
Una apuesta de difícil resolución
"El último réquiem del Chino", ópera en tres actos de Luis Naón. Libreto y puesta en escena: Françoi Waistiaux. Dirección musical: Rut Schreiner. Cantantes: Lucía Garay, Carlos Bengolea, Virginia Correa Dupuy, Carlos Sampredro, Juan Barrile, Edgardo Zecca. Sheila Heimrath (bailarina); Orquesta: Haydée Francia (violín), Gabriel Falconi (viola), Jorge Pérez Tedesco (violonchelo), Martín Auza (flauta), Guillermo Sánchez (clarinete), Fernando Chiappero (corno), angel Frette (percusión), Emiliano Greizserstein (piano y sitentización). Función del sábado 5 en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. Nuestra opinión: Bueno .
Trasladar el universo del cine y, en especial, el de la particular estética de John Cassavetes a la ópera fue el riesgoso desafío que se autoimpusieron el compositor argentino Luis Naón y el francés François Waistiaux. El resultado fue la obra "El último réquiem del Chino", que se presentó el fin de semana pasado en la sala dal Centro Experimental del Teatro Colón.
La dupla se basó en "The Killing of the chinese bookie", una película del cineasta norteamericano que narra la historia de Cosmo Vitelli, el dueño de un cabaret en el Sunset Boulevard, quien debe pagar su deuda con la mafia italiana matando al jefe de la "contra" china.
Los propios autores anticiparon, en el programa de mano, que la pretensión no podía ser reflejar el universo del cine negro de clase B, sino tomar parte de los planteos contraculturales con respecto a Hollywood de Cassavetes.
Lo cierto es que una gran interpretación a cargo de cantantes e instrumentistas argentinos y una música refinada no alcanzaron para fagocitarse el atractivo y peculiar imaginario que dispara el bajo fondo del "hampa" y el "cabaret" cinematográficos, que la puesta en escena y el vestuario se ocuparon de hacer explícito.
Mundos enfrentados
La exquisita música escrita por Naón, un compositor argentino de 38 años que está desarrollando una exitosa carrera en Francia, fue interpretada con calidad por un grupo de cámara, dirigido por Rut Schereiner. También se destacó la sólida interpretación de los cantantes y, sobre todo, de Luciano Garay, que carga con el peso de la historia en el papel de Cosmo Vitelli.
Pero si bien se apeló al lunfardo para hacer una analogía con el slang norteamericano, esto no alcanzó para acercar la música a este submundo, que pareció puesto detrás de un refinado pero frío cristal traslúcido. De este modo, los dos universos -el del cine negro y el de la ópera- conservaron la distancia que efectivamente los separa. Solo la inclusión de un tango "revisitado" por la música de cámara generó un acercamiento un poco más fluido. En la búsqueda de otros puntos de contacto como ése tal vez se encuentre la puerta que los pueda comunicar.