Un revolucionario de la canción
Pablo Milanés dialogó con La Nación antes de presentarse esta noche en el estadio de Obras.
Pablo Milanés es amigo del silencio. Le gusta hablar poco. Lo que tiene que decir está en sus canciones: "Yolanda", "El breve espacio en que no estás", "Años", "Canción para la unidad latinoamericana" o "Identidad". Está en lo que todavía puede generar sobre un escenario, en las composiciones que puede estrenar en un nuevo disco como "Días de gloria" (ver recuadro), que presentará esta noche, en Obras Sanitarias, y también en su condición de cubano de Fidel.
Por eso calla, pero no otorga. Cuando se lo puede despegar de su mutismo, Pablo dice lo justo, midiendo el valor de las palabras.
Ahora, el músico está sentado frente a su entrevistador y, cuando se acomoda en la silla, hace un pequeño gesto de dolor. Es el resabio de una enfermedad ósea que lo llevó de un quirófano a otro y lo tuvo a maltraer desde que, en 1995, tuvo que suspender una gira por España.
Para Milanés serán unos "largos" nueve minutos para hablar de todo, en un tono amable, estrecho y consustanciado con su papel de artista cubano, que vive en la isla.
-Tu último trabajo tiene una frase que habla de una mirada atrás, de un tiempo de balance...
-Está en una canción que esencialmente hice para mí y, cuando iba por la mitad, me di cuenta de que estaba dedicada a un íntimo amigo también. Al final sentí que estaba dedicada a todo el mundo. Toda la gente ha tenido su ratico de gloria, su momento, por humilde o por grande que sea, y todo el mundo ha tenido ese instante de nostalgia en el que lo recuerda.
-¿Hay también en ese mensaje una nostalgia por la primera época de la revolución cubana?
-Cómo no, se manifiesta claramente. Al manifestar alguna nostalgia indudablemente surge lo que fue la revolución en los 60 y los 70, porque la vivimos.
-¿Es por eso que en el nuevo disco participa Carlos Varela, quien es una de las voces críticas de la revolución?
-Su labor es fundamental en el nuevo trabajo y, si bien Carlos tiene una voz crítica, cabe perfectamente dentro del movimiento y es una persona muy considerada y respetada por sus pares.
-Si hubiese pertenecido a esa generación de Varela, ¿sería más crítico de la revolución?
-Tal vez. Pero en realidad depende, porque nosotros también fuimos críticos en un momento y tuvimos canciones que fueron prohibidas.
-Después de más de 30 discos editados, ¿qué lo moviliza a escribir en "Días de gloria"?
-Siguen siendo las temáticas de la propia vida, lo que puede vivir una persona en 24 horas. La única diferencia es que uno es un creador y lo puede reflejar en una canción, inclusive para el disfrute de los demás. Pero siguen siendo los mismos anhelos, las mismas injusticias, los mismos amores, los mismos errores.
-¿Piensa que obras como "Canción para la unidad latinoamericana", tienen la misma vigencia en este contexto social y político?
-Hay canciones que si las canto en Chile tienen la misma vigencia. Porque "Yo pisaré las calles nuevamente" o "La Vida no vale nada", tienen que ver con esta realidad latinoamericana. Hay otras cosas que por casualidad he sacado del repertorio o que no canto, pero que tendrían perfecta validez si las hiciera hoy.
-¿Y tiene un público que quiere seguir escuchando sus viejas canciones?
-Creo que mi público se va nutriendo, si digo renovando sería negar las generaciones anteriores que me veían hace 30 años y hoy vienen ellos, sus hijos y sus nietos. Es increíble que la audiencia esté conformada tanto por muchachos de 15 años como por gente de 30 o de 50. Es fabuloso cómo se van integrando todas estas generaciones en una sola canción.
-Muchos de esos primeros seguidores lo consideran una especie de vocero de la revolución ¿Eso lo siente como un peso extra para su trabajo artístico?
-No ha sido un peso, pero sí una responsabilidad que no he pedido. Una responsabilidad demasiado oficialista, demasiada involucrada con el poder y con el Estado. El hecho de que uno sea revolucionario, no significa que sea un oficialista ni que pertenezca al poder. Tampoco he manifestado opiniones contrarias a eso, no me molesta. Pero no lo deseo oficialmente, aunque en muchas ocasiones hay que asumir ese papel y lo hago con gusto. Pero no hay que olvidar que antes que todo soy un artista y no un funcionario.
-Pero no es ajeno a la incógnita que hay en Cuba respecto de lo que puede suceder después de Fidel Castro.
-No sé qué va a pasar realmente. Fidel ha tenido demasiada personalidad y mucha influencia en la determinación del pueblo cubano de ser lo que es y pensar como piensa. Para mí no hay ninguna figura que pueda ocupar ese lugar. Tampoco se ha cultivado, no ha crecido dentro de la política cubana.
Agarra a su interlocutor y dice con gesto de fuerza "me siento un poco ronquito ya". Tiempo de descuento para la charla. El camarín se empieza a llenar de gente. Antes de que la invasión sea completa, Pablo llega a hablar del fenómeno de la música tradicional cubana en el mundo, a partir del éxito de Compay Segundo y la repercusión del Buena Vista Social Club.
"Lo veo beneficioso para esos queridos viejos que no tenían posibilidades o estaban muy limitados. Muchos se tenían que retirar por la situación económica que vive nuestro país. Pero también pasó que los vino a buscar una multinacional, que de paso se hace rica, y los vino a buscar un músico como Ry Cooder, que no reúne la calidad necesaria para tocar con esos viejos, pero que es lo bastante inteligente para hacer las cosas. Pero lo que no hay que olvidar, es que lo importante fue la difusión mundial y la calidad de esos artistas. Eso ha sido fundamental."
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