Un viento de historias tan mínimas como extraordinarias
La directora Beatriz Catani estrena esta noche en La Plata El viento que arrasa, ópera basada en una novela de Selva Almada con composición de Luis Menacho
Durante los últimos años de la anterior gestión en la provincia de Buenos Aires, el Centro de Experimentación y Creación del Teatro Argentino de la Plata (Tacec) estuvo cerrado. Esa verdadera usina ubicada justo debajo del escenario principal del teatro que suele albergar la tradición de la ópera, el ballet y la música sinfónica había sido desmantelada. Valeria Ambrosio, la directora de la sala en aquellos tiempos, justificó el cierre por cuestiones de habilitación y de seguridad.
Con la gestión de Martín Bauer al frente del Argentino y de Cynthia Edul al frente del Tacec, el sótano volvió a poblarse de experiencias de cruce. Ya pasó Margarita Fernández. Ya pasó Rafael Spregelburd. Ya pasó el performer italiano Alessandro Sciarroni. Desde esta noche quien habitará el espacio es una artista platense: la talentosa directora, dramaturga y docente Beatriz Catani. Hoy estrena El viento que arrasa, ópera comisionada por el Tacec basada en la novela homónima de Selva Almada con dirección suya y composición de Luis Menacho.
Para Catani se trata de su tercer trabajo en la sala. En 2009, presentó Insomnio (capítulos alrededor de una noche), una reflexión sobre el tiempo que comenzó una noche a eso de las 23:30 y terminó al día siguiente, a eso de las 7 de la mañana. Dos años después, en el marco del ciclo La Plata Arde, presentó un work in progress de Patos hembras.
"Me pone feliz que se haya reabierto el Tacec porque es un espacio necesario para la ciudad. Acá, en La Plata, lo institucional pasa fundamentalmente por la Comedia, que tiene una línea muy clara de repertorio con un público propio. Pero la Comedia no aceptó nunca tener un espacio de experimentación dentro de su estructura. Por lo cual, como creadora y como público de la ciudad, el tiempo que no existió el Tacec implicó no poder ver cierto tipo de trabajos. Hasta fin del año pasado el lugar histórico del Tacec estuvo desmantelado y eso fue muy triste. Es un espacio que renueva, que trae otro aire necesario", cuenta esta creadora cuyos trabajos han sido producidos por festivales europeos vinculados a las formas más experimentales de la producción escénica.
En esto de los aires, el proceso de puesta de la novela de la entrerriana Selva Almada la tiene sumamente entusiasmada. "Hace bastante que no trabajaba con tantas ganas, con tanta intensidad. Hasta acá, estoy contenta", reconoce sin muchas vueltas. El sábado pasado la que se dio una vuelta por el Tacec fue la misma Almada. Se trató del primer encuentro entre los encargados de la puesta y la composición musical y la autora. Hasta el momento, habían optado por la distancia. Ni un mail ni una llamada. "Cuando el Tacec me habló del montaje, algo que me pareció muy interesante, propuse hacer la adaptación de la novela porque en ese mismo proceso sabía que iba a ir descubriendo ideas escénicas. Una vez acordado esto, evité todo tipo de contacto con la autora. Y como Selva tiene un viaje y no va a poder estar en el estreno de mañana, vino el sábado", cuenta sobre el encuentro.
Lo que más sedujo a Catani en su encuentro con el texto de Selva es el enorme tejido de historias que están por debajo de la trama central. "Eso era muy atrapante y, a la vez, complejo de trasladar a escena -cuenta-. En el proceso, apareció la idea de la construcción de un diario de uno de los personajes resuelto de modo audiovisual. La pantalla se convierte en un personaje en sí mismo que entra en relación con el resto y, fundamentalmente, con los perros. El conflicto lo llevan adelante los cantantes, Sebastián Sorarain y Guillermo Saidón. De ese modo, el núcleo más realista de la novela queda bajo el distanciamiento que produce la palabra cantada", detalla.
Como en todo proceso creativo, con Luis Menacho, también artista platense, en algún momento tuvieron ganas de arrasar con lo preestablecido y empezar de cero. Lo cuenta Catani riéndose de sí misma. Pero no sucedió. Tampoco los tiempos de producción de un mecanismo tan complejo en el que conviven actores, músicos, el film, cantantes y hasta los perros lo permiten.
"En el teatro estás acostumbrado a que los cuerpos se vayan desplegando en el espacio. En un proceso de este tipo, todo es muy abstracto hasta que, de repente, tenés muy pocos días para sincronizar los distintos lenguajes. Más allá del vértigo inicial, las charlas con Luis Menacho fueron favorables desde un principio. No nos conocíamos, yo tenía mis temores; pero me gusta mucho lo que ha resuelto", confiesa.
De todos estos procedimientos, dudas y vientos cruzados no pudo hablar el sábado con la autora de Ladrilleros y Chicas muertas. Ya lo harán. Se prometieron una charla en una quinta cerca próxima a la ciudad de las diagonales. Mientras tanto, hoy, en un mágico sótano del Teatro Argentino, se inicia otro diálogo: el de una novela basada en personajes mínimos a los que les toca habitar un clima de conflictos y tormentas, y su traslación a escena. Ese territorio ajeno de Selva Almada que Beatriz Catani, desde hace tantos años, viene demostrando que sabe habitar. Muchas veces, de manera sencillamente arrolladora.
El viento que arrasa
Beatriz Catani y Luis Menacho
Teatro Argentino, calle 9 y 53, La Plata
Funciones, desde esta noche al sábado, a las 21.