MONTEVIDEO.– La Bella Durmiente es uno de los títulos más representativos del ballet clásico, una joya de Petipa-Chaikovski de 130 años. Basada en el famoso cuento del francés Charles Perrault (1697), como todo el mundo sabe narra la historia de Aurora, una doncella condenada por un maleficio a dormir cien años... excepto que un príncipe la rescate con el famoso beso de amor verdadero. La versión que estrenó el Ballet Nacional del Sodre (BNS) no desentona en nada con todo lo anterior y, sin embargo, resulta absolutamente innovadora. Por un lado, porque cobra otro look con la nueva producción de vestuario creado por la condesa madrileña de la moda, Agatha Ruiz de la Prada , y la inteligente escenografía que Hugo Millán pensó como una blonda de papel calado para esa bandeja de bombones multicolores; por otro, porque en la combinación de la coreografía clásica con la nueva puesta la obra se escapa de su época y desembarca en un terreno de fantasía que no hace más que devolverle al cuento la frescura de la infancia.
Fanáticos y detractores (los menos, pero que los hay, los hay) todavía discuten y ensalzan la decisión de Julio Bocca de poner en manos de una diseñadora famosa por su paleta pop esta aventura que, sin dudas, llevará a la compañía oficial de danza de Uruguay a nuevos puertos. A una semana de su estreno, ya es un récord histórico de taquilla, con 27.544 espectadores que agotarán hasta fin de mes las 16 funciones. Y significa, además, el último gran éxito que el bailarín argentino, quien renunció a la dirección del BNS en diciembre, deja como legado a un elenco que se transformó en emblema del país. Ahora es el turno del español Igor Yebra, nuevo ciudadano del Río de la Plata; con los mismos estándares de calidad buscará imprimir su propia personalidad a la gestión que inicia, justamente, con este título rupturista.
"Hacer del Sodre una gran compañía es como convertirlo en un museo que abarca todas las épocas. Porque las grandes compañías tienen como repertorio principal el ballet clásico a partir del cual se va llegando a todo lo demás", deja en claro su línea el bilbaíno, que también siente como una puñalada en el corazón tener estas funciones sin la orquesta (este cortocircuito interno en el Sodre fue, en parte, detonante de la salida de Bocca). "Pero seamos honestos –sigue Yebra–. No cualquiera puede viajar por el mundo con La Bella Durmiente. ¿Por qué? Porque las compañías de los países del Este han tirado los precios, forman un grupo de bailarines que hacen todo el repertorio a costos muy bajos y entonces no te permiten competir. Pero con esta Bella Durmiente sí, porque nadie tiene algo similar. Y ya me la están pidiendo de Europa". Yebra convoca a "vaciar la mente de prejuicios" antes de sentarse en la butaca. "Hemos creado una obra que es atemporal y conceptual; contemporánea dentro de lo clásico. Desde esa perspectiva te puede impactar. Siento que tenemos la responsabilidad de no dejar indiferente a la gente, que reaccionen, se mueva el pensamiento".
Tan importante para el eficaz ensamble de lo tradicional y lo moderno como la producción visual es la coreografía, incorruptible, de Mario Galizzi. La première de su versión, respetuosa de la original, fue en 1990 en el Teatro Colón, en una gala también extraordinaria: esa noche bailaron el mismo rol Ludmila Semenyaka (1° acto), Silvia Bazilis (2° acto) y Eva Evdokimova (3° acto). "Siempre los cambios son difíciles de aceptar –reflexiona hoy el argentino, director de la Compañía Nacional de Danza de México–. Aquí la coreografía está tal cual, quizá mejorada porque con el tiempo tuve la oportunidad de recortar danzas que alargaban el espectáculo innecesariamente. Respecto de los diseños de escenografía y vestuario, Agatha es realmente increíble y… ¿qué gran artista no ha sido cuestionado?
Un clásico confitado
Sentado como uno más del público en la platea del auditorio Adela Reta del Sodre, con un traje especialmente concebido por Ruiz de la Prada para la noche del estreno, Bocca siguió con orgullo cada paso en escena. Desde allí comprobó no solo que dejó la vara bien alta sino que aquello que lo motivó a correr este riesgo cumplió su cometido. "La Bella Durmiente siempre me pareció un ballet muy gris. Por eso en aquel almuerzo al aire de un programa de televisión, , hace dos años, invité a Agatha a darle un look diferente".
Así se llega a una obra ya sin rastros de aquel marco Luis XIV ni el posterior barroco, cuyo costo de producción es el secreto mejor guardado de Montevideo por estos días. Para componer el imaginario confitado, la diseñadora apeló a un sin fin de pelotitas, voluptuosas y caladas, aplicadas en vestuarios de la corte y en vaporosos tutús. Desde que la villana Carabosse irrumpe en pleno rojo, una explosión de color va desde el prólogo, con el bautismo de la niña, hasta la boda del final, y principalmente en estos cuadros grupales con 50 bailarines en escena la paleta se despliega, esplendorosa. Veamos: Aurora viste de fucsia y el príncipe, claro, es azul. De las Seis Hadas hay dos verdes (una clara, la otra oscura), un par blancas (más bien plateada la primera), una amarilla y otra arcoíris; sus partenaires, en composé, llevan antifaces. La buena del cuento, el Hada Lila, por supuesto es violeta claro. Y luego, las joyas salen en oro y plata, el pájaro azul a tono con su nombre y Pulgarcito, verde manzana. Sin medias tintas: aquí el negro está prohibido.
Como la novia que espera con ansiedad el traje de cola, la primera bailarina María Noel Riccetto –premiada con un Benois de la Danse en 2017 – aguardaba su debut protagónico en La Bella Durmiente. "Cuando hicimos las fotos y me dieron el vestido… todavía tenía en la cabeza ese ideal de palacio, blanco y dorado, glamoroso. Me puse el traje, me hicieron un maquillaje fucsia, el tocado tenía tantas pelotas que mi cara era del tamaño de una moneda; insití con Julio: que no me lo quiero poner, que estás loco. Él se reía… De a poco fui empezando a quererlo. Me di cuenta de que estaba formando parte de algo increíble, que era la posibilidad de romper con todos los esquemas. Todo esto, en una compañía sudamericana, y de Uruguay. ¡Wow!".
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