“Un dolor interminable”: el trágico caso de Adrián Ghío, el actor que murió embestido por un patrullero
En el mejor momento de su carrera, fue víctima del proceder temerario de un móvil policial; su muerte conmovió a la opinión pública y llegó hasta Diego Maradona
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Durante la madrugada del 4 de mayo de 1991, el destino de Adrián Ghío cambiaría para siempre. El actor, que experimentaba uno de los mejores momentos de su carrera, salió de protagonizar Pareja abierta (Darío Fo) en el Teatro Empire y solo pensaba que al día siguiente lo esperaba una doble función. Aunque no sabía que aquella noche sería su último acto arriba de un escenario. En la calle, un patrullero en infracción embestiría su auto provocándole heridas que lo dejaron en grave estado, hasta que falleció 39 días después.
Cecilia Rossetto, compañera en la obra de ese entonces, recuerda que la función del 3 de mayo no salió bien. “Había resultado muy accidentada: se había extraviado una utilería muy importante para un gag y se rompió una mesa de cristal en escena mientras actuábamos. Fuimos a nuestros camarines bastante angustiados y le consultamos al asistente de dirección por qué había sucedido todo aquello y él nos contestó: ´No lo entiendo: es como si las cosas se escapasen por un agujero negro´”, escribió la actriz en su blog personal.
Entonces, Ghío le recomendó olvidarse y que descanse para la noche siguiente, que les exigiría dos presentaciones. En consecuencia, le ofreció llevarla de regreso, pero Rossetto ya había arreglado para ir a cenar con unas amigas. “Me dio un beso y me aconsejó acostarme temprano, ´yo haré lo mismo´ dijo y se fue a buscar el auto”, reconstruyó su colega.
El doloroso e inesperado final
Alrededor de las 2.30, cuando regresaba hacia su casa por la calle Honduras, en la intersección con la avenida Scalabrini Ortiz, su Peugeot 504 fue impactado por un patrullero que cruzó el semáforo en rojo, en contramano, sin la sirena, ni balizas reglamentarias, con las luces apagadas y a una velocidad de 85 km/h.
Nunca quedó en claro la causa que justificara la urgencia para trasladar a la travesti que viajaba en el vehículo. “En lugar de llevarla a la comisaría, que estaba un poco atrás de esa esquina, recuerdo que la llevaban a una galería donde había un local de travestis situado en Scalabrini Ortiz y Santa Fe”, le explicó a LA NACION el doctor Pedro Dátoli, quien representó a la familia Ghío en la causa penal.
Tras el siniestro, al actor se le incrustó el volante en su tórax, provocándole fracturas múltiples y una contusión pulmonar. Luego, cayó al pavimento, mientras que el móvil policial se subió a la vereda y chocó contra el frente de una zapatería.
“Adrián es una de las personas más prudentes que yo he conocido, maneja muy despacio, muy tranquilo. Además, es profundamente sano. Es decir, que hace vida casi de deportista, no toma”, decía el actor Edgardo Nieva en los noticieros de la época.
Según los testigos, Ghío esperó en el suelo a la ambulancia durante 40 minutos. Los policías, en tanto, también quedaron heridos. El actor luego fue internado en la sala de terapia intensiva del Hospital Fernández y los uniformados en el Churruca.
Desde entonces, el artista batalló por sobrevivir durante 39 días. En ese lapso, los médicos le extirparon el bazo, le suturaron el estómago, le realizaron varias transfusiones y estuvo conectado a un respirador artificial por el cuadro principal: una contusión pulmonar bilateral.
No obstante, mostró signos de mejoría con el transcurrir de los días: reconoció a su hija cuando ella le tomó su mano. De hecho, el mismo jefe de terapia intensiva, el doctor Claudio Goldini, confirmaba que se comunicaba “un poco más”.
Incluso, tres días antes de morir escribió “vivo” en una pizarra que le alcanzó un amigo. Sin embargo, casi en simultáneo con esos pequeños “progresos”, los médicos detectaron gérmenes en su sangre, que derivaron en una infección generalizada y problemas respiratorios graves que complicaron aún más el cuadro.
Finalmente, el 12 de junio de 1991 el actor falleció a los 45 años: dejó a dos hijas adolescentes, Florencia y Carolina, y a su esposa Ana Ferrer, con quien se había reconciliado recientemente.
“Adrían en el cielo y Diego en la tierra”
El caso de Adrián Ghío conmovió a la opinión pública. Se puede advertir en la cobertura periodística que comenzó el mismo día que su auto fue embestido por el patrullero, hasta -incluso- bastante tiempo después de su muerte. De hecho, si bien a comienzos de la década del 90 la cantidad de medios de comunicación era mucho menor que en la actualidad, tanto desde la radio, la gráfica como la televisión realizaron un seguimiento casi a diario del estado del actor.
El gran momento de popularidad que vivía el artista, la conmoción por el injusto giro de su destino, la indignación con esos policías que nunca pudieron justificar semejante acto de desidia e irresponsabilidad quizás fueron algunos de los factores que propiciaron el interés de la audiencia.
Hasta Diego Armando Maradona se vio movilizado por su muerte. Hacía pocos meses que el Diez había dado positivo en un control antidoping realizado luego del encuentro entre el Nápoli y Bari. En ese momento, anunció su retiro del fútbol y entonces no dudó en aceptar la convocatoria de Ana Ferrer para participar de un partido solidario en homenaje a su esposo fallecido.
En rigor, el objetivo del encuentro era recaudar fondos para comprar un tomógrafo que sería destinado al Hospital Fernández. Durante su internación, y pese a que era muy peligroso por su grave estado, Ghío era trasladado a otras clínicas cada vez que los médicos solicitaban una tomografía, ya que el centro de salud no contaba con un equipo propio.
“Era inadmisible, insólito, que el Hospital Fernández no tuviera un tomógrafo. Entonces mi mamá, junto con la gente de la Asociación Argentina de Actores, se pusieron la campaña al hombro para conseguirlo cuando mi papá todavía estaba internado y la idea fue hacer un partido solidario con exfutbolistas y actores súper reconocidos”, contó su hija, Florencia, durante una entrevista realizada el año pasado en Noticiero Trece (eltrece).
“Sabía que no íbamos a llegar con la guita para comprar el tomógrafo; si bien los esfuerzos de mi mamá y Actores eran enormes, no iba a alcanzar. Entonces, él se enteró y través de su mánager se comunicó con mi mamá y a partir de allí comenzó este vínculo. Y cuando se anunció que él iba a participar del partido a beneficio en Ferro explotó todo”, agregó la locutora y periodista de Radio Continental. Además, agregó que no solo se consiguió el dinero para el tomógrafo, sino también para otros elementos que se necesitaban en el centro de salud.
La Copa Ghío se jugó el sábado 3 de agosto a las 11. Y en Caballito, una bandera colgada de una de las plateas, sintetizaba el sentimiento generalizado: “Adrián en el cielo y Diego en la tierra”. Aunque el Diez advertía: “Que no se convierta en el show de Maradona y eso haga olvidar el objetivo. La agonía de Adrián coincidió con mi peor momento. Yo no sé si podría haberse salvado o no, pero en el hospital no había un tomógrafo y tal vez podamos ahora salvar a otros”.
El “tano” entrañable y bravo que brilló en las tablas
Ghío nació en Buenos Aires el 23 de marzo de 1946. Se formó en una casa de actores, sus padres fueron Lidia Rosen y Carlos Montalbán. Pese a la herencia artística, antes de pisar las tablas, trabajó como taxista, vendedor ambulante y estudió Derecho.
El teatro era el ámbito en el que mejor se sentía; de hecho, se resistía a ser visto como el galancito de la TV. Consecuentemente, participó de casi 30 obras. El papel que interpretó en Doña Flor y sus dos maridos fue uno de los que lo colocó en su pico más alto de popularidad (en 1983, la obra fue suspendida por las autoridades del gobierno militar).
En cine y en televisión también realizó decenas de trabajos. Con el séptimo arte, participó de 16 películas, entre ellas se destacan los papeles en Heroína, Los gauchos judíos y El camino del sur. Mientras que en televisión también integró los elencos de Alta comedia, Teatro como el teatro y Doble vida, entre otros tantos.
Sus colegas lo recuerdan como una persona entrañable, que se caracterizaba por su actitud positiva y su gran sentido del buen humor. Todos aspectos en los que coincide su hija Florencia, aunque reconoce que enojado “el tano era bravo”.
“Un gran padre, un tipo absolutamente presente, atento a todo lo que pasaba con nosotras en nuestra infancia y adolescencia. Muy dispuesto a recibir a nuestras amigos y amigas, la nuestra era una casa abierta. Valoro el amor que nos transmitió por el teatro, por la música. Agradezco que nos haya enseñado a ser personas de bien”, lo describe ante LA NACION la locutora y periodista.
“La ausencia, a pesar de la cantidad de años que ya no está con nosotros, se siente como si hubiese sido ayer. Es un dolor constante e interminable, el tiempo solo te ayuda sobrellevarlo”, concluye.
Una muerte absurda sin justicia
En 1993, se inició la causa penal que terminó con la condena a dos años de prisión en suspenso del cabo primero Juan Carlos Aguerre, quien manejaba el patrullero. La misma pena le tocó a su acompañante, el subinspector Fabián Salemme, que tenía a sus órdenes el móvil. No obstante, los policías nunca cumplieron prisión debido a que les aplicaron la figura de homicidio culposo, que en ese entonces tenía un máximo de dos años (ahora el máximo es de cinco años), por lo tanto era excarcelable.
“Ellos mismos estaban haciendo el sumario policial, yo los interrumpí. En consecuencia, sentamos el precedente en esa época de que cuando una fuerza comete un ilícito debía ser investigada por otra fuerza. Entonces intervino Gendarmería y los declaró culpables”, recuerda el abogado Dátoli en declaraciones a este medio.
La causa civil, en tanto, fue mucho más extensa. Casi ocho años después del accidente que provocó la muerte de Ghío, la Justicia civil condenó a la Policía Federal a pagar dos millones de pesos de indemnización a las hijas del actor. Sin embargo, los abogados de la familia apelaron la medida porque consideraron que los culpables debían pagar casi cinco millones e incluir en la indemnización a Ana, su viuda.
Para calcular el monto exigido se tomó en cuenta el daño moral, gastos médicos, daños materiales y el lucro cesante: Ghío tenía 44 años, coprotagonizaba una exitosa obra teatral y había firmado contrato con el viejo Canal 9.
Con el correr de los años, se produjeron varias apelaciones, sin un fallo firme un buen tiempo, hasta que en 2010, la Sala D de la Cámara Civil redujo los montos de indemnización de manera ostensible. Consecuentemente, decidió la suma de 405 mil para Carolina, 271 mil para Florencia y la inverosímil cifra de mil pesos a Ferrer por “daños psicológicos”.
“Si bien se hizo justicia y se pudo cobrar un dinero, fue ínfimo, en proporción a los que nos tocó vivir como familia. Y la parte penal fue la peor, porque las personas que se llevaron la vida de mi papá, siguieron con la suya sin ningún problema”, dice Florencia.
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