Es probable que después de ver La reina del miedo, muchos piensen en una historia de inspiración autobiográfica. Pero está claro que no hace falta haber nacido en Transilvania y ser adicto a la sangre para interpretar al conde Drácula. Pero en el caso de la ópera prima de Valeria Bertuccelli , es legítimo sospechar que esa actriz agobiada por temores muchas veces injustificados, de humor bastante voluble y corazón noble que protagoniza la película está construida en base a algunas experiencias personales.
De entrada, en la conversación con LA NACION Bertuccelli desestima esa teoría y sostiene que todo lo que se ve en pantalla es pura ficción. Pero muy pronto admite que sí, que efectivamente ella conoce de cerca esa ansiedad constante que tortura a Robertina, el personaje que compone con una solvencia notable en su primera película como directora. "Hay muchísima ficción, obviamente. El mero hecho que el personaje sea una actriz no quiere decir que todo lo que le pasa a ella me pasó a mí –remarca–. Pero también es cierto que es casi imposible que mis personajes no tengan algo de mí. Lo lindo y lo feo, lo bueno y lo malo. Siempre están un poco teñidos de mi propia personalidad, así sean personajes con los que no tengo nada que ver. Sobre todo porque yo no me pongo límites en ese sentido, no tengo miedo a quedar expuesta".
En la película, Robertina está a punto de estrenar un exigente unipersonal, y es un manojo de nervios: debe lidiar con ese desafío profesional y, al mismo tiempo, con un equipo numeroso de gente que está trabajando temporalmente en su casa, una propiedad coqueta y enorme donde su soledad se acentúa. En medio de ese panorama complicado decide viajar a Dinamarca para visitar a un amigo entrañable que sufre un problema de salud importante y le reclama compañía. Tanta presión desata en ella cierto nivel de neurosis, y de pronto empieza a aparecer un catálogo de miedos que es puro síntoma. "Puse un gracias bien grande para mi papá al final de la película porque él me enseñó que valiente no es el que no tiene miedo, sino el que tiene miedo y lo atraviesa", explica ella.
La virtud más visible de este primer largometraje de Bertucelli es su propio trabajo actoral, que redundó en un premio en la última edición del Sundance Festival. El crítico de The Hollywood Reporter, uno de los medios más influyentes del mercado estadounidense, la definió como una "actriz magnética" que tiene en el film un desempeño "tan deslumbrante que es imposible apartar la mirada de ella, aun cuando no se esté seguro de lo que está haciendo o pensando". Con ese aval bien ganado, Valeria afirma que el tiempo de maduración del guión que escribió fue clave: "Como lo escribí yo y me tomé un buen tiempo para hacerlo, tenía muy incorporado al personaje. Llegué al rodaje sabiendo qué quería hacer en cada escena".
–¿Y dirigir te resultó difícil?
–Fue como lo imaginaba. La primera semana, más difícil. Pero después entendí de qué se trataba la película, y por suerte el equipo con el que laburé también.
–¿Tenías alguna referencia para construir tu rol?
–Todos se reían cuando les decía que la referencia principal era la Pantera Rosa. Pero después se dieron cuenta de que era una buena analogía. Yo soy de San Nicolás, y cuando era chica todas las tardes miraba La Pantera Rosa en un canal que repetía la programación de otro de Rosario. Vivía en un monoblock plantado donde terminaba la ciudad y siempre veía el atardecer desde el balcón mientras mi mamá empezaba a preparar la cena. Caían los últimos rayos de sol, era un momento muy melancólico... Y ahí arrancaba la reina del miedo (risas).
–¿Qué te parece que hay la Pantera Rosa en Robertina?
–La Pantera Rosa es como un payaso triste. Es graciosa, glamorosa y quiere relacionarse con el mundo pero no puede. Su humor es bastante absurdo. Tiene un modo de observar las cosas que ya es parte de mí y que incorporé al personaje.
–¿Cómo fue el pasaje de ese universo melancólico, alejado de las luces de la gran ciudad, a vivir en Buenos Aires y a dedicarte a la actuación?
–Hay algo de la voluntad y la energía que heredé de mi viejo, que murió muy joven, a los 42 años, pero hizo todo muy rápido: arrancó lavando baños en el Hotel Colonial y terminó siendo empresario. Dio libre todas las materias de la secundaria porque trabajaba en Somisa (Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina) mientras estudiaba. También arregló televisores. Hizo de todo a una velocidad tremenda. Y mi mamá me incentivó mucho con todo lo artístico. Era profesora de Bellas Artes, hija de un personaje medio extravagante: mi abuelo era pintor, escultor, joyero y militar. Me anotaba en cursos de danza y talleres literarios. Ella fue una gran influencia para la carrera que elegí. Y de mi papá aprendí que tener miedo no es un problema. Que es algo normal y que hay que seguir adelante.
–¿Cuáles sentís que son tus fortalezas y debilidades como actriz?
–Soy muy exigente y eso ayuda bastante en mi laburo. También asumo riesgos. Dirigir una película era claramente un riesgo para mí, pero igual me mandé. La contracara de esa valentía es que a veces avanzo sin pensarlo demasiado, que no soy muy cuidadosa. Y otra debilidad es que estoy perdiendo la memoria a una velocidad que me asombra. Me olvido hasta de los textos que escribo yo misma (risas).
–Marcelo Tinelli es uno de los productores de La reina del miedo. ¿Cómo lograste interesarlo?
– Marcelo puede hacer cosas muy diferentes. Su propio programa de entretenimientos, con una mirada más comercial, y también ficciones que para mí son las más interesantes que de produjeron acá en los últimos años: Okupas, Tumberos, Sol negro... Pensé en él porque está claro que tiene esas dos facetas y porque en una cena que compartimos hablamos mucho de cine y él nombró con especial énfasis una película que a mí me gustó muchísimo, El gusto de los otros (drama romántico dirigido por la francesa Agnes Jaoui que se estrenó en Argentina en 2001). Yo quería correrme un poco de la comedia protagonizada por una mujer se la pasa protestando y dice todo con una sinceridad brutal, que es lo que venía haciendo en cine últimamente. Esos son personajes que quizás produzcan una identificación más automática que el de esta película que dirigí, que tiene un lenguaje más extraño. Se me ocurrió que Marcelo iba a animarse y por suerte acerté. Es muy buen observador, y no lo digo porque haya apoyado esta película.
–De Adrián Suar, con quien trabajaste mucho, ¿qué dirías?
–Que sabe cómo sacar lo mejor de vos. Es muy bueno para armar el clima necesario para que rindas al máximo, tanto cuando produce como cuando es compañero de elenco. Es una cualidad muy importante en este trabajo.
–Hace años que no trabajás en televisión. ¿Por qué?
–Sí, hace como quince años ya... La televisión tiene unos tiempos muy acelerados. Prefiero los ritmos del cine y el teatro, que cuadran mejor con mi vida familiar. Y también me perturba un poco la alta exposición. Muchos se burlan de los actores que somos más pudorosos con eso, que no somos muy mediáticos, pero a mí la exposición me cuesta. Me interesa más el trabajo como actriz que la popularidad y la fama. Hoy los medios son tremendos, para mí todo eso es inmanejable. No tengo Facebook ni Twitter ni Instagram. Uso solo el mail. Como me gusta hacerme cargo de todo lo que digo, con las confusiones que se generan tendría que estar todo el tiempo aclarando cosas en las redes sociales. No es para mí.
–¿Esos tiempos acelerados de los que hablás son los que determinan que las ficciones que se producen acá estén lejos en términos de calidad de las que se hacen en otros países?
–Yo no siento que haya tantas diferencias. Un gallo para Esculapio me gustó mucho, me parece que tiene un nivel buenísimo. El marginal también. Obvio que los norteamericanos tienen otros presupuestos para producir, pero a veces alcanza con la imaginación, con aprovechar bien lo que tenés a mano. Acá también hay inventiva, buenas ideas.
–¿Soñás con trabajar en el exterior?
No, porque hay un básico que no tengo: yo no hablo inglés. Pero la verdad es que es lo mismo en qué lugar del mundo hacés las cosas. Si lo que hacés está bueno llega, sobre todo ahora, con el avance de la tecnología. Así pasó con esta película en Sundance. Igual mi objetivo es hacer cosas que me hagan sentir orgullosa, no importa tanto dónde.
–¿Cómo combinás trabajo y vida familiar?
–Soy muy familiera. Me gusta mucho la vida que elegimos con Gabriel (habla de Vicentico , su pareja, con el que tiene dos hijos, Florián y Vicente). Para nosotros la rutina es estar de gira y dentro de todo esa es una rutina divertida. Ese movimiento permanente me gusta.
–¿Cuál es el secreto de una relación tan larga?
–No sé si hay algún secreto. Yo siento que es una casualidad, que es algo se puede dar o no. Cuando pienso en mi pareja siempre digo "¡Qué rápido pasó el tiempo!". Eso es una señal de que la pasé bien. Es medio casual un encuentro así entre dos personas, que a vos te interese el otro por lo que es y por lo que hace y que te siga gustando después de tantos años de convivencia. Nosotros ya llevamos 24 años juntos y seguimos apasionados.
–Están muy cerca de las bodas de plata...
–Sí, y es genial. Estoy planeando una superfiesta para celebrarlo.
Énfasis
A pocos días de la multitudinaria marcha que se llevó a cabo en Buenos Aires el Día Internacional de la Mujer, Valeria Bertuccelli opina sobre la legalización del aborto, uno de los grandes reclamos que se hicieron oír en esa manifestación: "Estoy a favor del aborto legal, seguro y gratuito. Y creo que vale la pena decirlo con énfasis porque hoy existe una posibilidad concreta de que se apruebe". La actriz también asegura que se considera feminista "porque mis actos lo demuestran, más que mis declaraciones; estoy en contra de cualquier desigualdad, y eso es lo que intento enseñarles a mis hijos. Ya iremos evolucionando y nos daremos cuenta de que es ridículo hasta que los animales estén encerrados en un zoológico. El mundo está plagado de todo tipo de desigualdades. Tenemos que evolucionar".
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