Una noche para descubrir cómo se vive del otro lado de la cámara
La tarjeta llegó a mi casa y con ella, la posibilidad de ir a una fiesta a la que jamás imaginé asistir. El país en escena, el programa que produje para la TV Pública, estaba nominado al Martín Fierro como mejor ciclo educativo o cultural, y la invitación me permitía soñar con subir al escenario junto a los conductores, Gabriela Toscano y Carlos Rivas.
Después de 23 años de periodismo gráfico (la mayor parte de ellos escribiendo sobre espectáculos), por primera vez me encontraba del otro lado. Alfombra roja, elegantes mesas, comida gourmet, cámaras, famosos. Y yo, una de ellos. La ilusión duró poco, porque perdimos. Mi mesa estaba en la mitad del enorme salón, hacia un costado, y aunque no era la última -cosa que me hizo sentir alguien importante-, a poco de comenzar me di cuenta de que lo bueno pasaba bastante más adelante.
Ya sin nervio en juego, me dediqué a mirar y a caminar por ahí. Pero me volví a sentar rápido: me di cuenta de que casi todas las promotoras estaban vestidas con un mono negro como yo. Agradecí al cielo no haberme hecho un peinado tirante porque, ahí sí, me ponían a llevar invitados a las mesas. Protegida en mi sitio, me dediqué a seguir la ceremonia, a comer rico y a conversar con mis compañeros de penas. Nadie en nuestra mesa ganó, así que frente al desasosiego brindamos, nos sacamos selfies y nos reímos como ganadores..., por un rato. Muchos se fueron yendo, hasta que quedé sola en la enorme mesa 23. Así que me quedé tomando café, comiendo chocolate y mirando la tele. Casi como si hubiese estado en mi casa. La carroza se transformó en calabaza demasiado rápido.