Viaje alucinatorio hacia ninguna parte
"Pánico y locura en Las Vegas" ("Fear and Loathing in Las Vegas", Estados Unidos/1998). Presentada por Distribution Company. Fotografía: Nicola Pecorini. Música: Ray Cooper. Intérpretes: Johnny Depp, Benicio Del Toro y Donald Morrow. Guión: Tony Grisoni, Tod Davies, Alex Cox y Terry Gilliam. Dirección: Terry Gilliam. Duración: 120 minutos. Para mayores de 18 años. Nuestra opinión: buena.
"Fear and Loathing in Las Vegas" fue, primero, una serie de artículos publicados en la revista Rolling Stone y autodefinidos por su autor, Hunter S. Thompson, como "un viaje salvaje al corazón del sueño americano". Poco después, este diario íntimo que describe de forma minuciosa una verdadera escalada de excesos devino en una de las novelas míticas a la hora de retratar la psicodelia de los años 60 y comienzos de los 70.
La idea de llevar al cine ese relato anárquico y desquiciado aparecía, entonces, como un desafío arduo, una misión casi imposible incluso para un director de fuerte impronta surrealista y exuberante imaginación visual como Terry Gilliam. La película -destrozada por la crítica en el Festival de Cannes de 1998- intenta una adaptación fidedigna del espíritu transgresor y la carga provocativa de la novela de ese héroe contracultural que es Thompson. El resultado es desigual, por momentos desconcertante. Pero "Pánico y locura..." resulta una obra atendible y honesta, que está lejos de ser el desatino que sus detractores señalaron.
La ¿trama? del film se circunscribe a un fin de semana de locura en Las Vegas: Raoul Duke, álter ego de Thompson (Johnny Depp) y su abogado Dr. Gonzo (Benicio Del Toro) cargan su convertible rojo con marihuana, tequila, mescalina, ácidos, cocaína, éter y píldoras varias. La excusa del dúo es cubrir una carrera de motos para la revista Sports Illustrated, pero terminan inmersos en diversas experiencias alucinatorias y hasta se registran en el mismo hotel en el que se realiza una convención antidrogas llena de policías y fiscales.
Aunque se extraña el genio creativo de un David Cronenberg (que adaptó en "Festín desnudo" otro viaje alucinatorio), debe reconocérsele a Gilliam la capacidad para concebir, con la ayuda de filtros y grandes angulares, de exóticos decorados y efectos especiales, climas sugestivos y situaciones desenfadadas que apuestan a un humor absurdo y a un público sin pruritos ni inhibiciones.
Uno de los aspectos más arriesgados (y polémicos) de la puesta en escena tiene que ver con el registro de las interpretaciones: Depp, que camina como Charles Chaplin y habla como Groucho Marx, aparece siempre al borde de la caricatura y la sobreactuación, mientras que Del Toro, también permanentemente exaltado, encuentra mayores oportunidades para su lucimiento histriónico.
Más allá de algunos excesos innecesarios (de tono escatológico), "Pánico y locura..." entrega varios atractivos extras: una excelente banda sonora rockera con temas de la época y una interminable lista de cameos que incluyen a Cameron Diaz, Gary Busey, Christina Ricci, Harry Dean Stanton, los músicos Flea y Lyle Lovett, Ellen Barkin y el propio Thompson. Una oferta para todos los gustos.
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