La película dirigida por Christopher Nolan se estrena este 20 de julio; está protagonizada por Cillian Murphy
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Ráfagas de fuego llenan la pantalla a lo largo de Oppenheimer, por momentos pareciendo como si 1000 volcanes estuvieran a punto de engullirnos. Pero, no son las únicas imágenes ardientes de la magnífica película de Christopher Nolan, que narra la historia del hombre que ayudó a crear la bomba atómica y luchó durante el resto de su vida con las mortales consecuencias de esta.
A veces, círculos recorren una oscuridad vacía o aparecen hilos de luz anaranjada que representan los miedos y la ciencia que ocupan la mente de Robert Oppenheimer.
Esas imágenes artísticas son esporádicas en una película que nunca pierde su sentido de la historia y el drama, pero revelan lo audazmente imaginativa y centrada que es.
Oppenheimer es la obra más madura de Nolan, que combina la acción explosiva y comercial de la trilogía de The Dark Knight con los fundamentos cerebrales que se remontan más de 20 años atrás a Memento, y se extienden por Inception y Tenet.
Cillian Murphy, con ojos azules como el hielo, domina la película, interpretando a Robert Oppenheimer con una moderación que se adapta perfectamente a este personaje carismático pero frío.
El “padre” de la bomba atómica
La historia nos lleva desde sus días de estudiante en Europa, a su época como profesor en California en la década de 1930, y luego al Proyecto Manhattan, el programa estadounidense altamente secreto desarrollado para construir armas nucleares en Los Álamos, Nuevo México, en el que su equipo se apresura a crear una bomba para poner fin a la Segunda Guerra Mundial.
Murphy nos mantiene con él incluso cuando el personaje parece un poco opaco. Nolan basó su película en la magistral biografía Prometeo Americano: el Triunfo y la Tragedia de J Robert Oppenheimer, de Kai Bird y Martin J Sherwin, y captura exactamente lo que sugiere el título: un héroe trágico y profundamente estadounidense que ayudó a dar forma al mundo moderno y se convirtió en víctima de la política de Washington.
La película se enmarca como una batalla cara a cara entre Oppenheimer y su némesis, Lewis Strauss (interpretado por Robert Downey Jr), exjefe de la Comisión de Energía Atómica de EE.UU.
En todo momento, el guion de Nolan va y viene entre dos audiencias celebradas por el gobierno de EE.UU. en la década de 1950 que se desarrollan como dramas judiciales tensos, retrocediendo en largos tramos para contar la historia de la vida de Oppenheimer.
En los años 50, Oppenheimer es una figura nacional elogiada, pero un panel lo interroga para determinar si se debe revocar su acceso de seguridad, basándose en acusaciones falsas de que representa una amenaza comunista.
Gran parte de la película se desarrolla desde el punto de vista de Oppenheimer, en colores brillantes, estando diseñada y rodada con gran intensidad a pesar de su formato de pantalla ancha.
Secciones en blanco y negro, deliberadamente claustrofóbicas, muestran la perspectiva de Strauss, en su comparecencia ante un comité del Senado estadounidense que vota su nombramiento como Secretario de Comercio.
Estas partes recuerdan a Memento, en la que la historia no es lo que parece a primera vista. La cronología fracturada crea una sensación de fatalismo que persigue a las primeras escenas.
“Destructor de mundos”
La historia se construye gradualmente, pero apenas sientes la duración de la película, que dura poco más de tres horas. En California, Oppenheimer comienza una aventura con Jean Tatlock (Florence Pugh), una comunista emocionalmente volátil e inestable.
En una escena, después de tener relaciones con Oppenheimer, encuentra una copia en sánscrito del Bhagavad Gita en su estante y le pide que la lea. Oppenheimer pronuncia la línea más asociada con él, que le vino a la cabeza mientras veía a Trinity, la primera prueba de la bomba nuclear en Los Álamos, como recordó en una entrevista televisiva años después: “Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.
Poner eso en una escena erótica es otra elección sorprendente. En una escena posterior que insinúa lo buena que podría ser una historia de amor de Nolan, ambos se sientan desnudos en sillones cada uno a un lado de la habitación, en una imagen elegante que sugiere tanto intimidad como distancia.
Como el resto del gran elenco, Pugh es impresionante en un pequeño papel. Incluso Emily Blunt, que interpreta a Kitty, la esposa de Oppenheimer, pasa la mayor parte del tiempo en un segundo plano.
Al final de la película, en un par de escenas importantes, se muestra por qué Kitty era una fuerza por sí misma. Matt Damon es Leslie Groves, el general del ejército que dirige el Proyecto Manhattan.
Kenneth Branagh es el físico Niels Bohr, alguna vez el mentor y la conciencia de Oppenheimer. Pero Downey es el actor secundario crucial, y ofrece una interpretación inteligente y dinámica como el astuto, inseguro y poderoso Strauss.
★★★★★
La película no abunda ni intenta explicar especialmente los aspectos científicos de la bomba, incluso cuando los físicos investigadores se agrupan alrededor de Oppenheimer para debatirla. En Los Álamos, la tensión aumenta a medida que la historia se dirige hacia la prueba inevitable en el gran desierto. Hay una tormenta la noche antes de Trinity.
Cuando ocurre la explosión, Oppenheimer está en una choza a cierta distancia, otros tirados en el suelo, protegiéndose los ojos, mientras el fuego parece rugir hacia la pantalla, todo seguido de un silencio repentino cuando la banda sonora se corta.
Esa escena impactante e inmersiva por sí sola justifica filmar en el formato Imax que tanto le gusta a Nolan (y se ve cada línea y poro en los rostros de los actores).
El físico Edward Teller (interpretado por Benny Safdie) acusa a Oppenheimer de ser más político que físico. Kitty le dice que juega a ser un mártir. Nolan muestra a un hombre que ingenuamente creía que podía hablar honestamente, instando al presidente Truman a evitar una carrera armamentista nuclear.
También creía que era necesario lanzar la bomba sobre Hiroshima porque, como dice, “una vez utilizada, una guerra nuclear se vuelve impensable”. Pero reflexiona sobre ello.
Justo después de Hiroshima vemos más imágenes de su mente, incluida la de un negativo de una joven con la piel desprendida. Como sugiere esta inspirada película, la mayor tragedia de Oppenheimer fue no poder salvar al futuro de su propia invención.
*Por Caryn James
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