasgow envía a la investigadora Amy Silva (Suranne Jones) a bordo del HMS Virgil, quien cuenta con apenas tres días de plazo para interrogar a la tripulación y dilucidar la verdad de los hechos. En tierra, su colega y expareja, la oficial Kirsten Longacre (Rose Leslie), sigue las pistas de Burke, sus conexiones con un grupo de activistas que buscan erradicar las armas nucleares de Escocia, un incidente del pasado en un puerto de los Estados Unidos, las señales que Burke sembró como premonición de su propia muerte. La miniserie alterna el confinamiento del submarino, restringido en sus comunicaciones, con sus pasillos claustrofóbicos, la rigidez disciplinaria de su tripulación y los secretos guardados bajo llave, y el ritmo de la investigación policial en tierra, que airea la puesta en escena, la adhiere a la tensión del clásico policial de procedimiento.
Como ocurría en Guardaespaldas, los problemas de Vigil aparecen a medida que los acontecimientos intentan despistar al espectador, dando vueltas de tuerca innecesarias y terminando en soluciones algo maniqueas. Las emociones de los personajes se filtran en sus recuerdos, sobre todo en los de Silva, y terminan siendo en ocasiones una solución mágica a sus caminos sin salida. Sin embargo, las sólidas interpretaciones del elenco, sobre todo la de Suranne Jones, la del almirante que interpreta Stephen Dillane y la del capitán al que da vida Paterson Joseph, cuyo semblante austero condensa los dilemas de su rango y responsabilidad, brindan carnadura a cualquier capricho del guion.
Por último, Vigil discute los desafíos de la política internacional en el presente, reinventando las disputas de la Guerra Fría, volviendo a debatir la distancia entre la verdad y la conveniencia pública, y situando a Gran Bretaña en la arena de disputa de otras potencias que parecen haberle arrebatado definitivamente su reinado geopolítico.
Otras noticias de DirecTV Go
Imperdible. Fargo, una serie en la que nadie creía y que sigue sorprendiendo después de cinco temporadas
El príncipe del escándalo. Andrés de Inglaterra cumple 64 años rodeado de controversias que serán retratadas en un film de Netflix
GH vuelve con sorpresas. Pruebas más complejas, una app diferente y trampas para los participantes, a partir de diciembre
Más leídas de Espectáculos
“Me dejó rota”. Eugenia Quibel, la última pareja de Rozín entre el legado profesional, el deseo final y los recuerdos
"El tiempo dirá”. Francella habló por primera vez acerca de su crisis matrimonial con Marynés Breña
Amores de selección. Los que dieron el sí, los que se separaron en medio de un escándalo y los enamorados de siempre
Modelo a repetición. Secuelitis, la enfermedad de la que Hollywood no quiere curarse