Una película argentina que promete
"Me gustan las historias que tienen mucho nervio", dice el realizador debutante de "Nueve reinas".
En el principio fue la fascinación por el mundo de los estafadores callejeros. A los 41 años, Fabián Bielinsky es incapaz de recordar la puntada inicial de esa atracción fatal con la que convive al menos desde la adolescencia, dice. Es la ambigüedad de esos tejedores de engaños lo que se le antoja francamente intrigante. "Son tipos que necesitan tener una indispensable oscuridad para poder concretar la estafa y una cierta luminosidad para conseguir que el otro se deje engañar", dice el director de "Nueve reinas". En su opera prima, Bielinsky jugó con ese contraste de luces y sombras, dibujó dos siluetas parecidas y diferentes y las llamó Marcos y Juan. "Los dos hacen lo mismo, pero desde distintos lugares -dice-. Marcos, el personaje que compone Ricardo Darín, tiene una evidente falta de escrúpulos. Su conducta responde al esquema de la acción sin moral. Juan, el personaje de Gastón Pauls, entra en ese sistema de vida porque tiene mucho talento para hacerlo y porque no tiene más remedio:no tiene dinero y nada de lo que ha intentado hacer por derecha le ha salido bien."
Hay en el tejido de la estafa callejera otro juego de paradojas que llama la atención del realizador:se trata de un hecho claramente delictivo, dice, pero que consigue despertar cierta extraña simpatía en la opinión pública. "Si se trata de un estafador que engaña a jubilados con un plan de vivienda, por ejemplo, la gente se indigna tanto como si se tratara de un robo a mano armada -razona Bielinsky-. Pero en la estafa callejera en la que el botín son dos mangos y donde el delincuente exhibe una gran habilidad para el engaño, la reacción es muy distinta. En esas condiciones, quitarle una pequeña suma de dinero a un sujeto, sin hacerlo sufrir, genera una cierta admiración. Es como si la mezcla del ingenio, la estrategia de un modo delictivo que excluye la violencia y el hecho de que lo que esté en juego sea poca plata consiguiera crear una extraña zona de fascinación."
Un largo camino
Paradojas de una industria cinematográfica como la argentina, que suele transitar por largos períodos críticos: Bielinsky llegó a debutar como realizador al cabo de veinte años de andar por los sets como asistente de dirección. Entre los cineastas para los que trabajó figuran Carlos Sorín ("Eterna sonrisa de New Jersey), Marco Bechis ("Alambrado"), Eliseo Subiela ("No te mueras sin decirme adónde vas") y Mario Levin ("Sotto vocce"). Egresado y docente del Centro Experimental y de Realización Cinematográfica del Instituto de Cine, Bielinsky fue coguionista de Fernando Spiner en "Bajamar, la costa del silencio" y en "La Sonámbula".
Para dar el salto hacia la realización, no le alcanzó con la experiencia adquirida en el oficio, sino que necesitó además volver a dar examen en un concurso de guiones cuyo premio consistía en la realización de la historia que resultara ganadora. El jurado -formado por Cipe Lincovsky, Alejandro Doria, José María Paolantonio, José Martínez Suárez y Pablo Bossi- eligió el guión de "Nueve reinas" sobre un total de 354 historias que se presentaron en busca del premio Nuevos Talentos Cinematográficos. El certamen fue organizado por las empresas Patagonik Film Group, Industrias Audiovisuales Argentinas, Kodak Argentina, FX Sound y J.Z. & Asociados.
Bielinsky cuenta que cuando salió ese llamado a concurso ya llevaba un año y medio con el guión escrito y buscando productores. Pero, realidades de una industria en crisis, el guión que mereció el premio en su momento no conseguía financiación. El concurso le resolvió el problema.
La historia como un nervio
En su primer largometraje como director, Bielinsky confió en su criterio de espectador cinematográfico. "Quería que mi primera película transitara por las zonas que me divierten. Que estuviera dentro del tipo de cine que me gusta ver." Nada mejor, entonces, que preguntarle por lo que aprecia desde la butaca para comprender lo que buscó como realizador. "Me gustan las historias -responde-. Me gustan las películas en las que las historias corren como un nervio."
En ese afán por contar una historia sin juzgar a sus personajes, Bielinsky empezó tratando de entender. Para eso, dice, dialogó durante largas horas con delincuentes, policías y periodistas especializados. Con esos elementos como arcilla, trató de bordar "una historia artificial que transcurriera en un contexto natural". Esa elección lo obligó a renuncias posteriores. Como todo director debutante, tenía ciertos antojos todavía insatisfechos: hacer tal o cual movimiento de cámara, buscar aquel efecto, jugar de determinado modo con la luz. "Pero, independientemente de mis deseos, traté de pensar qué era lo que resultaría mejor para la historia -dice-. Entonces comprendí que lo que mejor le iba a "Nueve reinas" era una cierta objetividad, tanto en lo relativo a la luz como a la puesta de cámara."
La etapa de rodaje fue para el hasta entonces asistente de dirección una experiencia en la que asegura que cada día aprendió algo. Cuesta entender que después de veinte años de trabajo cinematográfico, todo se vuelva novedad por el hecho de ocupar el puesto de director. Bielinsky lo explica por la vía de las diferencias. "El control del set, la situación y la energía de un rodaje, el hecho de que hubiera cincuenta o sesenta personas haciéndome preguntas sobre cuestiones diferentes, pero todos al mismo tiempo, no era para mí algo novedoso -sostiene-. El set era mi lugar, mi casa. Pero como director tuve que aprender a concentrar la energía, a distinguir cuáles eran los asuntos en los que convenía hacer foco. El mayor esfuerzo fue comprender que en esa situación a la vez ordenada y caótica que es el set, tenía que encontrar algún espacio creativo, alguna posibilidad de trabajar en solitario aunque sólo fuera por un rato, alguna ocasión de unir dos pensamientos en medio de la vorágine."
Ese aprendizaje le resultó vital. "No quiero hacer otra cosa el resto de mi vida", recuerda Bielinsky que le dijo al productor Pablo Bossi al cabo de una semana de filmación.
Prudente, admite que el deseo de dedicarse exclusivamente a dirigir sus propias películas tendrá que librar una pulseada con la realidad económica:"Hasta ahora -dice-, siempre me he podido ganar la vida como asistente de dirección, si no consigo hacerlo como realizador, tendré que volver a mi trabajo anterior".
El otro lado
Mientras espera el estreno de "Nueve reinas", el realizador piensa en cuatro bocetos de futuros guiones que espera ver convertidos en películas. "En todos ellos -explica- está presente una idea de la que ya he adelantado algo en mi opera prima: la fascinación por el mal."
En el oficio de contador de historias, a Bielinsky le interesa investigar una situación de corte ético:"Quiero saber qué pasa con un tipo honesto que, de buenas a primeras, toma conciencia de que está parado en el límite y siente el vértigo que produce el otro lado. Quiero saber cómo funcionan las barreras morales que le impiden a un individuo estirar la mano y agarrar lo que está ahí, ahí no más, lo que siempre quiso y que ahora tiene al alcance de la mano. Quiero saber cómo es ese momento de decisión en el que un hombre no estira la mano para tomar lo que quiere sólo porque eso que quiere está del otro lado".