Verónica Llinás: "En algún momento, me pesó mucho el grillete de ser la cómica, de ser la zarpada"
La actriz, que debuta como directora con La mujer de los perros, habló con Personajes.tv sobre su necesidad de salir de la "zona de confort", del ninguneo en los últimos Martín Fierro y de su relación con Antonio Gasalla
En la película La mujer de los perros, las palabras parecen estar de más. La mujer en cuestión, de hecho, no las necesita para comunicarse con su jauría de fieles compañeros, ni tampoco para dejar traslucir su historia de abandonos e inmediatas urgencias; bastan algunas miradas, algunos sutiles gestos para transmitir lo que hay detrás de esa vida vivida por fuera de ese confort que suele prometer la "civilización".
Con una película pequeña, pero repleta de poesía y salvaje belleza, Verónica Llinás se lanzó a la aventura de imaginar un mundo posible, a desandar un cuento de esos que casi nadie quiere contar. Apuntalada desde el guión por su hermano, el reconocido cineasta Mariano Llinás, y desde la dirección por Laura Citarella, la ex Gambas al Ajillo también le puso el cuerpo al personaje central de su opera prima, que bien podría ubicarse en las antípodas -en más de un sentido- de Inés Murray Tedín de Arostegui, el personaje con el que brilló en la reciente Viudas e hijos del Rock and Roll.
-¿Cómo surgió la idea de hacer esta película?
-Se originó a partir de una charla con Mariano, mi hermano, en la que le expresé que no tenía ningún proyecto que me cerrara del todo, ningún libro me atrapara del todo. Entonces él me preguntó qué me gustaría hacer, y ahí fue cuando, por primera vez, me lo pregunté. Me di cuenta que tenía ganas de hacer cine, que quería incursionar en el terreno de la creación, de la autoría. Por ahí lo lógico hubiera sido que se planteara en el teatro, que es como lo más sencillo técnicamente de plantear, pero hay algo del artificio del cine que me maravillaba y me seducía.
-Y la idea de contar la historia de esta mujer con estos perros, ¿era algo que ya tenías en mente?
-Era algo que en algún momento había pensado como un personaje. Hay todo un tema con una mujer que tiene más de 50 años: no se quieren contar historias de mujeres de esa edad, porque las mujeres de esa edad no le interesan a nadie. En cierta medida hubo una búsqueda, quizás no del todo consciente, de contar una historia sobre una mujer que no le interesa absolutamente a nadie, que ni siquiera tiene nombre, que ni siquiera va a saber nadie que pasó por el mundo.
-Debe haber sido un desafío tremendo para vos, porque todo el peso está en tu corporalidad, prácticamente no hay diálogos...
-Claro, hay otros personajes que aparecen y que son muy importantes porque funcionan como un espejo o dicen algo que ella no dice, pero sí... Tampoco era clara la decisión de que esta mujer no hablara, sino que fue algo que fuimos encontrando con Laura a medida que empezamos a filmar y a descubrir cómo era la película. Rodamos a lo largo de tres años, todo fue madurando en ese tiempo.
-¿No te animaste a dirigirla vos sola?
-No, porque sentía que no tenía las herramientas necesarias. No estudié cine y si bien filmé más de 20 películas en mi vida como actriz, no es lo mismo. Podría haber optado por contratar un asistente que me solucione todo lo que no sé, pero no me parecían tan legítimo porque se trataba de alguien que iba a tener un peso muy gravitacional en la realización. Por eso me pareció que estaba bien que fuera una codirección, y me alegra haberlo hecho así.
-Leí en una entrevista que sos muy perfeccionista y que Laura fue quien, de alguna manera, te ponía ciertos límites…
-Así es. Yo dibujo también y voy dibujando y arreglando el dibujo, lo arreglo y lo arreglo hasta que, en un momento, lo arruino. Por eso, es bueno que alguien me diga "hasta acá". Eso lo hacía mi marido [fallecido el año pasado]. Y, de algún modo, la presencia de Laura operó como eso, entre muchas otras cosas.
-¿Cómo fue el trabajo con los perros, los otros grandes protagonistas de esta película?
-Los perros que aparecen en la película son míos, fuimos aprendiendo a filmar con ellos. Si bien había una parte que estaba ganada porque los conozco y hay una relación previa, había toda otra parte que era un misterio. Primero, había mucha ansiedad porque los perros estuvieran todo el tiempo juntos y conmigo y para eso hice un entrenamiento. Tenía mucho miedo, pero de a poco empecé a tranquilizarme y todo comenzó a ser más relajado. También nos dimos cuenta que los perros iban a delimitar muchas escenas, que había que ser lo suficientemente ágil para captar y dejarse llevar por lo que ellos propusieran. De alguna manera, la idea era que yo tejía ficción y los perros la destejían.
-¿Les pagaste por el trabajo?
-(Risas) ¡Con todo el amor del mundo! Creo que son perros muy felices porque viven en un lugar donde están todo el tiempo corriendo, jugando... Son parte de mi familia. Una de las primeras cosas que me dijo mi hermano fue: "No quieras poner en la película todo lo que imaginaste, porque eso no va a pasar nunca". No se pudo incursionar más, por ejemplo, en el comportamiento de la jauría, de la relación de ellos con respecto al jefe, que soy yo; hay un sistema muy interesante de círculos concéntricos para acercarse a mí. Una jauría tiene una forma particular de comportamiento, hay jerarquías, hay bullying, hay celos, de todo un poco.
-¿Cómo fue componer a esa mujer y llegar a esa economía de gestos?
-Esa fue otra cosa que fuimos descubriendo con Laura, con un método de trabajo que era filmar y mirar. Entonces, al mirar nos dábamos cuenta de qué servía y qué no, en términos de actuación, de planos, de lentes, de cómo contar la escena. Me costó muchísimo porque cualquier cosa naturalista o que se saliera de esa economía era como una patada para ambas. Laura me decía: "Estás haciendo mucho". Y yo sentía que no estaba haciendo nada, pero después lo miraba y sí, estaba moviendo una ceja. Fue un aprendizaje increíble poder llegar a controlar mi expresividad.
Cuando hacía La Chabona en la tele, la gente creía que yo era así, y eso en un momento empezó a ser como una cárcel
-Venís de causar sensación componiendo a la hilarante Inés Murray Tedín de Arostegui en Viudas e Hijos, ¿creés que la gente se va a sorprender al verte en esta película?
-Sí, posiblemente muchos vayan buscando algo parecido a lo que vieron en la tele y me parece que se pueden sorprender o hasta desencantar. Eso está contemplado como una posibilidad más. A mí particularmente me gusta mucho cambiar. Una de las cosas más copadas de ser actriz, que tiene cosas muy chotas, es que una está variando todo el tiempo. Si sos una persona a la cual la rutina no le gusta, ser actor está buenísimo. Bueno, eso según qué actor seas porque hay algunos que hacen siempre lo mismo... Pero a mí me gusta el cambio; eso me da la posibilidad de poder desplegar distintas formas de actuar, distintos tonos y registros.
-Necesitás salir de la famosa "zona de confort"...
-Totalmente. En algún momento me pesó mucho el grillete de la actriz cómica, de la zarpada, porque si hay algo que no soy es zarpada. Pero cuando hacía La Chabona en la tele, la gente creía que yo era así, y eso en un momento empezó a ser como una cárcel; siempre me convocaban para hacer ese tipo de personajes jugados, mal hablados. Está buenísimo poder mostrar distintas facetas.
-Volviendo a la película, la música de Juana Molina y marca un reencuentro de ustedes desde lo artístico. ¿Vos la convocaste?
-Con Juana somos amigas desde que nos cruzamos en el programa de Antonio Gasalla, en el 90. Cuando terminé la película, se la mostré y ella quedó fascinada, como que se quedó pensando en lo que había visto y al otro día me llamó para hablarme de las escenas... Siempre desde su campo, desde el sonido, ¿no? Todo lo que decía era muy coincidente con nuestra sensibilidad con respecto a la película, y ahí nos dimos cuenta que era muy importante la persona que hiciera la música compartiera esa sensibilidad, y que el hecho de que fuera mujer no era un dato menor. Esta es una película con mucha energía femenina.
-¿Qué otras cosas te quedaron de ese salto del Parakultural al programa de Gasalla?
-Fue un paso bastante conflictivo en su momento para las Gambas porque, de pronto, un grupo que era tan endogámico, que estaba todo el tiempo produciendo y trabajando a la par, veía ir a una de sus integrantes. Además nosotras habíamos recibido la ayuda de Gasalla para pasar al teatro Empire, entonces de pronto que una saliera para irse con él a su programa fue complicado.
-¿Lo recordás como algo traumático?
-Bueno, se trataba de entrar a un grupo consagrado, que ya estaba armado, con la sensación paranoica, quizás, de que los demás esperaban resultados, ver qué tenía para "pelar". La verdad es que la televisión no tiene las mismas formas que el teatro, y me costó bastante. Al principio sentía mucha presión, pensaba que Gasalla había confiado en mí y que yo no estaba respondiendo. Pero resistí esa presión y, si bien me llevé bien con todo el grupo, con Juana establecí un lazo muy fuerte; sentí mucha generosidad de su parte, comprensión y nunca compitió conmigo. Ahí nació esta amistad.
-¿Con Gasalla seguiste en contacto a lo largo de los años?
-Sí, seguí en contacto en algunos momentos, me convocó en su momento para Más respeto que soy tu madre 2... Nos hemos visto. Hace un tiempo le conté que tenía que ir a Venecia a presentar la película y que me tenía que comprar ropa y él me dijo que me quería acompañar. Fue muy lindo. No nos hablamos todo el tiempo, pero cada tanto tenemos un reencuentro y para mí es muy grato porque fue una persona muy importante en mi vida.
-¿Cómo viviste la repercusión que tuvo tu personaje en Viudas e Hijos…?
-Fue muy lindo... Me da mucha alegría, pero no por una cuestión de reconocimiento porque me molesta que me miren y digan: "Ay, la que está en la tele". No me gusta el reconocimiento porque sí, pero sí cuando alguien viene y me dice: "Me diste alegría". Me siento muy bien haciendo reír a la gente, porque la risa es salud, y si el mundo se riera más todo sería mejor.
-Fuiste ignorada por APTRA al momento de hacer las ternas para los Martín Fierro, pero recibiste el apoyo pleno de Sebastián Ortega y de tus compañeros, ¿cómo te sentiste con eso?
-Me sentí bárbara, súper respaldada. Todo lo que se generó fue mejor que el premio porque hacía que toda la gente me expresara su admiración y su cariño de un modo especial. Me molestaron algunas actitudes de ciertos miembros de APTRA que me parecieron bastante bajas, pero es un tema menor. No soy una persona que dependa de los premios. Un actor está muy acostumbrado a ganar y a perder, el ego no pasa por ahí. En este caso me llamó la atención porque fue tan imponente lo que sucedió entre el público que, de algún modo, creía que iba a estar nominada y organicé mi agenda para poder asistir a esa fiesta. Pero después del primer desconcierto, todo fue bueno, todo fue para mejor.
Creo que lo que no se logra es escuchar al otro, todo se vuelve reactivo, se encasilla rápidamente a la persona que no dice lo que no queremos escuchar
-Estás mucho en Twitter, opinás, reflexionás, ¿cómo te relacionás con ese universo que a veces tiene reglas propias?
-Ahora no lo estoy usando tanto porque me empecé a dar cuenta que algunos comentarios no los hacía con la conciencia de que los iba a ver todo el mundo. Durante mucho tiempo me divirtió Twitter desde un lugar casi antropológico porque experimentaba un poco tirando frases y viendo cómo reaccionaban los que se detenían a leerla. Y, a partir de lo que pasó con el Martín Fierro, me di cuenta que eso que parecía destinado a un grupo chico de personas era levantado por un diario, por los portales de internet y tomaba una trascendencia mucho mayor. Eso no me divierte tanto porque no me interesa ser mediática. Pero Twitter es para mí una herramienta para plasmar pensamientos, cosas que pueden ser equivocadas o no, pero invitan a que la gente te conteste y uno establezca un diálogo. Es algo bueno pero también puede ser peligroso; me parece que hay que encontrarle su justa medida.
-¿Cómo vivís esto de expresar un pensamiento y que la respuesta sea hostil?
-Block, block y spam. Soy muy abierta. (Risas). No, en Facebook, por ejemplo, que brinda la posibilidad de explayarse más, escribí cosas que generaron una polémica... Yo por ahí me borraba, pero el debate seguía en mi muro. Siempre abogué por discutir con argumentos y sin agredir, sin chicanear ni desvalorizar al otro, tratando de generar un diálogo de ideas en estos tiempos en los que eso está como tan bastardeado.
-¿Sentís que estamos todos un poco más hostiles entre nosotros?
-Sí, se produjo una escisión, hay temas de los que no se puede hablar, está muy presente esta concepción del enemigo... No me gusta, me parece dañino porque ha dividido familias y ha alejado amigos. Estoy completamente en contra de eso, me parece que hay que tratar de hablar, de entenderse y de ponerse en el lugar del otro. Creo que lo que no se logra es escuchar al otro, todo se vuelve reactivo, se encasilla rápidamente a la persona que no dice lo que no queremos escuchar: o es un boludo, o es un gorila, o es un contratado por los medios hegemónicos o es un contratado por el Gobierno. En un momento abogué por desarmar eso, pero después me di cuenta que era imposible y me retiré un poco.
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