Viggo Mortensen, a la conquista del cine argentino
Habló con LA NACION antes del estreno de Todos tenemos un plan, película que protagoniza junto a Soledad Villamil y Daniel Fanego
Hay una escena en la película de Ana Piterbarg Todos tenemos un plan ( que se estrena este jueves ) en la que Agustín, el personaje interpretado por Viggo Mortensen, encuentra en una biblioteca Los desterrados de Horacio Quiroga, lo toma, lo roza y sonríe recordando a su hermano gemelo, quien tenía el mismo libro. Más allá del sesgo literario general del film y de la manera en la que dicho escritor se hace presente (explícitamente con esos detalles y en espíritu en cuanto al clima salvaje de la historia), la secuencia es perfecta para un actor como Mortensen. "El arte tiene distintas ramas que son parte de un mismo árbol. Todas tienen que ver con estar en el momento indicado, no con mirar, sino con advertir cabalmente tus alrededores. Por ejemplo, se trata de llevar una cámara a cuestas aunque no la uses. La posibilidad de usarla es lo que indica que mirás las cosas de un modo diferente. Eso es un comienzo". Viggo se refiere, claro, a sus múltiples facetas. No sólo es Aragorn. No sólo es fetiche de David Cronenberg . No. No sólo es actor. Escribe poemas. Saca discos. Pinta y pone sus obras en películas ( Un asesinato perfecto ). Tiene una editorial. Produce. Definitivamente es un hombre atento a todo lo que lo rodea, así como para Agustín no pasa inadvertido el libro de Quiroga. Algo de esa sensibilidad debió haber cautivado a Piterbarg y algo de la sensibilidad literaria de ella debió haber cautivado a Viggo, para que Todos tenemos un plan los encuentre juntos, representando un relato denso, casi un cuento de suspenso que transcurre en el Tigre, con la oscuridad omnipresente.
"Cuando leí el guión, me llamó la atención las referencias a Quiroga, ese lado gótico y salvaje del paisaje", cuenta Viggo a LA NACION. "También me atrajo el concepto de las amenazas de la naturaleza y de cómo ésta no siempre es idílica y pastoral sino también turbia, casi un personaje más".
En la película, Agustín cambia ciudad por campo para tomar la identidad de su hermano y lidiar con el tendal de situaciones negras que le dejó. Atrás queda su esposa ( Soledad Villamil ), un proyecto de familia y una profesión. Por sustitución forma un vínculo impensado con Rosa, una joven isleña (Sofía Gala, tremendamente humana y el corazón del film) y un enfrentamiento con un amigo de su infancia, el villano de la historia que interpreta Daniel Fanego . A medida que Agustín va conectándose con su costado bestial (suerte de legado que le deja su hermano), la película se va poniendo más violenta, ratificando eso que dice Viggo de la naturaleza como algo no necesariamente bucólico. "La idea original tiene bastante que ver con el personaje de Rosa", expresa la directora. "El guión empezó con esta chica que encontraba a este hombre, con el tema de la dificultad para relacionarse y la depresión que estaba atravesando Agustín". Piterbarg trabajó nueve años en su película para que hoy sea una realidad. "Desprenderme va a implicar dejar atrás una etapa larga pero muy buena de mi vida y me alegra que concluya de esta manera: con el film en una pantalla de cine y nosotros conformes con el resultado".
Viggo percibe en la realizadora un modo similar al de Cronenberg de abordar una historia. De hecho, el film de Piterbarg sondea lo no-dicho mediante sutilezas en las expresiones, punto clave de la actuación de Mortensen, que inevitablemente nos remonta a la última cena de Una historia violenta , donde todo pasa por las miradas. "Hay que cuidar el tema de los gestos. No es difícil sino interesante, lo difícil es encontrar un director que lo aprecie y lo cuide en el montaje. Cronenberg presta atención a esos momentos entre palabras, esos silencios, porque llena a sus películas de momentos sutiles, y con Ana sucede lo mismo. Los encuentros en su película son muy importantes, tanto como las pausas y lo que no se verbaliza", declara el actor. Su personaje protagoniza tres de esos encuentros. Uno de ellos con el papel de Soledad Villamil, quien cuenta en la película con dos escenas de fuerte carga dramática. "Esas secuencias sobresalieron del guión desde la primera vez que lo leí", cuenta la actriz. "Implicaba la revelación de una verdad y me implicaba a mí estar atenta a los detalles, por eso con Viggo ensayamos dos meses antes y nos planteamos los momentos cruciales para entender mejor la trama".
Tanto Villamil como Fanego hacen hincapié en lo estimulante de compartir esas secuencias vitales con Mortensen, sin que los preconceptos o las distintas "escuelas" de actuación influyeran de modo negativo. "Trabajar con Viggo es un placer", sentencia Fanego. "Sabía que iba a tratar con una gran figura, pero en realidad es un tipo normal, tranquilo, solidario, generoso y comprometido con su trabajo". Villamil, quien también está acostumbrada a trabajos en equipo heterogéneos, asegura que la experiencia de Todos tenemos un plan se adecuó al desafío de todo actor: "Trabajar con distintos directores y actores es la esencia del cine, es meterse en la cabeza de alguien y decodificar lo que necesita con los elementos que tenés a tu alcance". Por otro lado, la idea de rodaje como trabajo comunitario fue lo que más le atrajo a Mortensen: "En la filmación de una película es donde uno se hace de una familia rápido. Te das cuenta de que no estás haciendo cualquier cosa sino que a todos les interesa lo que se cuenta. Eso te inspira, porque además siempre llegan ideas de los lugares menos pensados y surgen cosas que vos nunca hubieses imaginado". Para Piterbarg ese desafío fue aún mayor. Imaginate trabajar tanto sobre un guión y que Mortensen sea quien le ponga la cara a su protagonista. "Me generó muchos nervios el tema de dirigir a actores que venían de lugares tan distintos, como el caso de Viggo y Sofía. Pero ambos tienen personalidades muy fuertes y entusiastas y se entregaron sin reparos, tanto en lo profesional como en lo personal".
El trasfondo literario en la filmografía de Mortensen es indiscutible. Henry James (El retrato de una dama), J.R.R. Tolkien (El señor de los anillos), Arturo Pérez-Reverte (Alatriste), Jack Kerouac (On the Road) Ray Loriga (La pistola de mi hermano) y así podemos seguir. Por eso, la conexión con ese modo particular de narrar que caracteriza a Piterbarg fue instantánea y lo llevó también a producir la película, una película que, más allá del guiño al hincha de San Lorenzo (a Viggo lo vemos actuar con un gorro azul y rojo), más allá de que deja en primer plano a un actor que, ya sabemos, vivió en Argentina y siempre que puede regresa, pone de relieve a alguien que excede la categoría de actor. Una vez leí por ahí que Viggo resaltaba la importancia de comunicar, cualquiera sea el medio. Eso me llevó a preguntarle qué le ve al cine de distintivo en relación a decir algo, a conmover, a producir un efecto. "El cine contiene un universo artístico, tiene el guión como palabra escrita, tiene música, tiene movimiento como si fuera danza; también tiene teatro y fotografía. El cine tiene todos los matices". Y así, de esa manera, Viggo concluye la entrevista hablando, casi sin quererlo, también sobre sí mismo.
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