
Una película marcada
Coincidencias, iluminaciones, apuestas comerciales y obsesiones artísticas confluyeron para convertir el film de Damián Szifron en un fenómeno inusual
Relatos salvajes pudo haber tenido destino de Plata quemada. Un enorme operativo publicitario montado por su distribuidora casi se echa a perder, cuando pocas horas antes del estreno hubo que postergarlo sin fecha, por una medida sindical que mantuvo cerradas las salas. Dos semanas después, y con las aguas quietas, comenzó su arrasadora marcha, que ya se acerca a los 3.400.000 espectadores. Desde entonces permanece en el Olimpo como la película argentina más vista del año y del siglo XXI. Y aunque el éxito no se explica, tal vez en estos relatos -no salvajes, pero ignorados- resida alguna clave que explique la fiebre por la película de Damián Szifron.
Cuarenta spots
Los productores planificaron una serie de spots comerciales para diferentes targets. Tenían conciencia de que estaban con un éxito entre manos: acordaron con Telefé el mayor apoyo publicitario para el lanzamiento de toda la historia de la compañía. Elaborar una cifra propia de Hollywood: cuarenta publicidades diferentes. Obsesivamente, el propio Szifron reeditó y corrigió cada una de esas piezas. Él mismo operaba la computadora. Al fin, se optó por lanzar una primera tanda con un eslogan en común ("todos podemos perder el control") creado por el propio director. Dos semanas después se puso al aire una segunda etapa de la campaña, donde se emitieron spots para distintos públicos: uno para mujeres y adolescentes contando el episodio de Erica Rivas, otro para noticieros y ficciones nocturnas con el segmento de Leo Sbaraglia, otro con Bombita?
Lágrimas de felicidad
¿Cuánto cine cabe en la cabeza de un productor, que además es un cinéfilo rabioso? ¿Cuántas películas puede ver en un día, una semana, una vida? ¿En qué momento deja de ser público para convertirse en espectador calificado, en crítico que puede tomar distancia de la obra? Esas y otras preguntas cruzaron por la mente de los productores Leticia Cristi y Javier Beltramino. Acababan de ver una copia avanzada de la película. Szifron les había pedido compartir una proyección para pedirles observaciones sobre el montaje. Con ellos estaba Axel Kuschevatzky. Lo que nadie esperaba era que al terminar esa pasada, Kuschevatzky llorara, ganado por la emoción, contagiando al resto sus lágrimas. Apenas pudo recomponerse, le dijo a Szifron: "Gracias por estar de vuelta". Se fundió con él en un abrazo. Y volvió a llorar.
La prueba de fuego
Michel Piccoli aplaudiendo furiosamente. Walter Salles buscando al productor Pedro Almodóvar para abrazarlo. James McAvoy queriendo conocer más sobre esos argentinos que habían filmado esa película. Jessica Chastain preguntando por Darín?Cannes es la prueba de fuego para cualquier película. Su público es célebre por su dureza: abuchea, patalea, abandona la sala?El grupo de Relatos salvajes iba a ver el film por primera vez ante un público completamente ajeno a las circunstancias de su realización. No tenían noción de quién era la mayoría de sus actores o su director. No habían visto el tráiler. Nada. Por eso, ese aplauso sostenido de diez minutos quebró al grupo. Almodóvar, Szifron y Erica Rivas se quedaron abrazados llorando, protegiéndose de esa muestra de aceptación tan contundente. Mientras tanto, otras figuras del cine mundial y centenares de espectadores los buscaban para agradecerles.
Conductor predestinado
Hubo alguna discusión sobre la necesidad de destruir un vehículo de alta gama -tal vez porque parecía una ostentación-, pero finalmente la producción entendió que incendiar ese Audi A4 Tiptronic 2006 (cuyo valor de mercado alcanza los 170.000 pesos) era una necesidad del guión. Lo que nadie sabía era la razón de la consternación de Leonardo Sbaraglia al filmar esa escena. El actor daba vueltas y vueltas nerviosamente, algo raro para un profesional de su carácter. Un asistente lo advirtió y le preguntó qué le pasaba. Entonces Sbaraglia le explicó: "La primera vez que me compré un auto me lo robaron a los 28 días. Después compré otro y se le cayó un árbol encima. Más tarde tuve otro que se incendió. Y alguna vez manejé otro -que no era mío- que se me inundó y lo vi pasar como un barquito". Estaba escrito que ese papel era para Sbaraglia.
Enojo fuera de guión
Cuatro meses después de terminar el rodaje, sonó el celular de Darín. Lo llamaban de la producción. Necesitaban volver a filmar un par de planos. Pero querían resolverlo lo antes posible. Si alguien sospecha que Darín enojado se parece mucho al Simón "Bombita" Fisher de Relatos salvajes, no se equivoca. No es elegante reproducir el diálogo telefónico: el actor estaba trabajando en otro proyecto y no tenía tiempo ni ganas de retomar el rodaje. Entonces lo llamó Szifron. Y se lo explicó de otra manera. Hábilmente, lo invitó a ver el primer armado de ese relato. Darín no pudo negarse. Cuando estuvo allí, en la sala de proyección, el director volvió a la carga: "Ricardo, creo que aquí nos estaría faltando otra cosa". El protagonista entendió el mensaje. Y recién entonces dijo que sí.
Relatos interminables
La primera versión del guión de la película tenía 500 páginas. Suficientes para filmar la trilogía de El padrino y que quedara algo afuera. Szifron había empezado el guión con un cuaderno, pasando noches enteras en una montaña, mirando las estrellas. O metido en su bañera con fondo de Miles Davis. Cualquier lugar era propicio para escribir frenéticamente. Hasta que se dio cuenta de que había escrito catorce relatos. Como en los tiempos de Los simuladores, cuando escribía un capítulo por semana. Tuvo que desandar el camino y elegir los seis más salvajes que quedaron en el film.
Decisiones horizontales
A Pedro Almodóvar le había gustado Tiempo de valientes. Su sexto sentido hizo que se interesara por Szifron. Había algo -que en palabras del manchego puede definirse como "mala leche"- que le gustaba de esa narración, que iba del humor al sarcasmo. Su hermano Agustín se contactó con la productora, K&S. Quedaron en que mandarían un nuevo guión. Cuando Almodóvar lo recibió, hizo lo que su inspiración le indicaba: lo leyó en su cama, de madrugada, a la luz de un velador. Durante sus noches de soledad y lectura surgió el veredicto: aprobado. Así se decidió que El Deseo coprodujera Relatos salvajes.
Domador de leones
Walter Donado llegó el primer día de filmación con una boa sobre sus hombros. Un poco para impresionar, pero también para que nadie se confundiera. Es que Donado no es sólo un actor: ex combatiente de Malvinas, se ganó un lugar en los sets como adiestrador de animales, desde reptiles hasta elefantes. Siempre al límite del riesgo: alguna vez un cocodrilo le mordió la pierna; en otra, un león le provocó doble fractura de muñeca y rotura de cúbito. Pero no les teme a los animales. Peor le va en los sets: para filmar Relatos salvajes tuvo que hacer un casting. Su primera reacción fue decir que no. Lo convenció su esposa. Gracias a eso se convirtió en el perseguidor del personaje de Sbaraglia.
No es, pero parece
Una mujer con un vestido de novia sucio y arruinado dice con singular parsimonia la frase más significativa del año: "Filmame esto, Néstor". El protagonismo de Erica Rivas queda limitado a esas tres palabras, sugestivas, que se interpretan libremente como una alusión política. ¿Hay algún significado oculto? ¿Es un "relato salvaje" encriptado? Szifron jura que no, que el "Néstor" es obra y gracia del azar. Pero esas tres palabras quedaron como un chiste interno y como una incógnita que tal vez, algún día sea develada.
La musa misteriosa
De La dimensión desconocida a Los monstruos, inspiraciones disímiles para el film
La adolescencia de Szifron estuvo signada -entre tantas otras influencias- por Cuentos asombrosos, la serie televisiva dirigida por Steven Spielberg que más tarde tendría una versión cinematográfica. Hay quienes aseguran que Relatos salvajes es un desprendimiento de aquella serie antológica, y su director no lo desconoce ni lo niega. En todo caso, su película también homenajea a otras series, como Cuentos de la cripta, La dimensión desconocida o a Alfred Hitchcock presenta. Sin embargo, hubo un episodio que acrecienta el fenómeno del éxito de Relatos salvajes. Tiene que ver con los puntos de contacto que hay entre su película y la italiana Los monstruos, con Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman. El cineasta la vio por primera vez después de haber escrito su guión. Pero tuvo que desmentir una y otra vez que fuese su fuente de inspiración. Sin embargo, era la película favorita de su padre. Y Relatos salvajes se exhibió al cumplirse cincuenta años del estreno en la Argentina del film dirigido por Dino Risi.
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