En Balas perdidas, un robo y una época son reproducidos con ojo clínico
La serie de la TV Pública construye un rompecabezas a partir de un famoso robo en Rosario en épocas de la convertibilidad
Balas perdidas / Libro y dirección: Hugo Grosso / Producción ejecutiva: Milagros Alarcón y Fernando Gondard / Elenco: Luis Machín, Emilia Mazer, Eugenia Alonso, Raúl Kreig, Roberto Vallejos, Miguel Franchi, Gerardo Dayub, Francisco Fissolo y otros / Canal: TV Pública / Horario: martes, a las 22 / Nuestra opinión: muy buena
Sería injusto que esta serie dramática y de temática policial realizada en Rosario pasara inadvertida, sobre todo porque aquí aparece un cuidado por el detalle que no es habitual en las ficciones televisivas argentinas más recientes.
El mérito mayor del guionista y realizador Hugo Grosso pasa por detenerse con un ojo casi clínico en esas observaciones que definen con claridad y sin vueltas una época. El tiempo y el espacio exactos en los que se desarrolla la acción. En este caso, la reconstrucción de un famoso robo ocurrido en 1992, durante los albores del Plan de Convertibilidad.
El personaje central es Pipo (Luis Machín), un estafador que tras salir de la cárcel imagina el golpe maestro de su vida: apoderarse de 30 millones de pesos del Tesoro Regional Rosario del Banco Central que iban a ser quemados y aprovechar el cambio de moneda y la nueva paridad cambiaria uno a uno para transformar esos billetes descartables en dólares contantes y sonantes.
Grosso recreó el episodio como si estuviese frente a las fichas dispersas de un rompecabezas. Para unirlas, trabajó sobre el minucioso registro de las rutinas carcelarias, bancarias, sindicales, judiciales y burocráticas que se mueven alrededor de la historia. Todas ellas juntas funcionan como un registro testimonial casi perfecto de la Argentina de aquellos tiempos, principios de la década del 90, enriquecido por el cuidadoso e impecable trabajo de un elenco integrado en buena medida por actores de la región. El resultado es un relato televisivo que se afirma en su identidad ficcional y a la vez nos dice, todo el tiempo, dónde está la realidad que lo inspiró.
Balas perdidas, en este sentido, es una lección para quienes cultivan con entusiasmo el costumbrismo televisivo, aquí muy bien aprovechado sobre todo para insinuar, en la descripción de una serie de personajes en los que sobresalen la ambición y el patetismo, que todo ese plan estaba destinado a fracasar desde el comienzo.
Balas perdidas no tendrá ni la sofisticación ni los recursos artísticos de las series policiales más ambiciosas de este momento televisivo, pero se afirma en su identidad y en los materiales que tiene a disposición para contar una buena historia. La pintura de la Argentina de las últimas décadas no necesita afirmaciones grandilocuentes y la declamación de conceptos "importantes" para ser contada desde las ficciones televisivas. Resulta mucho más convincente lo que hace con mayor modestia y convicción una serie como ésta, respaldada además por un elenco muy comprometido con lo que se quiere contar. Y sobre todo con el modo elegido por los artífices de este programa para hacerlo.
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