Un talento en frasco grande
Además de ser uno de los creadores de La edad de oro y Los talentos, Walter Jakob es el actor de incontables películas indie y el que ensaya una opereta en el Colón
En una obra de teatro, como en un set de filmación, Walter Jakob (pronunciar como si fuera una "v" para que él pueda darse por aludido) es ese tipo de actor que tiene un grado tal de organicidad interna en su forma de construir al personaje que nunca se le ven los hilos. Fiel a cierta militancia por el perfil bajo, cree que tantos directores de teatro y de cine lo llaman por algo que no del todo está vinculado con su propio talento.
"Me parece que los de cine me convocan porque estudié cine. Me ven más como un par que como un actor. También creo que esta cosa grandota que tengo, esa cosa de gordo no-gordo parece que garpa, que rinde para cierto tipo de personajes. Igual, más allá de ese punto, siempre termino laburando con gente que conozco...", dice, casi a manera de auto (y ¿anti?) presentación.
Los que lo conocen saben que él también es director de teatro y dramaturgo, y músico y figura indiscutible del cine indie argentino. O sea: un grandote exponente de lo diverso que transita por diversos casilleros de la construcción de la ficción.
"Pensar que tanta diversidad es una única cosa...", apunta señalando su humanidad en medio de una confitería tradicional en la que el café viene acompañado por unos pañuelitos de pionono con dulce de leche que no tocamos.
Esa confusión que su propia diversificación genera en el medio lo divierte. "Igual, de lo único que puedo hablar es del trabajo, no mucho más", apunta. De seguir su actual línea de trabajo estamos, casi, en problemas. Como actor de teatro, los sábados forma parte del elenco de Murga, espectáculo de Ana Barletta (Abasto Social Club, para más datos). Como coautor y codramaturgo, repuso La edad de oro (en ElKafka) y, en pocos días, los miércoles a la noche, vuelve Los talentos (también en ElKafka). Los dos espectáculos se han convertido en verdaderos objetos de culto del circuito alternativo (categoría difusísima, pero es lo que hay). Fueron premiados, sus textos han sido publicados, tuvieron excelentes críticas y vuelven a la cartelera aunque hayan pasado tres y cinco años, respectivamente, del momento de sus estrenos.
En él lo de actuar fue algo que nunca buscó. Mientras estudiaba cine, otros compañeros le pedían que actuara en sus cortos. Él aceptaba porque la pasaba bien. En 1999, mientras estudiaba actuación con Javier Daulte y Alejandro Maci, ahí sintió que, por primera vez, era actor. Como correlato inmediato, Mariana Chaud lo llamó para integrar el elenco de Sigo mintiendo, hermosa obra.
Claro que su familiaridad con la ficción probablemente haya que buscarla ya en su infancia. Su padre tenía un proyector de 16 milímetros. De vez en cuando, armaba veladas artísticas en dos partes. En la primera, proyectaba películas caseras en las que Walter Jakob, cuando todavía no era un grandote, aparecía por ahí. Luego, casi como si fuera una versión familiar de Función privada, se proyectaba una película. A los 18 su papá murió. "Yo quedé medio boyando...", reconoce. Con su amigo Mariano Llinás comenzó a estudiar cine. Fue Llinás el que lo convirtió en el protagonista de la extraordinaria Historias extraordinarias.
En ese film trabajaba con Agustín Mendilaharzu. Agustín es con quien escribió y dirigió Los talentos y La edad de oro. Como dicen ellos, son amigos de antes de haber nacido (o algo así, ya que sus madres eran íntimas amigas). Nacieron en 1975 con dos meses de diferencia. Cuentan que fueron condenados a ser amigos y que cumplen con esa condena con perpetuo rigor.
Llinás, Mendilaharzu y Jakob son amigos. De hecho, Los talentos, cuenta Walter, es como una visión desbocada de ellos tres en sus tiempos de adolescencia. O la historia de tres pibes que se ocultan detrás de un formidable aparato intelectual para disimular sus propios miedos y la dificultad de tomar contacto con la realidad. Esa obra es, sencillamente, impecable.
En esto de trabajar entre amigos, conocidos y/o afines, Mendilaharzu y Llinás crearon otra banda: la de Pampero Cine, productora cinematográfica. Otro de los socios de Pampero es Alejo Moguillansky. Walter, confirmando esto de ser parte de una misma red de amigotes que hacen cosas, trabajó en la (bella) película El loro y el cisne, de Moguillansky, y trabaja en la última película de este cineasta llamada El escarabajo de oro. Ese film forma parte de la competencia nacional del próximo Bafici. Ese estreno coincidirá con las funciones de Velada Fantômas, la opereta radiofónica que Jakob y Mendilaharzu están ensayando en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC).
O sea, de la escena independiente al Bafici pasando por el Colón. "Todo bien, pero nada termina instalándote en el medio. El mismo año de Historias extraordinarias actuaba en las películas La ronda y en Los paranoicos. Me hicieron una gran nota presentándome como el actor de la temporada. Al año siguiente, sólo filmé un rol secundario de un cortometraje. Nada más. Todo esto es muy misterioso", dice con una expresión al borde de la vergüenza.
Entonces, como en el principio de la charla, vuelve a su apuesta al trabajo. El trabajo de este actor y dramaturgo y director y fanático de la música con esa cosa de gordo y no-gordo que tan bien les hace al cine y al teatro.