Una fascinación difícil de explicar
En el país del #niuna menos, la popularidad del retrato de las protagonistas de tiras turcas como Sila y Esposa joven, todas ellas sometidas, castigadas y forzadas por los hombres en sus vidas, debería crear al menos polémica
Es curioso como en pocos años los espectadores locales de telenovelas pasaron de quejarse y evitar como la peste a las tiras brasileñas por sus dudosos doblajes a aceptar sin dudas los espantosos diálogos traducidos del turco al castellano de los culebrones llegados de Estambul. En el viraje en las ficciones importadas se perdieron las imágenes de tradiciones foráneas inofensivas como las de la industria cafetera en aquella maravilla que era Café con aroma de mujer, para sumar otras como los matrimonios arreglados, las novias niñas y otros horrores que muestran diariamente tiras como Sila y Esposa joven.
Programadas en Telefé y El Trece –respectivamente– para competir diariamente, estas dos historias transcurren lejos de Estambul y del "mundo moderno" que mostraba Las mil y una noches. Ambientadas en feudos rurales, acá no hay mujeres arquitectas dedicadas a sus carreras sino esposas sometidas, castigadas, forzadas y obligadas a aceptar las tradiciones más antiguas para sobrevivir. Todo podría entenderse como una denuncia si no fuera que, como sucedía con Enur y Sherezade, la mujer abusada y maltratada terminará amando profundamente a su propio verdugo. Así ya lo insinuó Sila, en donde la joven millonaria obligada a casarse con el apuesto jefe de la tribu comenzará a verlo con buenos ojos, aunque, en un ataque de celos, el hombre abuse sexualmente de ella. Un crimen que pasará casi desapercibido narrativamente luego de unas tibias disculpas –"soy un hombre repugnante, Sila, perdóname"–, cuando la bella protagonista sea salvada por su marido de morir en un campo minado. Si la trama suena absurda –incluso como tópico de una telenovela–, es porque lo es, pero más desconcertante aun es el interés del público local que de tan obsesionado siguió atento la suerte de Ergün Demir (el Ali Kemal de Las mil y una noches) en su paso por Bailando por un sueño y ahora en el teatro en Carlos Paz. Casi simultáneamente con el gran espacio dedicado en los medios y la opinión pública a la campaña de concientización #niunamenos, es complicado reconciliar la pasión de los espectadores argentinos por unas historias que contradicen tanto esos esfuerzos.
Alguno explicará la fascinación por el exotismo de estas tiras –que en realidad son series convertidas en ciclos diarios para la exportación–, y otros se la adjudicarán al misterio. Es poco lo que sabemos de las vidas de los protagonistas de las ficciones que, con sus trajes tradicionales, pueden parecer princesas y príncipes de cuento. Aunque unos castiguen a las otras, las esclavicen o las obliguen a casarse a los 13 años, como le sucede a la pequeña Zehra en Esposa joven, título que oculta la verdad de la cuestión: no se trata de una novia joven sino de una niña que sufre un terrible abuso. Y si alguien está viendo esa novela por la pareja adulta aquí va una advertencia: hacia el capítulo cuarenta la actriz principal cambiará por otra porque la mujer huyó despavorida de su galán con trastornos psiquiátricos. Él siguió hasta el capítulo sesenta y también fue reemplazado. Meses después, en un aparente brote psicótico, asesinó a su padre. Casi la trama de una de esas telenovelas turcas que algunos disfrutan tanto ver.
Esposas sometidas, castigadas, forzadas y obligadas a aceptar las tradiciones
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