Un secreto que interesa poco
"El secreto de los Andes", producción nacional (1998) en colores, presentada por Distribution Company. Hablada en español. Guión: Bernardo Nante y Alejandro Azzano. Fotografía: Máximo Munzi. Música: Luis Bacalov. Intérpretes: Camilla Belle, David Keith, Nancy Allen, José Luis Alfonzo, John Rhys-Davies, Betiana Blum y otros. Dirección: Alejandro Azzano. 95 minutos. Apta para todo público. Nuestra opinión: mala.
Diana es una niña bastante traviesa que reside con su madre en Nueva York mientras su padre, arqueólogo, busca afanosamente en un pueblo de América del Sur la mitad de un disco que, según la leyenda, puede otorgar a su poseedor la vida eterna.
La muchachita desea visitar a su padre, pero tropieza con la negativa de la esposa del científico, que no desea abandonar las comodidades de la gran ciudad para trasladarse a un sitio que supone, con fundamento, muy alejado de su idioma y de sus costumbres.
Sin embargo, el sueño de Diana se convierte en realidad, y así madre y niña llegan a ese poblado donde el arqueólogo soporta fracaso tras fracaso en su búsqueda de esa mitad del disco misterioso.
De aquí en adelante, la historia hace rodar una serie de personajes insólitos que, para bien y para mal, se entrecruzan en esta afanosa expedición arqueológica. Desde un brujo que quiere hacer fracasar la misión hasta un sacerdote algo afecto a la bebida y a la la irreverencia, pasando por una fauna vestida como para un baile de disfraz, todos ellos dejan discurrir sus días entre cuchicheos, miradas sombrías, situaciones demasiado inexplicables y una pretendida acción que siempre queda encerrada en la monotonía.
Al parecer, el propósito de los productores de "El secreto de los Andes" era realizar un film apoyado por los Estados Unidos y que tuviese difusión internacional, además de no perder nuestra identidad.
El guión es tan escaso de imaginación que no resiste el más mínimo análisis. Si sus responsables pensaron que esta historia contenía fascinación, magia y suspenso, equivocaron sus propósitos. Si la concibieron para los niños erraron la puntería, ya que ese auditorio logrará, sin duda, una invitación para el bostezo. Si fue ideada para los mayores, nadie en edad adulta puede plegarse a lo absurdo que se cuenta en la pantalla.
El valor de la autocrítica
Así, "El secreto de los Andes" entra en ese terreno de nadie, en ese campo solitario en el que ningún espectador se siente cómodo. Posiblemente, el director Alejandro Azzano, en su segundo largometraje, creyó que este relato podía emparentarse, de alguna manera, con las hazañas de Indiana Jones o exhibir nuestra naturaleza en su mayor esplendor, con sus secretos milenarios y su cultura exótica, pero todo ello quedó en una simple muestra de cómo el cine argentino para niños, con honrosas excepciones, está todavía en pañales.
El elenco fue, también, culpable de muchas de las fallas de esta anécdota. Ni la pequeña Camilla Belle, simpática en algunas situaciones, ni David Keith y Nancy Allen -ambos descreídos de sus respectivos personajes-, ni el sacerdote que compone John Rhys-Davies con oficio, pero sin pasión, hicieron mucho por elevar la de por sí mediocre trama.
José Luis Alfonzo, como el brujo malo maquillado para el sainete, y Betiana Blum, sin oportunidad de lucimiento, recorren también este secreto de los Andes que podía haber quedado enterrado sin nadie que clame por su aparición.
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