"Una gran lona de camión me dio vuelta la cabeza"
Jorge Diciervo
Mujer intransferible; Hombre con pensamientos inquietantes; Ritos practicados en el alba para ayudar al sol a levantarse; Marinero visionario (segundo premio Braque); Tu non hai capito niente. Son dibujos, óleos, acrílicos y esculturas creados por Jorge Diciervo. Estas últimas, a partir de elementos encontrados en las calles de San Telmo, barrio donde vive. Algunas, incluso, fueron construidas con las cuerdas que sus hijos músicos, Pedro y Guido, tiran cuando cambian el encordado de sus guitarras.
"Una vez participé en una muestra que se llamaba algo así como Los famosos pintan junto con los artistas. Me tocó acompañar a Guillermo Jaim Etcheverry, el rector de la Universidad de Buenos Aires, que estaba muy entusiasmado con mis esculturas", apunta Diciervo, sentado en el piso de su taller y rodeado por las obras que presentará el miércoles 29 en la galería Palatina.
–¿Cómo le fue?
–Yo estaba haciendo una escultura-objeto con la pata de una silla Thonet, un listón de una mesa frailera, el fragmento del arco de la puerta de un viejo conventillo y algunas cuerdas de guitarra. Le expliqué que el primer paso era buscar los elementos en las calles de su barrio. Jaim Etcheverry vive detrás de la Biblioteca Nacional, muy cerca de Las Heras y Pueyrredón.
–¿Qué encontró?
–Estaba muy decepcionado: sólo puchos, trapos viejos y alguna botella vacía de agua mineral. Pensé que si Pablo Picasso hubiera vivido en el barrio de Guillermo no habría podido decir su famosa frase: "Yo no busco, encuentro..."
–¿Cuál fue su primer amor?
–El dibujo, comencé a dibujar a los 12 años en Chivilcoy, donde nací. Solo, sin maestros, un autodidacta. Algo más tarde, cuando llegué a Buenos Aires, vivía en un departamento minúsculo, donde no había espacio para poner una mesa de dibujo. Entonces, trabajaba en un pequeño tablero que apoyaba en mis muslos y que hacía girar. Así fui creando una serie de dibujos que pueden mirarse desde cualquier lado; son como mandalas. Después trabajé en talleres más grandes y también cambiaron mis imágenes. En general, parece haber un principio lógico: cuanto más chico es el espacio donde trabaja el artista, más intimistas son sus obras. En 1983 gané la beca Francesco Romero de dibujo.
–¿Cómo le fue?
–Estudié un año en Roma, una ciudad que amaba. Me reencontré con las obras de mi admirado De Chirico y de Carrá, las esculturas de Bernini. Vivía en la via Clementina, muy cerca de la escalinata de la Piazza Spagna; muy cerca, además, de donde tenía el taller el propio Giorgio De Chirico. Antes de salir siempre le preguntaba al encargado del edificio por el estado del tiempo e, invariablemente, me respondía, mirando enigmático hacia la Piazza San Pedro: "¡Se il Vaticano é oscuro, piove sicuro...!"
–¿Qué pasaba con su pintura?
–Regresé de Europa con la sensación de que a mi pintura le faltaba algo. No sabía muy bien qué era... Un domingo, una hermana mía me invitó a pasar el día en su quinta. Estaba recorriendo los alrededores cuando de pronto tuve algo parecido al satori de los budistas: una gran lona de camión me dio vuelta la cabeza. Estaba en desuso, era muy muy vieja pero, para un pintor que buscaba la iluminación, tremendamente interesante. Estaba casi deshecha, sucia, percudida, pero llena de texturas. Prácticamente la arrastré hasta mi estudio y me puse a trabajarla con acrílicos. Expuse el primer cuadro pintado sobre la tela de camión en 1986, en la galería Rubbers. Le puse Sin título; ¿de qué otra manera lo iba a llamar si yo no sabía muy bien lo que estaba haciendo?
–¿Algo que le llame la atención?
–La manera en que el observador ve la obra de arte, cómo la hace suya y la nombra de otra forma... Cómo la modifica. Por ejemplo, yo llamo a mis esculturas instrumentos, porque las veo así: como instrumentos musicales. Sin embargo, para los visitantes que concurren a mis muestras, son barcos. Es raro, porque hay cierta diferencia entre un bandoneón y un bergantín, (ríe). Siempre me dejaban pensando: "¿qué serán? ¿Instrumentos sin velamen o barcos sin música?"
–¿Qué cree?
–¡Son esculturas! Comencé a construirlas en 2001, producto de la necesidad de pasar de las dos a las tres dimensiones. Algo que, más tarde o más temprano, le ocurre a muchos pintores... porque surge un desafío inquietante: ¿qué pasa si abandono la seguridad de la tela y salto sin paracaídas a explorar el espacio? ¿Eh? ¡Y yo salté!
Adivinanza
.¿Cuántas obras llega a pintar un artista en toda su vida? En el mejor de los casos, no creo que más de cinco. El resto son variaciones sobre los mismos temas.
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