Una película mejor que esta época
"Mala época" (Argentina, 1997-1998), presentada por Distribution Company -Fundación Universidad del Cine-, cuatro segmentos de una misma historia. Fotografía: Javier Juliá, Lucas Schiaffi, Santiago Melazzini. Música: Mono Cieza. Montaje: Alejandro Brodersohn, Guillermo Grillo, Pablo Trapero, Christian Fuma. Intérpretes: Pablo Vega, Alberto Busaid, Daniel Valenzuela, Martín Adjemián, Carlos Roffe, Héctor Anglada, Nicolás Leivas, Mariano Bertolini, Carlos Moreno, Carlos Garric, Virginia Innocenti, Diego Peretti. Guión y dirección: Nicolás Saad ("La querencia"), Mariano De Rosa ("Vida y obra"), Salvador Rosselli ("Está todo mal") y Rodrigo Moreno ("Compañeros). 110 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
A la vista de todos hay una Argentina marginal que, de a poco, va copando los espacios centrales con su gesto de natural abandono y resignación: el centro se vuelve periferia también en la imagen que nuestro cine más realista procura en el retrato de sus gentes. "Mala época", título que parece una declaración de principios sociopolíticos y un dibujo en dos palabras del tiempo que nos toca atravesar, aquí y ahora, es más que cuatro fragmentos de un mismo clima humano, creados por otros tantos directores recién graduados en la Fundación Universidad del Cine, cuyo destino _es un dato pertinente_ conduce un director cinematográfico, Manuel Antín. "Mala época" es un grito de verdad y la vigorosa expresión de la creación juvenil, mientras no se halla atada a los condicionamientos que la sociedad y la economía individual terminan por imponer. Es gimnasia de libertad.
"Mala época" cuenta cuatro historias ingeniosamente anudadas que se empecinan por constituirse, desde el sentido último, en una sola: gentes que trabajan, que estudian o que buscan trabajo y que se ven enredadas en situaciones límite, en apariencia definitivas, de las que son conscientes o no y que terminan por conformarlos por eso de la "mala época".
A uno venido del interior le toca llevar un cadáver de aquí para allá, sin mucha precisión de por qué ese incordio está entre sus manos; otro, un albañil paraguayo, justifica en una visión callejera de la Virgen -una virgen con buena presencia femenina- su imperiosa necesidad de pensar más en sí mismo y en ser libre; el tercero es un adolescente con acné sin éxito en el amor pero con otra suerte cuando encuentra una bolsa llena de dólares; el último, un sonidista de barrio que debe llenar de voces un mitin político y populachero (la prosapia del acto es muy reconocible), recibe como paga dos talonarios de rifas para vender.
En la trama se cruzan sindicalistas, vecinos de mala muerte, parientes que miran la realidad con cara de bobos, amantes ocasionales y de sexo distraído, pensiones donde reina el abandono y una picaresca entre porteña y provinciana que recuerda lo más siniestro de la comedia negra italiana que, hace años, nos llenaba de gozo con su realismo tamizado de desparpajo, ironía y entrecruzamientos críticos donde ninguna institución quedaba en pie.
Retrato de lo falso, diseño reconocible de lo que el habla popular designa como "chanta" o "trucho", vocablos ambiguos pero llenos de precisa direccionalidad, a veces divertida, otras veces dramática, "Mala época" se inscribe en la línea de un cine juvenil de estos días que patentiza la cotidianidad del desencanto. No es el "aburrimiento" de la generación del sesenta en el cine mundial, es la representación de una mirada inteligente y crítica, cuyo origen se despega del tema y textura narrativa del corto "Negocios", de Pablo Trapero, premiado en Mar del Plata (1997), al concretar una perspectiva que entra y sale de los personajes, en unos casos entre ellos, en otros, desde la distancia del realizador cinematográfico. En esta transcripción de la realidad presente, el cine se ha adelantado a la ensayística y a la literatura social.
Manifiesto de excluidos
"Mala época" es un severo y espontáneo manifiesto de la exclusión social de la que en estos días habla con voz mayúscula la Iglesia y es la descripción de la andanada de recursos del argentino medio de hoy para rebuscárselas.
Hablamos de inteligente ironía y de humor con compromiso, que, en los segmentos creados por Nicolás Saad, Mariano De Rosa, Salvador Rosselli y Rodrigo Moreno, marcan la distancia del punto de vista puesto antes en la mirada de los directores que en el ánimo de sus personajes. Los realizadores prefirieron -o así se les dio- que hubiera un espacio entre la historia contada y el dispositivo para articularla, justo en ese trasfondo -el doble fondo de la ideología denunciado por el mecanismo de la enunciación-, donde cualquier película convive con sus criaturas o las mira desde lo alto, juzgándolas, perdonándolas o divirtiéndose con ellas. Los responsables del film, con razón, no quieren que se compare su obra con "Pizza, birra, faso", de Caetano y Stagnaro, que puso en pública evidencia la institución de un formidable cine donde hibridación, multiculturalismo e ilegibilidad verbal suenan detonantes, porque el sujeto enunciador se mimetiza entre sus caracteres y acciones. "Mala época" prefiere la gracia negra y el sarcasmo costumbrista, y éstas son cualidades de los sagaces e inteligentes. Inevitablemente, el cerebro es el tamiz de la carne.
"Mala época" va a hacer época, valga el juego de palabras. Lo merece porque se impone con un manejo de verdades no discursivas, desde la pátina sucia de la imagen en contacto con la realidad que cuenta y una soltura que delata haber convertido en acción práctica el poco saludable academicismo que acusan tantos realizadores que, en sus primeras obras, no saben desprenderse del olor del aula.
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