La actriz habló con LA NACION sobre sus proyectos, su pasión por el teatro y la decisión que tomó a la hora de elegir un personaje para no sentirse mal
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Se hizo popular con ficciones como Son de Fierro, Señores papis, Lobo y Las estrellas, pero el primer y gran amor de Vanesa González es el teatro porque en el escenario vuelca toda su pasión. En estos días se luce en Las manos de Eduviges a la hora de nacer, de jueves a domingos en el Teatro Cervantes, y en junio de 2023 debutará con Edmond, en la reapertura del Teatro Alvear. Además el 1º de diciembre estrena El lado salvaje, un film de Juan Dickinson que la tiene como protagonista junto a Osmar Nuñez y Lautaro Delgado. En diálogo con LA NACION, la actriz reflexionó sobre su recorrido, los trabajos que ya sabe que no quiere hacer más y contó cómo se adapta a los altibajos laborales. Además habló sobre un mediático momento que vivió y lo que le generó.
-¿Cómo te llegó la propuesta de filmar en Ushuaia?
-Fue un trabajo que me llegó por intermedio de mi representante, Alejandro Vanelli. Sabía que se filmaría en Ushuaia y me atrajo mucha la posibilidad de conocer un lugar en el que nunca había estado. Sabía también que era algo con mucho compromiso porque había que estar dos meses allá. El libro me pareció muy interesante, sobre todo por ese vínculo de padre e hija que está atravesado por una situación paralela que sucede en Ushuaia y tiene que ver con los perros. Además como la película está filmada a una cámara, cada actor tiene su plano y eso significa que una escena puede hacerse diez veces.
-¿Y cómo fue la experiencia de vivir dos meses allá?
-Es un grupo de actores maravilloso, la convivencia nos salió muy bien y fue una experiencia muy valiosa, también en lo personal. Es un lugar hermoso y aprovechamos para conocer cuando no rodábamos. Los fines de semana alquilábamos un auto y nos íbamos a pasear, a hacer footing, trekking, comimos rico. Filmamos en el cambio de verano a otoño y los colores eran increíbles, rojos, bordo, muy conmovedor.
-¿Viste la película? ¿Te gustó?
-La vi en un formato poco favorable, desde mi celular, pero estaba muy ansiosa y quería verla. Me es muy difícil ver algo en lo que trabajo porque no me puedo abstraer. Me preocupaba que la película había sido filmada en dos partes: empezamos por la segunda mitad para grabar luego el inicio. Me interesaba ver cómo había funcionado eso y me pareció muy interesante de parte de Dickinson filmar de esa manera porque el vínculo era más cercano entre los actores y la convivencia resultó positiva. Me dio alegría verla, pero no me siento en condiciones de hablar de mi trabajo. Eso sí, la preocupación que tenía, desapareció.
-Fuiste heroína de varias telenovelas al inicio de tu carrera, ¿volcarte al teatro fue algo planeado?
-De muy niña, a los 5 o 6 años, siempre me imaginaba actuando en un escenario. Mi deseo estaba atravesado por poner el cuerpo, pero no pensaba en un vestuario, ni nada estético. No iba mucho al teatro porque ninguno de mis parientes se dedica a nada relacionado a lo artístico, pero cuando veíamos shows tenía el impulso de estar en el escenario poniendo el cuerpo.
-¿Y cuándo empezaste a estudiar teatro?
-A los 12 años empecé a estudiar en Banfield, donde crecí, y el profesor le dijo a mi papá que me llevara a otro lado, en donde pudiera estar más tiempo porque notaba que me gustaba mucho estar ahí y me quedaba con ganas. Estudié con Lito Cruz y lo primero que hice fue teatro a los 16 años con una obra que escribimos con dos compañeras y se llamaba Así de perras. Lito siempre decía: “Estudien teatro, pero salgan y muestren. No se escondan”. Le hicimos caso (risas). Después empecé a hacer televisión y en el primer tiempo no hice teatro porque grababa muchas horas, pero el teatro siempre fue mi hogar y lo vi como un espacio de desarrollo. Cuando crecí y trabajé con Helena Tritek, algo se me solidificó y entendí que el teatro me hace feliz. Claro que la tele es un espacio maravilloso y permite que mucha más gente te vea, pero el teatro es mi casa.
-¿Hay proyectos de ficción?
-Lo último que hice en televisión abierta fue Las estrellas, en eltrece, y Apache, para Netflix y que se vio en Telefe también. En teoría, para finales del año que viene hay posibilidades de hacer una serie y una película para el mes de febrero. Son espacios muy diferentes también en cuanto a la energía. Hacer teatro es como hacer deporte, tenés que comer bien, descansar. El cine es más relajado, tenés horarios más normales.
-¿De qué se trata la obra que protagonizás en el Cervantes?
-Habla sobre una familia atravesada por una especie de don que tiene Eduviges en sus manos: expulsa agua. La familia intenta lucrar con esto y en el medio parece otra hija que daban por muerta. Es una obra de Wajdi Mouawad, con dirección de Cristian Drut, y estamos hasta mediados de diciembre, de jueves a domingos, a las 18. La idea es parar y reponerla en 2023. Disfruto mucho de hacerla porque nos invita a imaginar otras realidades posibles. En abril empezamos a ensayar Edmond, de Alexis Michalik, sobre la vida del Edmond Rostand, autor de Cyrano de Bergerac. Estrenamos en junio próximo, con Felipe Colombo y Miguel Ángel Rodríguez, en el Teatro Presidente Alvear, que reabre después de mucho tiempo.
-¿Siempre pudiste ganarte la vida actuando?
-Este laburo tiene muchos altibajos, pero desde muy chica puedo vivir de lo que amo y eso es una de las cuotas de felicidad más importantes en mi vida. A los 20 años me fui de mi casa y atravesé épocas de mucha incertidumbre porque nuestro trabajo es un tetris, pero en algún momento sabés qué tipo de actriz querés ser, qué proyectos te interesan y te hacen feliz y cuáles te hacen sentir mal.
-¿Hubo trabajos en los que la pasaste mal?
-Algunos te hacen dar un salto económico, pero no te llenan, no te identifican y te hacen mal a la salud. Hice cosas que no me gustaban y el precio fue alto, ya no pongo más mi salud en riesgo por el trabajo. Aprendí. Mi trabajo ocupa un lugar muy importante en mi vida, es mi vocación y si pongo el cuerpo en un lugar en el que no me siento cómoda, me daña. Prefiero vivir más ajustada o privarme de algunas cosas, pero dormir tranquila. No hacer algunas cosas es administrar mi creatividad y le doy mucho valor. Doy clases de teatro y eso también tiene una estructura buenísimo y además siempre estoy estudiando algo.
-¿Qué estás estudiando ahora?
-En febrero arranco Psicología en la UBA, que es algo que vengo posponiendo mucho por cuestiones de trabajo. Es una carrera que me interesa y me sirve para mi trabajo, me enriquece y esos espacios me dan alegría. Estudié actuación y dirección de artes escénicas, con Raúl Serrano, talleres de baile, y también hice el ingreso en la Unsam (Universidad de San Martín) para antropología porque pienso hacer esa carrera alguna vez.
-Hace unos años contaste que sos bisexual y se armó un escándalo mediático, ¿te arrepentiste?
-Nunca me arrepiento de ser yo, pero en su momento la pasé mal y sufrí mucho porque no había hecho esa nota para el medio que la publicó. Me dolió y sentí que me había equivocado, pero no por hablar de mí y ser yo. Tengo una vida tranquila y muy pareja en mi intimidad, tengo los mismos amigos de siempre. La sensación que tuve es que me habían dado un cachetazo. Fue muy incómodo. Es algo que pasó hace muchos años y ya está. Además me pareció una antigüedad que esa fuera una noticia.
-¿Ahora estás en pareja?
-Me voy a reservar eso.
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