Un notable unipersonal
Los hombres vuelven al monte / Dramaturgia y dirección: Fabián Díaz / Intérprete: Iván Moschner / Música: Demián Luaces / Vestuario: Isabel Gual / Luces: David Seldes / Diseño sonoro: Patricia Casares / Asistencia de dirección: Naiquen Aranda / Sala: Apacheta (Pasco 623) / Funciones: viernes, a las 21.30 / Duración: 55 minutos / Nuestra opinión: muy buena
Aunque residen en Buenos Aires, Fabián Díaz es chaqueño e Iván Moschner, misionero. El dato no es menor a la hora de analizar esta experiencia dramática que los tiene como protagonistas ya que la acción se desarrolla en el noroeste argentino. Los hombres vuelven al monte es una pieza que aborda el tema de la guerra por las Malvinas desde un lugar muy doloroso: un ex combatiente regresa a su ciudad, luego de recorrer un largo periplo. Allí se encuentra con su familia, se entera de la muerte de su padre y los recuerdos de su vida comienzan a aflorar con fuerza. Su desolación es tanta que termina aislándose en el monte.
Díaz, en tanto dramaturgo, construye un relato muy inquietante porque no sólo diseña a este personaje sino que además le pone una contracara. El muchacho dice buscar a su padre y en ese derrotero, a medida que la historia avanza, uno y otro van mezclándose en escena. A su turno, quien habla solo da cuenta del otro y el drama se complejiza y la conmoción es mucha para quien escucha. El autor. logra componer un friso conmovedor que devela como las secuelas de la guerra han ido horadando la personalidad de un joven hasta transformarlo en una especie de ser salvaje, mágico, escapado quizá de una leyenda, que deambula por un submundo escalofriante en el que únicamente puede habitar su compleja vida.
El paisaje es determinante en este relato: el mundo pueblerino con sus agobiantes tradiciones familiares; el monte, que devora a quien se acerca a él; la guerra con sus atrocidades. Entre esos límites se mueve este hombre mientras intenta desesperadamente dar cuenta de su realidad.
Iván Moschner construye a esos seres con una naturalidad conmovedora. Juega con uno y otro personaje -el padre/el hijo- con una notable capacidad creativa. Conduce el relato con gran astucia. Da vida a imágenes potentes que alimenta con mucho rigor y hasta utiliza el lenguaje de la región para completar con más entereza ese complejo monólogo que logra hacer trascender hasta con maestría.
Es esta una experiencia de una teatralidad extrema que sin duda la dupla Díaz-Moschner fue construyendo muy meticulosamente. La actuación es el centro indiscutido del proyecto.
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