Una venganza terrible y rendidora
Desde 1993, Alejandro Dolina se ha convertido en el señor de las noches
¿Alguien puede negar que La venganza será terrible es un clásico de la radiofonía argentina? Difícil. Desde 1993, cuando se emitía por FM Tango, hasta hoy, el ciclo conducido por Alejandro Dolina ha recorrido un largo camino, ha cosechado merecidos elogios y ha conquistado a miles de oyentes que son los que ahora lo colocaron otra vez al tope de las mediciones de audiencia: el programa que ahora emite la AM Del Plata alcanzó, según los últimos datos de Ibope, un 24,5% de share, por encima de sus rivales inmediatos, Radio 10 y Radio Mitre (22,5% y 22,1%, respectivamente).
Desde el último jueves y hasta este viernes, fiel a su vocación trashumante, La venganza será terrible se instala en el Teatro Auditorium de Mar Del Plata. Desde allí, Dolina, Patricio Barton, Jorge Dorio y Gillespi continuarán su ya legendario romance con un público fiel y efusivo que se hace sentir en cada emisión. De acuerdo con lo que el propio Dolina ha manifestado en más de una oportunidad, la historia del programa se remonta en verdad a 1985, cuando debutó Demasiado tarde para lágrimas en Radio El Mundo. Con diferentes nombres (fue El ombligo del mundo, en Radio Rivadavia, entre 1989 y 1992), pero el mismo espíritu, el ciclo se ha mantenido en el aire casi sin interrupciones, un logro del que pocos pueden jactarse en el medio.
Después de tanto tiempo, Dolina admite el peligro de la rutina, pero también esgrime razones de peso para seguir adelante: "Un trabajo radial es fatalmente rutinario -asegura-. Desde el punto de vista de la inteligencia, tener ocurrencias a intervalos regulares es algo que uno no puede garantizar. Pero este programa me ha dado algunas costumbres saludables que no tenía.
En tren de enumerar, dice: "La primera, es que leo, trabajo y estudio mucho más que cuando estaba en la facultad. Y por fortuna, esta necesidad de recorrer aldeas temáticas periódicamente me ha contagiado esa costumbre para la vida diaria. Entonces leo más que antes, leo con un lápiz en la mano y de un modo menos hedonista. Leo menos novelas, más difusión, más ensayo, más historia. Es porque lo hago para el programa y para compartir con los oyentes. Podría decir sin el mínimo asomo de falsedad que el programa me ha ido obligando a construirme. Y el peligro de la repetición, a no instalarme en algunas gracias que sé que me salen bien. Recorro caminos nuevos todo el tiempo. A veces son caminos que no llevan a ninguna parte, claro. Lo que hago es registrar ese peligro y tratar de crecer, de adquirir nuevas nociones".
–¿Se imagina la vida sin la radio?
–Es muy difícil, pero a menudo me toca vivirla. Me infligen castigos tales como darme vacaciones. Y lo sufro mucho. Por alguna razón me he convertido en un hombre bastante solitario, de pocos amigos, de pocos familiares. Y la verdad es que encuentro esos amigos y esa familia haciendo La venganza... Tengo cada noche, en el programa, una mesa de diletantes que algunos poetas han soñado más de una vez. Pero admito que no poder imaginarme una vida sin el programa revela una cierta patología.
–¿Por qué le gusta la soledad?
–No es que me guste, no es algo elegido. Así sucedió, no lo he buscado. Convengamos que tampoco salgo a la calle a buscar compañía. Ciertos caminos que he escogido son menos concurridos que otros. Me he quedado solo no por peleas ni por catástrofes, sino porque opté por determinados caminos por razones artísticas y éticas. La gente cree que porque me gustan los tangos trato de vivir una vida acorde con sus letras, pero no es así. Esperar a la noche, esperar el trabajo para poder conversar con alguien no parece muy seductor, pero es lo que me ha tocado.
–¿Cómo explica que lo sigan tantos jóvenes?
–Es curioso, porque a golpe de vista parece que fuera la misma gente de siempre. Mucho más que si fuera de verdad la misma gente de siempre. Si fueran los mismos, parecerían otros, porque el tiempo ha pasado, pero como son otros parecen los mismos. Son grupos de muchachos de entre 20 y 30 años y alguna que otra señora mayor que piensa que Patricio Barton es un chico agradable y limpio y que yo saludo amablemente.
–¿Escucha radio?
–Cuando voy en el auto. Tengo mucha curiosidad, tanta que me parece que tengo ese criterio para elegir: en lugar de escuchar las cosas que sé que me gustan, voy en busca de territorios desconocidos. Y entonces me interno por los andurriales del dial para ver si encuentro algo nuevo. A veces trato de escandalizarme nomás. Y lo consigo, porque hay cosas muy extrañas en la radio. Amén de esas pésimas costumbres, hay gente a la que admiro.
–¿Por ejemplo?
–Héctor Larrea es mi principal costumbre elegida.
–Es habitual que usted reflexione sobre temas existenciales en su programa. ¿Cómo se lleva hoy con el tema de la muerte?
–Bueno, con el tiempo va cambiando la mirada sobre el tema. De un asunto filosófico se va convirtiendo en un asunto cotidiano. La muerte como tema artístico hasta puede ser fructífera, es uno de los grandes temas de la poesía. La muerte, el amor… Pienso en La piel de Zapa, de Balzac, que es una extraordinaria metáfora que contesta esta pregunta. El protagonista de esa novela tiene una piel de onagro que satisface cada uno de los deseos que pide, pero ante cada deseo concedido, esa piel se achica. Y dice la leyenda que cuando la piel consuma el último deseo, su poseedor morirá. El protagonista va pidiendo una gran cantidad de deseos, pero en un punto, cuando ve que la piel se va achicando, trata de no desear más. Y ahí se da cuenta de que es imposible no desear. Y también comprueba que deseando se consume la vida. Empieza entonces a tener otra visión de esa piel que simboliza a la vida: la piel que parecía inagotable, proveedora, se empieza a convertir en mezquina, amenazante. Y el poseedor trata de desear poco. Yo soy como él: mi felicidad, antes, era salir al jardín y mirar al cielo, que era el porvenir, era inagotable. Eso es ser feliz. La estrechez del porvenir es lo que hace a la infelicidad. El hombre que está en una celda y que no tiene posibilidades de salir de ahí, de cambiar su destino, es infeliz. Y yo estoy ahora así. Ya no es todo el cielo mi destino, me queda un pedacito nada más. ¿Cómo quiere que sea feliz?
"Me siento solo en mis criterios artísticos"
Si bien su programa radial es un éxito, Alejandro Dolina confiesa tener todavía más aspiraciones, anhelos que considera posibles, aunque se queje del desinterés que, según él, ha sufrido parte de su trabajo. "Si no vale enunciar anhelos imposibles como ser más joven o encontrarme con mi padre que ha muerto, diría que mi mayor deseo es trabajar más –sostiene–. Siento que hice cosas que no han sido reconocidas ni vistas con buenos ojos por la comunidad mediática. Yo hubiera podido trabajar mucho más en la música y no lo hice porque no he recibido ningún estímulo ni ninguna propuesta. Y hubiera querido trabajar mucho más en la televisión, si es que la televisión pudiera permitirme hacer lo que sé. El humilde programa Recordando el show de Alejandro Molina (creado por Dolina y Juan José Campanella, estuvo en el canal Encuentro y fue nominado a un Martín Fierro en 2011) es una medida de lo que puedo hacer. No sé si es una gran cosa, pero está muy bien, mucho mejor que algunas otras cosas que andan circulando por la TV actual. Ese programa no ha recibido reconocimiento ni difusión, ni siquiera el beneplácito de mis pares. Los elogios que se me dispensan en otros programas, cuando me entrevistan, son raros. Así como me siento solo en las tardes porque no hay jaurías de amigos que vengan a golpearme la puerta, también me siento solo en los esfuerzos que hago por trabajar con unos criterios artísticos que no encuentran eco en casi nadie. Lo digo con mucho dolor, no con encono. Es muy evidente que mis queridos colegas trabajan con otras herramientas y otros propósitos artísticos, entonces cómo no voy a estar solo… Usan mucho la palabra referente para hablar de mí, pero yo no veo que lo sea."
Sobre la ley de medios
"Desde luego estoy a favor. Espero que sus consecuencias se empiecen a verificar de un modo más ordenado y orgánico. Pero la principal sensación que quisiera transmitir es que la polémica alrededor de esta ley está sobreactuada. Es algo importante para los propietarios de los medios, para los que trabajamos en los medios, pero alrededor de ese debate se ha expandido un odio que es propio de la situación política argentina actual. Y que lo pone en el centro de la escena, cuando para la vida de un país debería ser un poco lateral. En un país con una economía emergente, que va saliendo de graves dificultades, no debiera ser un tema central."
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