Un día de campo en Villa La Raquel, a orillas del río Salado
Un halo de amor y tragedia acompaña la historia de Villa La Raquel, una antigua estancia propiedad de la familia Guerrero donde hoy se puede pasar el día, pernoctar, andar a caballo, hacer una caminata, pescar y descansar, a la vera del río Salado, a 168 km de Buenos Aires, sobre la ruta Nº 2
En los pagos de Guerrero, sobre la ruta Nº 2 en el km 168, partido de Castelli, se encuentra emplazada la estancia Villa La Raquel, cuyo centenario castillo rosa asoma entre la frondosa arboleda a la vera del río Salado. Abierto al público desde 1996, el sitio fue una vez próspero centro de desarrollo industrial de la zona, con su propia estación, fábrica de leche y almacén de ramos generales.
La leyenda de esta estancia se remonta a la primera propietaria de estos campos, Felicitas Guerrero. Su padre, José Guerrero, no era estanciero sino naviero, y se vio de pronto dueño de ésta y otras tierras a causa del trágico fallecimiento de su hija, Felicitas. Ella fue la protagonista de uno de los dramas pasionales más famosos de la sociedad porteña de mediados del siglo último.
Los bellos paisajes de Villa La Raquel fueron escenario de sus amores, ya que su esposo, Martín de Alzaga, era propietario de las estancias La Postrera, Bella Vista y Juancho, aproximadamente 100.000 hectáreas que alcanzaban hasta los actuales balnearios de Pinamar, Cariló y Valeria del Mar. Ella tenía 15 años cuando se casó con Alzaga, de 65. Ya viuda y dueña de una rara belleza, según las crónicas de la época, ella visitaba eventualmente los establecimientos que habían sido de su esposo. Por entonces, para llegar a un lugar los carruajes debían atravesar campos por huellas difícilmente transitables cuando llovía. En uno de esos tantos viajes, su coche se empantanó. Los auxilió un vecino, que resultó ser otro próspero estanciero de la comarca: Anselmo Sáenz Valiente. Tras sacar a los viajeros del apuro en que se encontraban, les brindó el amparo de su propiedad. A partir de ese encuentro, Felicitas y Anselmo se enamoraron, y poco tiempo después decidieron casarse.
Pero el final no iba a ser feliz. Al enterarse de la noticia del enlace, uno de los anteriores pretendientes de la joven, Enrique Ocampo, prefirió verla muerta antes que en los brazos de otro. Así fue como la dama resultó víctima de un crimen pasional en 1872, provocando el escándalo y las habladurías de toda la sociedad. Posteriormente, Ocampo se suicidó en circunstancias dudosas. Sin descendencia, los herederos naturales fueron sus padres, quienes se abocaron de lleno a explotar las estancias.
La descendencia ascendente
Desaparecido Carlos José Guerrero a fines del siglo último, los campos de La Estación -así se la conocía por esa época- pasaron a otro de sus hijos, Manuel Justo, que se casó con Raquel Cárdenas. En ese entonces, se estilaba homenajear a las mujeres de la casa denominando los campos con su nombre.
El almacén de ramos generales fue abierto por él, que también fue responsable de la instalación de una fábrica de lácteos, primer asentamiento industrial en la cuenca del río Salado.
El castillo, tal como se lo conoce en la actualidad, data de 1894, y la torre que se ve de todos lados se edificó recién en 1905. Todo en su interior recuerda el pasado: las revistas ajadas, el piano Steinway, los muebles, el juego de té de plata y el caballete de Luis Guerrero, el bohemio de la familia.
Desde los ventanales se visualiza el río Salado y grandes extensiones de tierra. Las bellas puestas de sol sobre la pampa húmeda pueden ser apreciadas desde la pileta o cualquier otro punto de la propiedad.
La hija de Raquel, Valeria Guerrero de Russo, dedicó su vida al campo; a mediados de los setenta decidió crear una fundación cultural para que el establecimiento sirviera de marco a actividades culturales y a la difusión de la labor rural en el siglo último. El parque, de 47 hectáreas diseñado por el paisajista danés Forkel, posee un bosque con más de 180 especies clasificadas, y puede ser recorrido a pie, a caballo o en sulky. Sobre la avenida de los plátanos las ruedas del sulky guiado por Cecilia traquetean a toda velocidad. Sin embargo, provocan un vaivén muy suave. Ella conduce el carro con total soltura, sin sentarse siquiera. A lo lejos, las ramas de un ciprés funerario acentúan el bucólico espíritu del lugar.
Cerca del casco principal, la antigua casa de huéspedes funciona como museo, conservando muebles y trajes de la época. Todo permanece anclado en otros tiempos: los tules y broderies de los vestidos, un pequeño moisés, un arpa francesa... Las paredes pobladas de fotos color sepia o en blanco y negro reflejan las caras de los protagonistas de esta historia: Felicitas, Carlos José, Manuel, Raquel y Valeria. En su mayoría, los objetos exhibidos pertenecieron a esta última. A tan solo unos pasos, la que fuera carnicería de la estancia hoy ostenta quesos, dulce de leche y remeras para la venta. "Merchandising moderno, que le dicen", cuenta con tonada española Juan Pablo Russo, sobrino nieto del marido de Valeria, que se ocupa de la cotidianeidad de la estancia.
Las casuarinas brindan su amable sombra y sirven a las flores de fertilizante natural. Los jazmines rodean a la carnicería desde su creación; en ese entonces, evitaban que el mal olor invada la casa.
Para lograr cumplir los deseos de Valeria, la vieja fábrica cercana a la estación de tren abandonada fue remozada.
El albergue
Las habitaciones de los peones se convirtieron así en rústicos cuartos con baño privado y se edificó una pequeña capilla en su memoria. Las instalaciones para el turismo se completan con un comedor, donde se conserva la vieja mesa del personal con las marcas de sus facones, un salón y una biblioteca, con mobiliario de época. Allí tienen lugar los cursos de música de la Fundación Manuel Guerrero, Juan Pablo Russo, Valeria Guerrero Cárdenas de Russo. Los huéspedes se alojan así del otro lado de la ruta 2, es decir cruzando la misma y saliendo del parque que rodea el castillo, a una distancia que sólo puede ser recorrida en auto o a caballo. Los viajeros decidirán el lugar para comer: la antigua cremería o el restaurante, continuo al casco principal y cercano a la piscina. Las opciones gastronómicas son simples y a la vez exquisitas: una muy buena parrilla, a cargo de Ferrari, que vino en mano maneja las brasas a la perfección. Las pastas están a cargo de alguna de las mujeres de las diez familias que viven y trabajan en el lugar. Los pastelitos y las pasta floras nunca faltan.
Además de contactarse con la naturaleza y descansar, las cabalgatas pueden llevar al viajero inquieto hasta el antiguo puente La Postrera, antiguo paso del río antes de la creación de la ruta, entre otros paseos.
En Buenos Aires, en la esquina de las calles Isabel La Católica y Pinzón se alza la iglesia Santa Felicitas, mandada a construir por sus padres en el sitio donde fuera asesinada.
Qué, cómo, cuándo, dónde
La estancia Villa La Raquel está ubicada sobre la ruta Nº 2, km 168, paraje de Guerrero, entre las poblaciones de Lezama y Castelli. El acceso, bien señalizado, apenas se ve comprometido por las dificultades propias de los caminos de tierra. Cruzando el río Salado, después de una pequeña curva, conviene disminuir la velocidad del vehículo de antemano porque el ingreso puede ser un poco brusco. La forma sugerida para llegar con otro medio de transporte es el tren a Mar del Plata, que parte desde plaza Constitución. En temporada alta la frecuencia es cada media hora. De Castelli o Lezama -por día, sólo dos coches se detienen en esta última estación- se contrata un remise por $ 5.
- El casco principal data del siglo último y funciona como museo junto con una antigua casa de huéspedes. El parque de 47 hectáreas cuenta con más de 180 especies autóctonas y extranjeras, y puede ser recorrido a pie, a caballo o en sulky.
- La entrada para pasar el día cuesta $ 10 -abre de 9 a 19-, y se puede almorzar en una parrilla sencilla por $ 10, bebidas incluidas. Hay asado y ensaladas con hortalizas frescas de la huerta. De postre, flan casero con dulce de leche.
- Las doce habitaciones dobles con baño privado cuestan $ 90 por día con pensión completa, sólo que se encuentran alejadas del casco principal, en la vieja fábrica de lácteos. El precio del fin de semana completo con arribo el sábado a media mañana y comidas incluidas es de $ 125. Los menores de 4 años no pagan; de 4 a 9 abonan la mitad.
- La media hora de sulky -tiempo más que suficiente para realizar el "recorrido señalizado"- cuesta $ 6, los caballos $ 5.
- Se puede descansar, leer en la biblioteca, jugar al backgammon o a las damas, pasear a caballo, pescar en el río Salado o Saladillo y bañarse en la pileta. También, es posible observar tareas rurales, como el arreo de caballos y vacas, y el ordeñe, en el tambo mecánico cercano a la vieja fábrica.
- La leche del tambo se utiliza para fabricar los quesos y el dulce de leche de la estancia, en venta en la antigua carnicería cerca de la casa principal. El precio de la horma de un kilo es de $ 10; el dulce $ 7. También hay remeras por $ 12 y jarrones pintados a mano o portallaves por $ 20.
- La Fundación Manuel Guerrero, Juan Pablo Russo, Valeria Guerrero Cárdenas de Russo se encarga de administrar el campo y promover actividades culturales como cursos de música y de actividades rurales, para capacitar a la gente de la zona. Estos tienen lugar durante el año en determinadas fechas y con cupo limitado debido a la cantidad de habitaciones.
- Para reservas e informes, contactarse con la Fundación, ubicada en Rufino de Elizalde 2848, 2º "B", Tel. 326-7429, 811-2894, 802-1463 ó 541-2837.
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