Un estreno exótico que promete mucho
Orquesta Sinfónica Nacional / Director: Pablo Boggiani / Soprano: Ayako Tanaka / Concertino: Xavier Inchausti / Sala: Sinfónica del CCK / Obras de Mendelssohn, Benzecry y Rimski-Kórsakov / Nuestra opinión: muy bueno
La Orquesta Sinfónica Nacional abrió anoche con contundencia una temporada prometedora. En la grilla de este año se encuentran núcleos destacables: directores y solistas invitados (de la talla de Mischa Maisky y Shlomo Mintz), una gira por China y Corea del Sur, y estrenos mundiales. En este primer concierto la Orquesta incursionó en dos de estos ejes: la participación de la soprano japonesa Ayako Tanaka y la primera audición mundial del ciclo de canciones para soprano y orquesta del compositor argentino Esteban Benzecry.
La programación de la noche comenzó con la obertura de Felix Mendelssohn La Gruta del Fingal. Con corrección en la ejecución y una robusta expresividad de la sección de cuerdas, la orquesta logró trazar un paisaje con fluidez y sensibles matices dinámicos. Pero esta obra, vista en retrospectiva, significó una preparación para lo que ofrecería la Sinfónica en materia de ensamble instrumental y contrastes en la segunda parte de la noche.
El estreno de la apertura llegó de la mano del Ciclo de canciones de Esteban Benzecry. Las cuatro primeras piezas están basadas en obras de poetisas latinoamericanas y la quinta, en un texto traducido del quechua al castellano, aunque realmente las palabras parecen constituir un pretexto referencial para la virtuosa línea de la soprano. Tanaka se lució con el manejo de las coloraturas en el registro agudo, en una partitura que incluso a los oídos locales resulta exótica (no en su sentido espacial, sino temporal) por la estrecha relación estilística de sus materiales con los desarrollados por las vanguardias nacionalistas latinoamericanas del siglo XX. Pentafonía, escalas por tonos enteros, tópicos carnavalescos de la puna se entremezclan con una concepción impresionista del uso instrumental de una orquesta reducida.
La segunda parte del concierto fue dedicada a la suite sinfónica Scheherezade, de Nikolái Rimski-Kórsakov, inspirada en Las mil y una noches. Con una distinguida actuación de los solistas, principalmente del concertino Xavier Inchausti, el director y la orquesta sacaron a relucir la vasta densidad del trabajo instrumental de la obra. Los temas principales fueron elaborados (en sus sucesivas apariciones) con una enorme sensibilidad, impregnados por las inflexiones propias del orientalismo nacionalista ruso.
Con obras del repertorio romántico y un estreno mundial de compositor argentino, el concierto constituyó sin dudas un punto de partida firme para la temporada de una orquesta que, al fin, parece haber encontrado su casa.
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