Un Martín Fierro con la vista clavada en el espejo retrovisor
Aptra decidió premiar y homenajear a las estrellas "sin apellido": Mirtha, Susana, Marcelo y Adrián; el Oro a El marginal le dio por primera vez la máxima distinción a la TV Pública
A una ceremonia de premios se la toma o se la deja. Hay quienes las detestan por principio y prejuicio y otros -la mayoría- que las miran por el despliegue de estrellas, tanto porque ven a sus favoritos representados en el podio o porque los entretiene la gala. No tienen grandes exigencias los espectadores, y sin embargo, anteanoche, los Martín Fierro pudieron cumplir apenas con algunas de esas condiciones.
Es cierto que a la 47° ceremonia de entrega de los galardones de la Asociación de Periodistas de Televisión y Radio Argentinas (Aptra) asistieron todas las estrellas que no necesitan apellido: Mirtha, Susana, Marcelo y Adrián. Y también es cierto que cada una de ellas recibió su premio, pero incluso esos galardones parecen un síntoma de una industria, la televisiva, que no consigue salir de su laberinto. Con un rating menguante y nuevas formas de consumir contenido audiovisual al acecho, la gran pregunta es si los Martín Fierro -la fiesta más grande de la pantalla chica local, como se repitió hasta el cansancio durante la extensa ceremonia- estuvieron a la altura de las actuales circunstancias o si funcionaron de la misma manera que lo habrían hecho hace diez años.
La respuesta se obtiene rápido: en 2007, Susana Giménez podría haber ganado el premio al mejor programa de entretenimientos (lo hizo) y Antonio Gasalla el reconocimiento a labor humorística que se llevó anteanoche por su participación en su programa. Así, hace una década Legrand podría haber sido la mejor conductora y su programa el ganador en la categoría de ciclo de interés general, mientras que tres de los cuatro premios que ganó anteanoche ShowMatch también fueron suyos hace diez años. En una industria que suele ser acusada de efímera e impaciente a nadie parece llamarle la atención que una década después todo siga más o menos igual.
Está claro que las estrellas son estrellas por un motivo y que su permanencia en la cima se debe a sus capacidades y esfuerzos, pero conviene pensar si no será hora de que Aptra empiece a pensar más en el futuro. Hasta la misma Mirtha pareció sorprendida de que le otorgaran la estatuilla a mejor conductora en la misma ceremonia en la que se celebró su trayectoria. Si, como mencionó Legrand, finalmente cumpliera su promesa de retirarse de la TV, los votantes no tendrán otra opción que dejar atrás el reflejo condicionado para ponerse a ver qué más hay para ver en la TV. Y de paso podrían revisar la ceremonia de anteanoche para no volver a cometer los evidentes errores que la convirtieron en una de las más largas, aburridas y confusas en mucho tiempo.
Todo comenzó raro con el discurso de apertura de Luis Ventura, presidente de Aptra, que osciló entre el estilo de un matón, al advertir a los presentes que no quería escuchar hablar de grieta, hasta la del mercachifle, al agradecer a una joyería por la colaboración con el premio de brillante que le entregarían más tarde a Legrand. Luego las cosas siguieron por caminos más conocidos, con las cámaras peleando para enfocar algún rincón del salón donde se viera a gente sentada a sus mesas o, al menos, prestando atención a lo que sucedía en el escenario.
"Se ve en cámara el lío que hay acá", decía Mariana Fabbiani, la conductora del evento junto a Guido Kaczka, ambos resignados al caos. Tanto que hasta por momentos los contagió, cuando se superponían sus comentarios o sostenían incómodos intercambios con quienes estaban agradeciendo su premio. Más dinámico y claro para los espectadores hubiera sido que en esos momentos los micrófonos de los conductores quedaran apagados. O que la cámara no insistiera en captar momentos en el salón mientras alguien se emocionaba sobre el escenario. Esas desprolijidades se volvieron verdadera molestia a la hora del homenaje in memoriam, cuando los planos de Abel Pintos cantando "Sin principio ni final" impidieron ver las imágenes de los artistas a quienes se estaba recordando.
Ficción al rescate
A la hora de los premios dedicados a los ciclos de ficción, hubo más claros que oscuros. El hecho de que El marginal, unitario producido por Underground y emitido por la TV Pública, se haya quedado con el galardón en su categoría, en la de autores (Adrián Caetano y Guillermo Salmerón) y luego con el Martín Fierro de Oro (el primero que recibe Canal 7), da cuenta de una mirada más amplia de parte de los votantes. Aunque si la intención es mantenerse por ese camino, deberían repensar algunas categorías importantes.
Si cualquier galardón es en realidad una suma de subjetividades que se ponen momentáneamente de acuerdo, al menos los puntos en que tienen que acordar deberían tener lógica. Hacer comparaciones cualitativas ya es difícil e injusto para que encima las opciones a comparar y destacar no pertenezcan al mismo tipo. Así se vuelve un ejercicio fútil y sin demasiado sentido. Como el hecho de tener sólo una categoría dedicada a los guionistas, cuando las ficciones que escriben sí están separadas por género y frecuencia de emisión. Tampoco tiene sentido combinar en el rubro dirección realizadores de ficción y no ficción. Cada uno tiene su mérito, por supuesto, sólo que son méritos muy distintos.
Lo mismo puede decirse de la categoría de producción integral. El triunfo de ShowMatch es merecido, y siempre es bueno reconocer el trabajo que implica poner en marcha un programa en vivo como ése. Sin embargo, no resiste ni un segundo el intento de comparar ese trabajo con el realizado para una ficción como El marginal o un ciclo de investigación periodística como Periodismo para todos, los otros dos integrantes de la terna que ganó el ciclo de Tinelli. Si Aptra se modernizó lo suficiente como para incluir en sus últimas entregas de premios los rubros de panelista y movilero, no se entiende que apiñe programas bajo categorías que no consiguen abarcar su especificidad ni su diversidad.
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