Un Lars von Trier en estado puro
"Bailarina en la oscuridad" ("Dancer in the dark", Dinamarca-Suecia-Francia-Alemania-Holanda-Gran Bretaña-Islandia-Finlandia-Noruega/2000). Presentada por Distribution Company. Guión y dirección: Lars von Trier. Con Björk, Catherine Deneuve, David Morse, Peter Stormare, Joel Gray, Vincent Paterson, Cara Seymour, Jean-Marc Barr y Udo Kier. Fotografía: Robby Müller. Música: Björk y Mark Bell. Edición: Francois Gédigier y Molly Marlene Stensgard. Dirección de arte: Peter Grant. Duración: 140 minutos. Para mayores de 16 años. Nuestra Opinión: Buena
Mucho se ha debatido en los principales medios del mundo desde que "Bailarina en la oscuridad" ganó -entre ovaciones y abucheos- la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Desde hace diez meses, en cada país donde la película se estrena, Lars von Trier consigue instalarse como el eje de las más desatadas polémicas culturales.
Cualquiera que haya leído a los extasiados o indignados intelectuales que la analizaron (la película provocó que, por primera vez en la historia editorial de muchos medios, se publicaran simultáneamente críticas en favor y en contra) podrá encontrar argumentos sólidos y convincentes tanto para elevarla a la categoría de obra revolucionaria como para degradarla a la de pastiche insoportable.
Este melodrama musical resulta tan desconcertante, incómodo y contradictorio que es muy probable que el espectador cambie de sensación y de parecer varias veces a lo largo de la proyección o -si se toma el trabajo- después de verla más de una vez. "Bailarina en la oscuridad" es el producto de un cineasta ególatra y presumido, un realizador dispuesto a todo tipo de golpe bajo y de manipulación emocional con el objetivo de provocar en el espectador las reacciones que él pretende.
Aun teniendo en cuenta los valores de la película, "Bailarina en la oscuridad" está muy por debajo de las ambiciones y aspiraciones del director de "Contra viento y marea" y "Los idiotas". Porque esta historia "más grande que la vida", que arranca con una pomposa obertura que suena durante un par de minutos con la pantalla en negro, pretende un lugar en el panteón de las películas importantes, coquetea, intenta guiñarle el ojo a films como "Intolerancia", "Metrópolis", "El ciudadano" o "2001, odisea del espacio". Pero se queda en el intento.
Maestro indiscutido del marketing (cabe recordar que es el ideólogo del movimiento Dogma 95, al que ahora él supera), adalid de la causa digital y profeta de la lucha contra los artificios del cine contemporáneo, Lars von Trier queda ahora atrapado en su propia maquinaria, en su autoindulgencia y en su esquizofrenia artística, para terminar entregando una película solemne y maniquea, que no alcanza el mismo grado de credibilidad de sus trabajos anteriores por más estética de cinema-verité a la que apele.
"Bailarina en la oscuridad" se pretende la película sobre las miserias de la sociedad estadounidense (critica la pena de muerte y la hipocresía pueblerina, la psicopatía generalizada y la adicción al consumo, el fordismo y los abusos del sistema judicial), pero Lars von Trier jamás visitó los Estados Unidos, rodó el film en locaciones y estudios de Suecia y Dinamarca, y eligió a una gran mayoría de actores europeos para interpretar a sus estereotipados personajes norteamericanos. Así, en medio de una mezcla de acentos y diálogos ampulosos, grandes intérpretes como Catherine Deneuve parecen estar luchando permanentemente contra el idioma inglés.
Von Trier eligió a la talentosa cantante islandesa Björk para que, en su debut actoral, interpretara a Selma, una desdichada inmigrante checa, madre soltera y denodada operadora de una prensa fabril, cuyo único objetivo en la vida es ahorrar el dinero suficiente para salvar a su hijo adolescente del mismo mal hereditario que la está dejando progresivamente ciega.
En esta historia de claras connotaciones bíblicas, la ex líder del grupo Sugarcubes encarna con una enorme dosis de abnegación, amor e inocencia a esta mezcla de heroína trágica y mártir sumisa. Pero fue la propia Björk quien admitió en Cannes (donde recibió el premio a la mejor actriz) haber sido constantemente maltratada por un director que parece disfrutar con el sufrimiento ajeno, tras lo cual anunció su abandono definitivo de la interpretación.
Propaganda y homenaje
El realizador danés apela a los peores recursos del cine de propaganda (ruso, nazi o franquista) para convencer al espectador de su mirada pontificadora sobre las miserias del capitalismo. También aseguró a los medios haber construido sendos homenajes a dos géneros de rica tradición hollywoodense como el melodrama y el musical. Pero si en la comparación con el cine de Douglas Sirk o de Rainer Werner Fassbinder, "Bailarina en la oscuridad" resulta una obra fría y calculadora, en su relación con el género musical la situación se torna bastante más compleja todavía.
Von Trier muestra a Selma ensayando una puesta amateur de "La novicia rebelde", disfrutando con Kathy (Deneuve), su amiga y ángel guardián, los musicales de los años 30 y fantaseando con protagonizar escenas de baile en los distintos escenarios en donde transcurre la trama. Pero la media docena de secuencias musicales, que el director se encargó de publicitar, fueron filmadas con 100 cámaras digitales fijas a la vez, son tan precarias que la supuesta influencia de los clásicos de la MGM de los años 50 no puede apreciarse en un solo fotograma.
Si alguna vez Woody Allen ("Todos dicen te quiero") o un realizador europeo como Jacques Demy incursionaron en el género con búsquedas muy personales, Von Trier perpetra unos números en los que insólitamente propone una edición digna de los más convencionales videoclips de la cadena MTV, precisamente cuando Björk ya había dado muestras de su capacidad para desenvolverse dentro del plano secuencia en el notable clip musical que Spike Jonze (director de "¿Quieres ser John Malkovich?") hizo con su tema "It´s oh so quiet".
Pero aún en sus permanentes excesos que lindan con el despropósito, en la irritación que muchas de sus propuestas genera, sigue siendo "Bailarina en la oscuridad" una película muy atendible, una apuesta audaz y de gran potencia dramática. Un film pensado para la controversia. Un Lars von Trier en estado puro.
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