Un trío explosivo de varones para hablar de chicas y de amistad
Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale son los protagonistas de Nuestras mujeres, comedia francesa que dirige Javier Daulte, en la que se propone al espectador espiar un encuentro muy masculino
En el breve intersticio que discurre entre las presentaciones formales entre cronista y actores y el inicio de la entrevista, afloran los temas comunes a cualquier conversación entre amigos. Son temas dispersos, anárquicos, triviales que, a su vez, generan nuevas reflexiones. Aparecen como una superposición de imágenes las anécdotas de Borges, las dificultades para estacionar en el centro porteño, los romances de Gardel, cierta combinación secreta para que una tabla de fiambres sea un plato gourmet, los avatares artísticos de Oscar Alemán. Temas sin importancia -aunque deriven en disquisiciones profundas- que simbolizan el ritual del encuentro entre tres amigos varones.
Temas como los que abordan los protagonistas de Nuestras mujeres, la obra teatral protagonizada por Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale, dirigida por Javier Daulte. Esta comedia dramática con toques sombríos fue estrenada en Francia en 2014, se constituyó en uno de los grandes sucesos de la temporada y tuvo su correlato inmediato en el cine (en la Argentina se estrenará en mayo), dirigida por Richard Berry, con Daniel Auteuil, entre sus protagonistas.
La pieza, además, encierra una particularidad: es la primera producción conjunta de Pablo Kompel y Gustavo Yankelevich. Y será estrenada el miércoles próximo, en el Metropolitan Citi.
-¿Qué motivación pueden tener tres varones en presentar una obra que se llame Nuestras mujeres?
G.F.: -Me sedujo su contenido, la esgrima verbal que hay entre los actores. Hay un diálogo muy inteligente construido por Eric Assous, el autor francés. Tiene un disparador muy particular. A partir de allí, surgen un montón de elementos relacionados con las miserias humanas, las conductas a seguir, lo moral. Y también elementos que hacen reír o pensar. Aunque es una verdadera comedia dramática, tiene los dos colores: hay momentos intensos y momentos muy simpáticos.
A.P: Cada uno tiene una pareja diferente, una mujer diferente. Y se habla de esas diferencias, a partir de tres personalidades muy distintas. Tanto las mujeres como nosotros.
J.M: -Me fascinó la forma en que el autor lleva un disparador muy potente, y cómo con aquel, cada uno de nosotros empieza a funcionar de una manera cauta en el comienzo, hasta que se abren las compuertas de lo que es cada uno. La obra habla de la sinceridad y la amistad, y atraviesa momentos duros, que aparentemente -en otras circunstancias y si no existiera este disparador-, estos tres amigos no tocarían tan profundamente. Y también hay algo muy interesante: se llama Nuestras mujeres. Los disparadores también están en cómo ellos conviven con estas mujeres, cuál es la apariencia de la convivencia con ellas, lo que cada uno cree de esa mujer.
A.P: -Sin que aparezcan las mujeres, el público las va a poder visualizar.
-¿Hay alguien con quien hayan trabajado que les sirvió de referente de la amistad?
G.F: -Alfredo (Alcón). Lo llegué a querer muchísimo. Estuve junto a él casi dos años, todos los días de mi vida, incluyendo los ensayos. La calidad humana que tenía, el respeto, el humor, eran únicos. ¡Y tenía un anecdotario increíble!
A.P: -Trabajar con Alfredo fue una asignatura pendiente. No se dio nunca. En cierta oportunidad nos dieron un premio en Rosario, viajamos juntos y compartimos la mesa. ¡Nos mirábamos y no parábamos de reírnos!
J.M: -Darío Grandinetti, Hugo Arana y Juan Leyrado son compañeros de muchísimas temporadas juntas. Nos juntamos y conocemos lo mejor del otro, y también sus dolores. Son encuentros muy lúdicos, de mucha diversión.
-¿Cómo es el vínculo entre ustedes?
J.M: -Con Arturo hicimos algo en televisión, y con Guille algún capitulo de Vidas robadas. Nunca habíamos trabajado juntos en el teatro. La experiencia es hermosa. Si bien alguien como Arturo es pura trasparencia, no sabíamos cómo nos íbamos a llevar.
A.P: -Se dice de afuera que se nos ve como tres colores diferentes, pero que a la vez nos potenciamos. Nosotros no nos damos cuenta.
-¿Existe el riesgo de que aparezca la lucha de egos?
G.F: -No, porque aquí hay un 33 por ciento de cada uno. Nunca me ha tocado que me aparezca el ego. Si es por el cartel, hay veces que cedí protagonismo porque me encantaba la historia o porque quería trabajar con un director en particular.
A.P: -Mi personaje es un poquito menor, pero sobre él gravita todo.
J.M: -No miro eso. Porque además, ¿qué es lo que se consigue? Tenemos muchos años. La gente no nos va a conocer más o menos por un cartel. Si se antepone el ego a esta altura es porque algo no hicimos bien. Cuando me decidí a hacer a obra, me dije "vamo' a hacerlo, y chau".
-¿Encuentran alusiones o citas autorreferenciales?
G.F: -En muy pocos momentos. Claro que hay cosas en común: los tres tenemos hijos, parejas de muchos años. En cambio, aparece cierto grado de identificación.
J.M: -Lo que encuentro es que los comportamientos humanos masculinos son universales. Y aparecen pensamientos que uno puede llegar a tener sin llegar a conocer tan profundamente a la mujer. Esos momentos muy interesantes que vivimos de acomodamiento de los sexos, complejos pero ricos, en una pieza como ésta abona a la reflexión. La obra ayuda a reflexionar acerca de cómo nos estamos comportando en la convivencia, en la construcción y en la deconstrucción.
-Si no fueran tres nombres convocantes, ¿cómo convencerían a alguien de ver Nuestras mujeres?
G.F: -Se muestran debilidades y emociones del mundo masculino.
J.M: -Cuando se habla de vínculos de amistad masculina, es atractivo para un hombre y doblemente atractivo para la mujer. Y aquí se puede romper un molde, porque surge cómo cada uno de los varones cree que hablamos de nuestras mujeres. Habrá una revelación.
A.P: -Varias revelaciones respecto de las mujeres. Aunque se trate de un encuentro entre amigos, no es una obra machista. Definitivamente.
Elogios en EE. UU. para Francella por El clan
Con una amplia mayoría de críticas favorables, El clan llegó ayer a Estados Unidos. Algunos de los elogios que los medios norteamericanos le brindaron a la película de Pablo Trapero -estrenada en cines de Nueva York y Los Ángeles- fueron específicamente dirigidos a la labor de Guillermo Francella. A. O. Scott, el respetado crítico de The New York Times, escribió que Arquímedes Puccio fue personificado por Francella "con majestuosa sangre fría e impávida perversidad" y caracterizó esa actuación como todo un estudio sobre la banalidad del mal, el verdadero eje del film. Gary Goldstein, crítico de Los Angeles Times, calificó de "excelente" la interpretación de Francella.