Una edición pareja, que tuvo a Nanni Moretti como estrella
El festival de cine independiente porteño finaliza hoy, con la mirada puesta en 2018, cuando cumpla 20 años
Es casi inevitable que un balance de esta 19» edición del Bafici comience con Nanni Moretti. Es que el notable actor, guionista, director, productor y exhibidor italiano fue la principal visita de este año con una intensa actividad que incluyó una charla gratuita, la participación en la presentación del libro que los organizadores de la muestra editaron sobre su filmografía (Ecce Nanni) y encuentros con el público después de varias de sus películas exhibidas en la retrospectiva de su filmografía. Famoso por sus obsesiones, exigencias e irritabilidad, Moretti se fue relajando y soltando con el correr de su estadía porteña y terminó dialogando con la gente, sacándose fotos y firmando autógrafos y ejemplares de la publicación. No fue la única visita ilustre, ya que también desplegaron su amabilidad y generosidad otros cineastas de primer nivel como el francés Stéphane Brizé, el estadounidense Alex Ross Perry o el alemán Heinz Emigholz. A la larga lista de invitados habría que sumar al animador suizo Claude Barras, al brasileño Jôao Moreira Salles o a la portuguesa Rita Azevedo Gomes y a figuras argentinas como el director de fotografía Félix Monti o la realizadora Lucrecia Martel, que dio una masterclass rodeada por varias de sus actrices predilectas.
A la hora de establecer una balance sobre la calidad general de la programación hay que indicar que nadie está en condiciones de ver un porcentaje representativo de las alrededor de 400 películas (100 de ellas argentinas) que se ofrecían. Por lo tanto, por más intensiva que haya sido la cobertura del festival, siempre se tratará de un recorte parcial y arbitrario.
La diversidad y audacia de la selección está siempre garantizada porque el Bafici puede regalar lo nuevo de grandes maestros (como el finlandés Aki Kaurismäki o el coreano Hong Sang-soo), pero también apostar a descubrimientos en la Competencia Internacional como, Estiu 1993, de Carla Simón (consagrada como mejor directora); o propuestas de regiones con no tanta tradición como América Central y el Caribe.
Con respecto a las competencias, en todos los casos tuvieron una selección bastante valiosa, pero la superpoblación de secciones con jurados y premios hace que algunas de ellas (como la Latinoamericana, la de Vanguardia y Género y la de Derechos Humanos) tengan una limitada repercusión mediática y en algunos casos también de público, eclipsadas por las dos principales: la Internacional y la Argentina. Entre las cinco competencias oficiales sumaron 83 títulos y a ese total hay que agregarle la de cortometrajes (que tiene tres programas) y la de proyectos (BAL). La sensación es que si tantas películas compiten en apartados diferentes no hay nada que resalte demasiado y tampoco se perciben grandes diferencias entre títulos que aparecen en una u otra competencia. Así, muchos films valiosos pasan casi inadvertidos en medio de semejante acumulación. También se entienden ciertas explicaciones que suelen darse desde el otro lado del mostrador: hay directores y productores que no envían sus películas si no participan en alguna competencia y en muchos casos la selección en una muestra oficial implica que el festival se evita pagar el screening-fee, un monto que se suele abonar por dos o tres pasadas.
Más allá de cuestionamientos o de quejas que se escucharon en estos días (que la página web se cayó muchas veces, que desapareció el diario Sin Aliento, que el Centro Cultural Recoleta no prestó todas sus instalaciones y no hubo muestras abiertas al público como en años anteriores), el Bafici sigue siendo un lugar de encuentro, de discusión política (sobre todo en estos momentos de tensión en el ambiente del cine argentino por el conflicto en el Incaa) y de debates artísticos.
La cinefilia más radical también tuvo sus refugios como las muestras dedicadas al portugués António Reis y al español Francisco Regueiro o los habituales rescates con impecables copias restauradas de gemas como Suspiria (1977), clásico de terror del italiano Dario Argento; El gran silencio (1968), western de Sergio Corbucci, y Obaltan (1961), melodrama "maldito" del coreano Yoo Hyun-mok.
Pero probablemente el momento más puramente cinéfilo de esta edición haya sido la proyección de Muñequita porteña (1931), de José Agustín Ferreyra, del que en una ironía del destino se había perdido su sonido siendo, precisamente, el primer film sonoro argentino. Tras la restauración de la copia por parte del Museo del Cine porteño, se le encomendó a Santiago Loza y Ariel Gurevich que escribieron nuevos diálogos que fueron interpretados en vivo por Rosario Béfari, Javier Drolas, Vanesa Maja y Patricio Aramburu, con música a cargo de Fernando Kabusacki y Matías Mango. Uno de esos eventos que permanecerán en la memoria cuando el Bafici cumpla en 2018 sus primeros 20 años y seguramente por mucho tiempo más.
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