Un triunfo musical y escénico
Die Soldaten, de Zimmermann / Dirección musical: Baldur Brönnimann / Dirección escénica: Pablo Maritano / Principales intérpretes: Susanne Elmark, Julia Riley, Noemí Nadelmann, Tom Randle, Leigh Melrose, Frode Olsen, Santiago Ballerini, Gustavo Gibert / En el Teatro Colón.
Nuestra opinión: excelente
La ópera imposible fue posible. Pero decir "posible" es decir poco. Die Soldaten, la obra maestra que el compositor Bernd Alois Zimmermann concluyó en 1965, tuvo en el Colón su estreno iberoamericano de la mejor manera, es decir, la más crispada, la más desolada. Hacia 1945, Zimmermann había anunciado que se suicidaría; en 1970, cumplió. Nadie que no hubiera considerado el suicidio podría haber escrito Die Soldaten. Esto da escalofríos.
La condición irrepresentable de la ópera podría condensarse en su misma construcción: el despliegue en un único espacio, el escenario, de un tiempo múltiple, el de la acción dramática y musical. Escena y música son para Zimmermann inseparables. Lo dice una carta: "En la escena 2 del acto III tres escenas son compuestas como un contrapunto triple". La escena es parte de la música, como sucede en ese momento en que los soldados convierten sus cacharros y cucharas en un auténtico set de percusión. En un aprovechamiento magistral de la escena y del escenario giratorio, Pablo Maritano hizo un milagro: devanó en un espacio plural el ovillo del tiempo escénico. Para Zimmermann, la serie y la regla contrapuntística eran principios que permitían introducir orden en el caos. Para justificar la "puesta en obra" de este principio, empleó modelos de construcción polifónica. Pensemos solamente en el empleo del décimo coral de La Pasión según San Mateo, que sirve como cantus firmus. ¿Cómo es posible que se escuche todo eso? Con la transparencia que logró Baldur Brönnimann y la mayor precisión imaginable.
Die Soldaten es la historia de la degradación de una mujer, pero en verdad todos los personajes son esclavos de la inminencia. Mostrar eso es muy difícil y el reparto lo hizo sin fisuras, en primer lugar la maravillosa Susanne Elmark como Marie, y Tom Randle (Desportes), Frode Olsen (Wesener) y Leigh Melrose (Stolzius).
Es posible que no haya otra ópera más desesperada que ésta, salvo Wozzeck. En el fondo de las dos está Jakob Lenz, que adivinó no solamente el romanticismo, sino también su disolución, que conduce directamente a la contemporaneidad. De ahí viene Büchner, de donde procede el Wozzeck de Berg, y de él Die Soldaten, que cita a su predecesora al principio del acto III, en el que Stolzius parece un avatar de Wozzeck.
El estreno de Die Soldaten marca una inflexión en la historia del Colón. Pagó una deuda, y quedó claro que la ópera mayor del siglo XX puede respirar con profundidad aun en salas que no fueron creadas para ella. Un triunfo, en verdad.