Un dramaturgo seducido por lo novedoso
Rafael Spregelburd estrena en el Tacec Tres finales, ambiciosa obra que combina diversas disciplinas
Hace ya diez años, el filósofo esloveno Slavoj Zizek publicó en un diario argentino un artículo en el que hablaba, básicamente, de dos finales. El de la Guerra Fría, que produjo el reemplazo de la cortina de hierro de la ideología por la de terciopelo de la cultura, una visión tenebrosa que se oponía con claridad a la perspectiva del otro desenlace, el famoso fin de la historia inventado por Francis Fukuyama, promotor del triunfo definitivo de una democracia liberal global que deberíamos celebrar sin chistar. En el texto, Zizek también reflexionaba sobre los conflictos étnico-religiosos que han explotado en varios lugares del planeta y los señalaba como la forma de lucha que más le conviene al capitalismo global: "En nuestra época de pospolítica, cuando la administración social llevada a cabo por expertos reemplaza en forma progresiva a la política propiamente dicha, la única fuente de conflictos legítima que queda son las tensiones culturales", aseveraba Zizek.
Rafael Spregelburd retoma, a su manera y con una voluntad lúdica, parte de estas ideas en Tres finales, el ambicioso espectáculo que estrenará hoy en el Tacec del Teatro Argentino de La Plata, una obra de 55 minutos en la que confluyen el teatro, la performance, la danza, el concierto barroco, el ensayo teórico y el work-in-progress. "Cuando me convocó Cynthia Edul, quien hoy dirige el Tacec, me aclaró que la idea era que montara una experiencia de cruce de lenguajes -explica Spregelburd-. Y voy a presentar un modelo de obra que es un prototipo que, seguramente, tendrá más desarrollo en otra más visceral y con la duración habitual de mis trabajos, que suelen ser de tres horas. En este caso, se trata de tres piezas cortas que tienen un eje muy claro: la idea del fin, del apocalipsis. El desarrollo dramatúrgico tiene relación con una obra en la que vengo trabajando desde hace tres años, El fin de Europa, que comencé durante una experiencia de 2012 en L'École des Maîtres en Udine (Italia), se va a estrenar en el Teatro de Caen, en Francia, en septiembre de 2017. Ahí voy a dirigir a actores franceses y belgas." L'École des Maîtres es un máster de educación superior itinerante dedicado a jóvenes actores profesionales europeos que tienen la oportunidad de trabajar con los directores más importantes de la escena contemporánea. Spregelburd, de gran prestigio internacional, fue uno de ellos.
Como es habitual en él, Tres finales pone en diálogo varias líneas de investigación en las que trabaja simultáneamente. La obra está dividida en tres partes. "El fin del arte", inspirada en un curioso incidente real conocido como "Ecce Mono": una octogenaria de Borja, pequeño pueblo español, intentó restaurar una pintura religiosa que desaparecía gradualmente de la pared de su capilla. Dos profesores de arte de una universidad francesa deben decidir si incluir a esa mujer en el programa de la materia que pretenden enseñar. En "El fin de la realidad", un grupo de intérpretes traduce en forma simultánea una importante conferencia. "Fuera de un determinado contexto, lo real adquiere el rictus de lo virtual. En toda traducción, el sentido es el rehén y al mismo tiempo el victimario", sostiene Spregelburd. Y en "El fin de la historia" el montaje prescinde de las palabras, salvo por unas proyecciones disparadas mientras un grupo de actores ensaya una obra de teatro de alguna otra época e intenta con fervor contar una historia.
"La idea de prenunciar el fin siempre ha sido una «novedad» que vende muy bien -subraya-. La novedad apocalíptica es muy útil para quienes ocupan el poder porque el anuncio del final permite la aparición de un terror automático que libera la aplicación de planes destinados a que nada cambie. Desde el tono bíblico para el Apocalipsis hasta el fin del euro. Este espectáculo se toma un poco en sorna la tristeza de estos anuncios e intenta señalar para quiénes es útil. Es sensacionalista, por el título, y completamente reflexivo, por su contenido. En verdad, no hay ningún final, sino más bien una plena permanencia en lo negativo, como dice Zizek."
La búsqueda constante
Para Tres finales, Spregelburd trabajó en un tiempo mucho más reducido que el que acostumbra usar para cualquiera de sus montajes más habituales, que por lo general demandan tres años de ensayo. Convocó a los actores de El Patrón Vázquez -compañía con la que llevó adelante varios proyectos teatrales- y sumó a otros en los que también confía, además de músicos y bailarines. "Pude disfrutar de un enorme grado de libertad para acoplar y confabular lenguajes que normalmente no tengo -dice el actor, director y dramaturgo-. La investigación sobre el lenguaje teatral es para mí un tema permanente. Me da mucho miedo envejecer en ese sentido. Y ya en esta obra empiezo a tomarme eso un poco en broma. Estoy muy pendiente de no repetirme, cruzo los dedos para que en mis obras se inauguren zonas que no haya explorado antes. Digo que cruzo los dedos porque no siempre tengo la certeza de haber abierto un campo nuevo de investigación. Pero no me pongo como objetivo central la idea de renovación. Ésa me parece una falsa zanahoria. Voy intentando probar cosas nuevas gradualmente porque si no me aburro, siento que cada obra que hago es una copia deslucida de la anterior. Una pausa lúdica en mi construcción dramatúrgica, como esta de Tres finales, me da la chance de probar formatos intermedios con un permiso absoluto para el error. Por otra parte, están los temas. Una de las preguntas importantes que plantea esta obra es qué pasa cuando ya no hay una historia para contar. Y otra cuestión que abordamos es la del estatuto del arte. La pasión museística de esta señora española que intentó conservar la pintura del rostro de Cristo, restaurándola a su manera, con unas témperas, ha provocado algunos equívocos extraordinarios. El suyo fue un acto de amor, pero le cayeron encima con todo porque se supone que el cuadro está mal restaurado. ¿Qué es más importante, el acto de amor de una persona que ve que está desapareciendo el patrimonio de la iglesia de su pueblo y sale a defenderlo con su paleta de colores oxidados o la afectación parsimoniosa de que el arte les pertenece a otros, a los entendidos, a los cultos, a los pintores que han muerto? Yo creo que es la primera vez en la historia del arte que una obra destruye un original. Ni Warhol se atrevió a tanto. Lo que hizo esta mujer despertó un montón de preguntas alrededor del valor de una obra. Por error, fue la artífice de una enorme apelación a la sensibilidad de una época. Después podemos discutir cuál es esa sensibilidad, pero yo creo que esa pintura tiene más valor que la original. Los que se burlan de ella desconocen las exploraciones del art brut o la búsqueda de Miró, que trataba de pintar como un niño para despojarse de aquello que la cultura le había impuesto como obligación."
Cine, TV, opiniones
Al margen de su actividad en torno al teatro, Spregelburd también ha incursionado con frecuencia en el cine y la televisión. Y todos los fines de semana se lo puede leer en el diario Perfil, donde escribe una columna de opinión. "Cuando me preguntan por mi trabajo en la televisión, siento que muchas veces quieren hacerme sentir culpa por tener ciertas posiciones tomadas hace años. Es un trabajo que genera algún ingreso decente y en el que no hay ningún equívoco -analiza el creador de obras clave del teatro independiente argentino contemporáneo, como Acassuso, La estupidez y Apátrida, doscientos años y unos meses, que acaba de reestrenarse en El Extranjero (Valentín Gómez 3378), los lunes, a las 21-. Con la televisión no hay posibilidad de confundirse: los que la producen ni siquiera tienen una voluntad artística. Saben muy bien lo que quieren y el tiempo en el que lo tienen que obtener. Está todo muy claro. Y tampoco hay confusión posible entre mi trabajo ahí y el que hago en el teatro. La gente que te para por la calle porque te vio en Guapas no es la misma que va a ver Apátrida. Los dos laburos requieren una habilidad específica. En el caso de la TV, es la que puedo desarrollar como actor. Yo no firmo como autor, director o productor de un programa porque no sabría cómo hacerlo. El caso del cine es distinto. El cine sí puede tener una impronta artística. Un cineasta puede tener el mismo apetito que tengo yo cuando me reúno a ensayar una obra. Tiene un sistema de planeamiento más noble que el de la televisión y también un sistema discursivo más abierto, con más posibilidades."
Tres finales
De Rafael Spregelburd
Teatro Argentino de La Plata, Calle 9 y 53
Funciones, hoy y mañana, a las 21, el sábado, a las 19.30 y 21.30
Entradas, 100 pesos