Viaje desde el sótano del Colón hasta Nueva York
El Centro de Experimentación del Colón presentó la ópera de Esteban Insinger y Pola Oloixarac
NUEVA YORK.- En su vigésimo quinto aniversario, el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC) presentó a sala llena la ópera Hércules en el Mato Grosso en el teatro Dixon Place de Nueva York. El espacio, un poco bohemio y acogedor, no tiene más de 130 butacas, está ubicado en la calle Chrystie 161, en el barrio Bowery de Manhattan.
A partir de un convenio de colaboración junto con el Americas Society de Nueva York, el CETC selecciona y expone, por segundo año consecutivo, una obra de su programación en la capital neoyorquina. En 2014 había sido el turno de Gallos y huesos, del compositor Pablo Ortiz. La propuesta de este año es más ambiciosa, dice Miguel Galperín, director del CETC. "La anterior era más estática, eran más bien proyecciones. En cambio, ahora se suman actuaciones, trajes, escenografía", asegura.
Este vínculo entre ambas instituciones es una excelente oportunidad para exponer el talento argentino en el exterior. Como la voz del barítono Alejandro Spies, que hace del barón Von Langsdorff en el relato, agrega Galperín.
Los inicios de este proyecto se gestaron en la investigación de Hércules Florence por parte de la escritora Pola Oloixarac. Florence fue un joven pintor francés que iba a bordo de la expedición por el Mato Grosso comandada por el barón Von Langsdorff en 1825. Durante la travesía y a partir de experimentos que realizó con una cámara oscura, Florence se convirtió en el pionero de la invención de la fotografía, antes que Daguerre en París y en el lugar menos pensando, la jungla.
En busca de más información para esta historia, Oloixarac hurgó en los archivos de la Universidad de Stanford, ya que allí "se encuentra la mejor colección de expediciones en Brasil", dice. Para ese entonces, ella imaginaba que recolectaba información para una futura novela.
Del libro a la ópera
Pero resultó que toda esa investigación devendría en una ópera. Oloixarac así lo intuyó (nunca había escrito una ópera antes) y por eso se puso en contacto con el compositor Esteban Insinger. A partir de ese momento y gracias al aval y el apoyo del CETC, ambos empezaron a trabajar en conjunto, Insinger, desde la música, y Oloixarac, desde el libreto.
A pesar de que la ópera está basada en un hecho real, Hércules en el Mato Grosso es un viaje imaginario y tiene componentes de ficción. La escritora cree que esa característica es la que le permite a la trama avanzar y movilizar emociones. La idea fue "meternos en la locura de estar en el Amazonas, ahí donde el barón Langsdorff, que es el más científico, pierde la cabeza y donde Hércules encuentra su arte", dice Oloixarac, que fue elegida una de las mejores narradoras en castellano por la revista Granta. "Hay una línea muy sutil entre la historia y la ficción, como entre el arte y la locura. A nosotros nos gustaba que la obra transitara ese camino", agrega la escritora.
La propuesta musical está compuesta por cuatro solistas y dos pianos, que, según Insinger, tienen la intención de condensar dos orquestas. El argentino Sebastián Zubieta, director del departamento de música de la Americas Society, estuvo a cargo de la dirección musical. Para el canto y los diálogos, se optó por cuatro lenguas extranjeras: portugués, francés, alemán y quechua.
En Dixon Place también se la pudo ver a la escenógrafa, Luna Paiva, que viajó a Nueva York diez días antes de la función para armar la escenografía in situ. Paiva hizo una puesta diferente a la del estreno en Buenos Aires. Esta vez eligió tres esculturas para representar las cuevas rocosas del Mato Grosso.
Asistieron, entre otros, la artista argentina Liliana Porter y Sergio Chejfec, escritor del libreto de la obra exhibida el año pasado. Además, viajó especialmente de Brasil Leila Florence, quien es descendiente de Hércules Florence y tiene a su cargo la colección del inventor y fotógrafo. A la salida de la función, Florence destacó que estaba muy bien transmitido el drama de la jungla amazónica. Admitió que no era la primera vez que veía la ópera, también había viajado hasta Buenos Aires para el estreno.
Llena de entusiasmo, Oloixarac admite que no quiere ponerle punto final a esta historia. Galperín, por su parte, dice que les gustaría llevarla muy especialmente a Brasil, ya que la historia les pertenece. Así, surgida en el sótano del Teatro Colón, allí donde reside el CETC, esta ópera particular sigue su viaje.
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