Un director que se afianza
Guillermo Cacace hasta logra que el público vaya a su sala un domingo a la mañana
"Me interesa mucho que el teatro represente las grietas de un sistema y en ellas uno pueda encontrar cobijo por un rato, pensar que hay otra posibilidad para lo real." Lo afirma el director Guillermo Cacace, un realizador que viene destacándose con fuerza tanto en el circuito teatral alternativo como en el oficial.
Reparte su tiempo entre las clases, formando actores, o buscando "ese" texto que lo movilice y le permita despertar la atención del espectador apenas por un rato. En los últimos años estuvo un poco atado al grotesco. Montó varias piezas de Armando Discépolo, aunque no se apartó del mundo contemporáneo. Estrenó a la española Angélica Lidel en Buenos Aires y repuso su particular y conmovedora versión de A mamá a partir de La Orestíada.
Acaba de estrenar en su espacio Apacheta Mi hijo sólo camina un poco más lento, del joven autor croata Ivor Martinic. El espectáculo fue encomendado por el Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, que se realizó el año pasado en diferentes salas independientes de la ciudad.
Matías Umpierrez, curador de aquel proyecto, convocó a Cacace para montar la pieza, pero el director estaba pasando un momento especial y, en un principio, rechazó la propuesta. Ante la insistencia de Umpierrez, leyó el texto y quedó conmocionado. "Encontré un material con un lenguaje inédito, dice cosas que ni siquiera yo sabía que quería decir", confiesa el creador.
Guillermo Cacace estaba comenzando a ensayar Platonov, de Anton Chejov, y quería alejarse del grotesco, de un nivel de exposición muy fuerte, de personajes animalizados que a él lo conducían a un lugar casi de desmadre. "Necesitaba ubicarme en un ámbito más suave, y la obra de Martinic tiene un valor agregado, no es un clásico, es un texto escrito hoy, por un joven croata, a los 26 años. Esta pieza me obligó a correrme de ciertos lugares conocidos que impone la escritura tradicional. Si bien hay cierto clima chejoviano en la pieza, hay rupturas en la continuidad lógica de los personajes, del espacio, y hay un tratamiento respecto del tema familiar que tiene un rasgo identitario que es cómo aborda esa misma problemática un autor croata. Se respira un texto que dice: «Está todo mal, pero es lo que hay y con eso algo podemos hacer para ser un poquito más felices». Es una obra que no ignora la idea, la asume, no tiene un optimismo naíf. Muestra una herida, pero sabemos que aún nos quedan algunos días sobre este planeta."
Mi hijo sólo camina un poco más lento muestra la realidad de una familia en la que el hijo no puede caminar y se desplaza en una silla de ruedas. Es interesante cómo el autor no hace foco en el joven, sino que se detiene en cada uno de los integrantes del núcleo que lo rodea, y los muestra, por momentos, hasta despiadadamente.
El mundo de una familia retorna a la escena en una ciudad en la que esa temática aparece con una excesiva recurrencia. Al respecto, Cacace afirma: "El primer impulso que tuve fue hace diez años, cuando monté A mamá. Lo hice en sintonía con ese momento en que todas las familias disfuncionales se ponían de relieve. En Buenos Aires esta aparición tuvo que ver con lo trágico dentro del orden de lo ineludible. Y parece que se repite sin poder elaborarlo. Como si trágicamente estuviéramos condicionados a esa reiteración. Ahora bien, una vez que lo observás, lo tematizás, lo hacés obra o te quedás en el lugar descriptivo de la tragedia u optás por otra posición para contarlo. La obra de Martinic viene a compartir preguntas. Me resisto a que el teatro sea subsidiario de algo que entendió alguien. Me interesa que el actor genere un acontecimiento que, por estar sucediendo en complicidad con el público, me permita entrar en una realidad paralela y que eso opere como una alternativa a la realidad que vivimos todos los días. No quiero esforzarme en explicar cómo es la vida."
Lo interesante de este proyecto es que sus funciones están planeadas los domingos por la mañana. El trabajo se ensayó ese día, entre las 9 y las 14, durante dos meses. En ese lapso una luz particular ingresa al estudio Apacheta y el creador y sus actores han decidido mantener ese ámbito de luminosidad.
Para Guillermo Cacace, el año creativo recién comienza. Tiene dos proyectos en carpeta. En el Teatro Nacional Cervantes estrenará, en septiembre, La crueldad de los animales, una pieza de Juan Ignacio Fernández que opera como metáfora de la década del 90 y todo un entramado de corrupción que caracterizó ese momento histórico y, posiblemente, monte en el Teatro San Martín El pelícano, de August Strindberg.
Mi hijo sólo camina un poco más lento
Apacheta, Pasco 623 (4941-5669).
Domingos,a las 11.30
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