Una Cenicienta para nuevas princesitas
Disney reinventa su clásico animado para el siglo XXI con caras frescas y televisivas, donde la magia más poderosa es la bondad de la gente común
NUEVA YORK (The New York Times).- Piénselo como una oda a lo que pudo ser y no fue, una especie de dimensión paralela. Allí, Lily James era perfecta para interpretar a una de las hermanastras malvadas de La Cenicienta -que adapta el clásico animado de Disney con actores -gracias a su papel de Lady Rose, la temperamental prima escocesa de los Crawley en la serie Downton Abbey. Y por la misma lógica, Sophie McShera era número puesto para encarnar a la joven huérfana condenada a limpiar chimeneas hasta ser rescatada por el Príncipe (pero no antes de rescatarlo a él). Después de todo, en la serie británica interpreta muy convincentemente a Daisy Mason, la criada devenida asistente de cocina (y aprendiz de revolucionaria).
Pero Kenneth Branagh, director de la película -que se estrenará el jueves en nuestro país-, escuchó hablar a Lily James y todo encontró su cauce. "Me encantó su forma de hablar -explica por teléfono desde Londres-. Su calidez, su timbre, el tono, su versatilidad. La encontré muy expresiva." A Branagh le encantó que, a lo largo de un largo proceso de casting y pruebas de cámara, James "mantuvo el buen humor, la paciencia y encontró una capacidad lúdica que, en sí misma, era la llave para su personaje". Por eso, Branagh decidió probarle la zapatilla de cristal Swarovski a James.
A McShera le ofreció interpretar a Drizella, una de las hermanastras diabólicas de Cenicienta, invirtiendo la dinámica que puede disfrutarse cada semana en Downton Abbey. "Para mí era mucho más fácil imaginarme como una hermanastra malvada que como una princesa -dice Lily James, demostrando la sorprendente cadencia de esa voz que tanto atrajo a su director-. Quería interpretar un papel raro, no preocuparme demasiado por lo que como y cómo me veo. Pero al ver la película confirmé que el director tenía razón. En esas escenas en las que le ajusto el corset a Sophie y lavo los platos que me tira por la cabeza se nota la satisfacción que le provoca por fin poderle dar órdenes a alguien. Le encantó tener todo el poder", dice riendo. Ah, dulce venganza.
"En LaCenicienta soy la que usa vestidos hermosos y habla con total corrección -explica McShera, deleitándose en exhibir el impenetrable acento del norte de Inglaterra del que hace uso en la ficción televisiva-. Para una actriz acostumbrada a aparecer en cámara casi sin maquillaje (salvo por salpicaduras de mousse de pescado), las tres horas que demoraba su transformación en Drizella -entre maquillaje y peluquería- deben haber parecido el equivalente cinematográfico del paraíso terrenal. "Usábamos tanto maquillaje que, cuando finalmente nos lo quitaban, no nos reconocíamos ante el espejo", confiesa McShera (Holliday Grainger, conocida por interpretar a Lucrecia Borgia en la serie homónima, es su hermana Anastasia). Aprovechar el fenómeno global que es Downton Abbey -cuya quinta temporada se ve por estos días en en la Argentina por Film&Arts- para vender una nueva versión de La Cenicienta parece una ingeniosa decisión de marketing, pero también algo cínica.
"A pesar de que son muy jóvenes, trajeron al estudio su experiencia como intérpretes, más allá de que la serie en la que trabajan sea un éxito. Han estado frente a cámara durante mucho tiempo, expuestas diariamente al talento y el oficio de actrices como Maggie Smith, Penelope Wilton, Elizabeth McGovern y Phyllis Logan, por lo que tenían grandes ejemplos de lo que significa actuar verdaderamente". Oficio que Branagh está convencido que les ayudó a no perder el rumbo -o la compostura- al compartir escenas en el film con Cate Blanchett y Helena Bonham Carter, quienes interpretan a la madrastra malvada y el hada madrina, respectivamente. "Fueron muy efectivas", afirma.
El poder de las convicciones
Branagh junto con el guionista Chris Weitz decidieron crear una heroína contemporánea a partir del cuento de hadas de Perrault y del film de 1950. Una heroína que es fuerte gracias a sus convicciones, aunque esto suene anticuado (¿una adolescente del siglo XXI que no se rebela al ser encerrada en un ático para evitar que vaya a un baile? Lo dudamos).
El mantra que repite esta Cenicienta moderna en la película, "sé valiente y bondadosa", ha recibido críticas por ser considerado antifeminista y remilgado.
Pero el cineasta prefiere acercar sus convicciones a los preceptos de los movimientos políticos que hicieron una bandera de la no violencia en el siglo XX, de Martin Luther King a Mahatma Gandhi. "Me gustó su simplicidad. Es una decisión compleja: parece tan sencillo y tan difícil a la vez. Me siento orgulloso de que este marco clásico permite dar a luz a un personaje que es una joven sofisticada, apasionada e inteligente cuyo poder no es consecuencia de su masculinización. Creo que el film celebra su femineidad de un modo que insta a las personas a ser quienes son realmente, y no a competir con el género opuesto o intentar ser quienes los demás parecen querer que uno sea".
La gentil Cenicienta no parece tener los superpoderes de otras princesas que protagonizaron films recientes de Disney, como las habilidades criocinéticas de Elsa de Frozen o las cualidades curativas del pelo de Rapunzel en Enredados. "Me parece que la fortaleza de Cenicienta es algo que todos podemos lograr. Ella no tiene armas o herramientas sofisticadas: todo lo que tiene proviene de su interior y cualquier chico puede hacerlo -afirma James-. Su historia revela que el mayor riesgo que alguien puede correr es animarse a mostrar quién es realmente a los demás."
Hace algún tiempo tanto James como McShera afirmaban que vivían en un semianonimato gracias a que los ropajes de época que lucían en la serie las volvían irreconocibles cuando salían arregladas como en el siglo XXI. Ese camuflaje desaparecerá con el estreno de La Cenicienta, cuya mastodóntica campaña publicitaria las ha puesto en carteles y edificios de todas las capitales del planeta. De hecho, la diminuta cintura de James en el film fue achacada a una lateración digita (la actriz y su director afirman que la única magia involucrada fue la de la corsetería y la anatomía humana).
"Es increíble ver tu cara a veinte metros de altura. Ahí es cuando descubrís la enormidad de la apuesta de la película", dice McShera. "Nadie me reconoce nunca y ahora esto -suspira la nueva Cenicienta con deleite y quizá una pizca de temor-. Me ví en Sunset Boulevard y en Times Square. Es la sensación más absurda del mundo".
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