Uruguay ya tiene su propio ballet clásico del Quijote
El Sodre acaba de estrenar una nueva obra inspirada en un bibliotecario, dirigida por la prestigiosa coreógrafa española Blanca Li
MONTEVIDEO.- Desde que el Ballet del Sodre, de la mano de Julio Bocca, irrumpió en la escena uruguaya , es el orgullo cultural del país. Y no es una mera conjetura, es palpable. Cada estreno despierta un sumo interés y la sala grande del Auditorio del Sodre agota sus casi 1900 localidades. Y luego de cada función, una peregrinación de gente sale de las instalaciones hacia distintos destinos de la ciudad. En el marco del Festival Cervantino, la semana pasada se estrenó El Quijote del Plata, la nueva gran propuesta de este prestigioso ballet , con coreografía de Blanca Li, dramaturgia compartida con Santiago Sanguinetti y escenografía y vestuario de Hugo Millán.
Los afiches que promocionan la obra inundan la ciudad, tanto en afiches callejeros como en colectivos. Y también ya todos saben que el bailarín de la imagen, el español Ciro Tamayo, no podría estrenar por haberse roto un tendón pocos días antes del estreno. A José Miguel Onaindía, coordinador general del Instituto Nacional de Artes Escénicas de Uruguay (INAE) y director artístico del Festival Internacional de Artes Escénicas (Fidae) se le ocurrió una idea brillante. Unir la figura de Arturo E. Xalambrí, escritor y bibliotecario uruguayo, quien recolectó una de las colecciones más importantes de versiones del Quijote (que se exhibe en el hall del Sodre) con la novela de Miguel de Cervantes Saavedra. A Ygor Yebra, director artístico del Sodre, le pareció una idea brillante y la quiso compartir con su coterránea Blanca Li. "Me hacía mucha ilusión la idea de inventar un Quijote. Y me interesaba la idea de que el personaje central, Xalambrí, de tanto leer al Quijote se vuelva medio loco creyendo que es el personaje; lo mismo que le pasa a su referente, al leer las novelas caballerescas. Hicimos dos historias paralelas", describe quien está considerada como una de las mejores coreógrafas contemporáneas de Europa. En un mes tuvo que montar este gran trabajo adaptándose a las puntas y descontracturando a los bailarines clásicos. "Tomé la opción de trabajar con ellos a partir de la técnica clásica, dando mis toques, mi manera de contar historias y ver la danza. Teníamos poco tiempo y trabajando con el nivel clásico que ellos tienen lograríamos la excelencia. Tuve que inculcarles que la técnica está ahí para servir, para contar algo, para transmitir una emoción, un sentimiento. La técnica por sí misma nunca me ha servido ni me gusta. Es algo que necesitamos, pero su finalidad no es la técnica, sino qué consigues transmitir con ella. Si logras meter a la gente en una historia, sirve para sublimar lo que estás contando. Insistí que se dejaran llevar un poco por el personaje. Con desconcierto, pero lo han hecho", explica sobre su abordaje.
Ella es una especialista en llevar la danza al público masivo y devolverle su carácter popular. Eso se nota en la platea por las risas sobre lo que ocurre en escena y los aplausos espontáneos por los virtuosismos individuales de intérpretes como el argentino Ciro Mansilla, Gustavo Carvalho, María Riccetto, Mel Oliveira y Byul Yun, entre muchos otros.
-¿Para vos es esencial volcar el ballet hacia lo popular?
-Creo que es esencial atraer al público a cualquier tipo de danza. Es parte de mi historia, que el baile sea accesible y quitarle el elitismo. El baile viene de lo primitivo, desde el principio de los tiempos no es sólo para gente cultivada.
-¿Cómo se logra eso?
-Haciendo espectáculos que no creen una barrera intelectual. En este caso todos han oído hablar del Quijote. Si los que vienen consiguen enamorarse de estos personajes, cuando salgan del teatro querrán saber qué es el quijote. No es que la gente no entienda, los artistas tenemos que buscar la manera de interesar a las personas para que ellas encuentren el camino. Si viene un niño a ver este espectáculo seguramente le despierte curiosidad. Además se crea el amor a la danza, que la gente vuelva una y otra vez; y que aparezca el interés.
"Estamos ante un ballet clásico contemporáneo. Quiero producciones fáciles de llevar a otro sitio, ligeras, también para un público que no sea el espectador habitual de ballet. El resultado es fascinante", remata Ygor Yebra.
Paseo escénico del otro lado del Plata
Para muchos porteños, la capital uruguaya nos resulta familiar, amable, suave. La bella Montevideo no posee el vértigo de Buenos Aires, su rambla invita a pasar cualquier día soleado entre solitarios sensibles, familias y parejas de todo tipo, sexo y color que comparten en absoluta armonía esa bendita geografía.
Y por la noche, la ciudad también respira cultura. Por estos días transcurren dos festivales muy atractivos para todo tipo de público. Además del Festival Cervantino, un grupo de propuestas locales e internacionales se congregan en el Festival Internacional de Teatro Unipersonal del Uruguay, que también se lleva a cabo en la sala Hugo Balzo, del Auditorio Nacional del Sodre. El encuentro comenzó con La voz dormida, de Cayetana Cabezas y dirección de Julián Fuentes Reza. Basada en la posguerra española, la talentosa actriz andaluza Laura Toledo encarna a un grupo de mujeres encarceladas en la madrileña prisión de Ventas, enarbolando las banderas de la dignidad y el coraje. Una emotiva puesta en escena que no deja indiferente al espectador. A esa propuesta se sumó Frida Kahlo, de Patricio Abadi, con Jimena Anganuzzi, como representante de la Argentina. Un trabajo que obtuvo muchos elogios durante sus dos temporadas porteñas. Las representantes de Uruguay fueron Tom Pain, de Will Eno, con el brillante Rogelio Gracia; Ella sobre ella, con la potencia de Marianella Morena, y Ser humana, inspirada en una historia real, con Angie Oña.
Muy cerca, en otra sala oficial, la Verdi, se representa teatro de excelencia con La vuelta al desierto, de Bernard Marie Koltés, en versión del virtuoso Gabriel Calderón. Una gran puesta en escena con actores magníficos como Andrea Davidovics, Pablo Varrailhón y Fernando Vannet. Y también en la Ciudad Vieja, en el majestuoso Teatro Solís, sube a escena una nueva versión de Tartufo, de Molière, con dirección de Natalia Menéndez y un elenco algo más heterogéneo.
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