Era la última toma de Ricardo Mollo y Andrés Ciro Martínez lo miraba obnubilado. "Te vi la edad", le dijo cuando terminó. "Fue un momento muy místico en el que le vi el aura", evoca hoy el cantante de Los Piojos, 20 años después de aquella grabación de "Morella" en los estudios Panda, mientras con su banda amasaba Verde paisaje del infierno. "Terminó de tocar y tenía como un cansancio tremendo a su alrededor. Lo vi como un guerrero japonés, un samurái de cientos de años". Era agosto de 2000 y el líder de Los Piojos se calzaba por primera vez la camiseta de productor artístico del grupo ("me levanté 20 días seguidos a las 8 de la mañana"). A partir de ahí tomó el mando hasta los últimos días de la banda, evitando ejercer lo que él llamaba un "liderazgo despótico".
Por ese entonces, el músico se embebía de la literatura ("Morella" está inspirada en un cuento de Edgar Allan Poe, "María y José" mezcla a José Saramago con La Biblia, "San Jauretche" homenajea al pensador peronista) y buscaba motivación en biografías de Alejandro Magno, Napoleón y Tao. En los reportajes elogiaba a Elisa Carrió por sus denuncias de corrupción contra el expresidente Menem, y en los shows predicaba aquello de "uno es todos y todos somos uno", como quedaría plasmado en los versos de "María y José". Tenía 32 años y dos hijas. "No quiero ser el papá de mi público", renegaba en el Suplemento Sí!
El otro cacique de la banda, Daniel Buira, había pegado el portazo, enfrentado con el guitarrista Tavo Kupinski. Era uno de los miembros originales y desde los parches había impregnado en el grupo su tinte rioplatense tan característico. En ese sentido, Verde paisaje del infierno, el quinto disco del grupo, no solo fue la bisagra entre Los Piojos de los 90 y Los Piojos de los 2000, sino que también implicó un quiebre en el sonido: nunca más volverían a crear hits tan percusivos como "Verano del ‘92" o "El balneario de los doctores crotos". Con la incorporación de Sebastián "Roger" Cardero, viraron hacia un audio netamente rockero, acentuando desde las guitarras los condimentos de funk, blues y reggae que arrastraban desde sus inicios, cuando eran una banda de rock and roll discepoleano tirando manotazos desde el oeste bonaerense.
Bajo el gobierno de Fernando De la Rúa, el cambio de milenio los encontró en alza, con una seguidilla de siete fechas en Obras Sanitarias, donde habían grabado y presentado Ritual. Ya tenían la cabeza puesta en el nuevo material, inspirado en el color de la esperanza, así como sus álbumes anteriores habían tenido su tono distintivo. Alquilaron una quinta en Paso del Rey para ensayar el repertorio, y de buscar a la modelo que protagonizara el primer videoclip ("Ruleta") pasaron a buscar... un baterista. "Nos explotó una bomba", dice Piti Fernández, guitarrista y fundador de Los Piojos. "Le enseñamos todas las canciones a Roger durante dos meses dentro de un clima de emociones mezcladas: teníamos un amigo que se había ido (a Dani lo fui a buscar a la casa para armar la banda cuando teníamos 17 años y estábamos en el secundario) y un nuevo integrante con el que teníamos que adaptar nuestro sonido", explica. ¿Y qué diferencias había entre cada uno? "Dani era un baterista a lo Bonham, con mucho peso y ritmo, y Roger era más Copeland: un tipo con un beat que te parte la cabeza. No sabíamos cómo iba a funcionar, porque una cosa es tocar en la sala y otra cosa es grabar en un estudio, ¡pero la rompió!".
"Había entrado hacía un par de meses y estaba con bastante presión, sí", admite Roger hoy. "Además de haber preparado los temas que iba a grabar, había sacado unos 40 de discos anteriores para tocar en vivo, ¡me reventaba la cabeza!". El baterista había estudiado con Jorge Araujo (Divididos) y pasado por los grupos La Colilla y Color Azul. Verde paisaje del infierno lo agarró en un momento de crecimiento musical. "Le pude poner mi impronta porque yo soy más rockero que Dani, que viene del palo de la percusión. Fue un disco de quiebre para la banda, no lo sentí tan piojoso, por ese lado que venían haciendo ellos. Rítmicamente, lo encaramos de otra forma". Araujo lo asesoró desde la parte técnica. "Yo estaba equipado, pero él estaba equipado el doble. Sumamos toda la artillería para poder llegar a las variedades de matices y sonido que queríamos para el disco".
El álbum se grabó durante agosto de 2000 en los estudios Panda, en Floresta, donde Sumo y Los Redondos (dos bandas modelo de Los Piojos) parieron Oktubre y Llegando los monos en 1986. Era un cambio radical, ya asumidos como banda independiente con sello propio, El Farolito Discos. Habían abandonado los míticos estudios Del Cielito, soltado la mano de Alfredo Toth y fichado a Ricardo Troilo como ingeniero de grabación. Sumado a que también tenían un nuevo baterista, Verde paisaje del infierno sería una reinvención total.
Las sesiones en el bunker de la calle Segurola, donde alguna vez grabaron un demo en el estudio del fondo durante sus inicios, empezaban a las 10 de la mañana y terminaban a las 10 de la noche. "Jamás hicimos discos de madrugada, esas locuras de quedarse hasta el otro día no sirven para nada. Siempre laburamos a conciencia y con la cabeza fresca", aclara Piti, que por primera vez en su carrera había metido en un disco dos temas con letra y música suyas ("Reggae rojo y negro" y "Vine hasta aquí"). El riff de "María y José", la canción que abre el disco con aires arabescos, nació de una prueba de sonido en Villa Gesell. "Estábamos por tocar en el Autocine, y yo zapaba y Andrés me respondía tarareando onomatopeyas. En un momento vio que venían mis viejos caminando por el campo hacia el escenario y empezó a cantar: ‘¡Mabel y Joseeeeeé!". Después, cuando hizo la letra jugando con la historia de Jesús, usó esa parte para el estribillo".
Para el trabajo de guitarras fue crucial el aporte de Ricardo Mollo, convocado por Ciro. "Se vino con un flete con 20 guitarras y 20 amplificadores. Nos puso sobre un mostrador del estudio todos los pedales de distorsión uno al lado del otro, de todos colores, como autitos de colección", cuenta Piti, emocionado. "Nos seteaba todas las guitarras y nos decía: ‘Probá esta Les Paul, probá esta Stratocaster, probá esta SG’. Para ‘Vine hasta aquí’ me prestó una Fender Electric de 12 cuerdas que quedó espectacular. Nos cambió el audio y la forma de tocar. Lo suyo fue una cosa del cielo, ¡Encima se estaba por ir de vacaciones y las suspendió por nosotros! Cuando le quisimos pagar, nos dijo: ‘¿Cómo les voy a cobrar por darles una mano?’. Como muestra de agradecimiento le regalamos un sitar".
La grabación dejó partidos de metegol con el Pupi Zanetti, hordas de fans haciendo guardia en la puerta de Panda para sacarse fotos con los músicos, invitados de renombre (Peteco Carabajal tocó el violín en "San Jauretche"), experimentación con instrumentos autóctonos, una mezcla y mastering en Los Ángeles (ironías del destino: ¡"Globalización" y "San Jauretche" se terminaron en Estados Unidos!), y un puñado de hits inoxidables como "Ruleta" (único clip del disco) y "Fijate" (cantada por el bajista Micky Rodríguez), que al día de hoy siguen sonando en los conciertos de Ciro y de La Que Faltaba, la banda de Micky.
El disco salió el 27 de octubre de 2000 y fue presentado el 16 de diciembre en el estadio de Atlanta ante 30.000 personas: la convocatoria más alta de Los Piojos hasta ese momento. Tuvieron a Mollo de invitado (hicieron "No te pongas azul", de Sumo, además de "Morella") y al Tanque y Tete Iglesias de La Renga, quienes habían llenado Ferro dos meses antes, y la prensa buscaba enemistarlos al estilo Serú Girán-Spinetta Jade. Los Redondos, el referente de ambos grupos en cuanto a popularidad e independencia, habían alcanzado su techo con dos River en abril y se separarían al año siguiente, dejando a Los Piojos y La Renga en la línea sucesora.
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