Un clásico que cuenta hasta 30
Hace treinta años se estrenó "2001, Odisea del espacio", que cambió el rumbo del cine.
Es difícil explicar el impacto que causó "2001, Odisea del espacio" en el momento de su estreno, del que hoy se cumplen treinta años. En 1968, el film de Stanley Kubrick parecía la piedra fundamental de un nuevo cine que eclipsaba fórmulas y géneros. En 1998, es prácticamente una curiosidad en la historia de una industria que apuesta a sagas intergalácticas e invasiones extraterrestres. Hay que hilar fino para encontrar ciencia ficción de los años cincuenta y títulos como "La guerra de las galaxias" o "Día de la independencia".
Tal vez por eso "2001" sigue siendo considerada la película más importante del género y una de las más notorias fuera de cualquier etiqueta. Fue la consagración como autor de Kubrick, el obsesivo realizador de "La patrulla infernal" y "Lolita". Nacido en el Bronx neoyorquino, Kubrick vive en Londres desde 1960.
Kubrick y el novelista Arthur C. Clarke habían pasado un tiempo esbozando una historia a partir del cuento de Clarke "El centinela". La idea del cuento -un humano descubre una "huella" en en un planeta no explorado- creció hasta convertirse en un guión independiente y ambicioso, que iba de la caverna del hombre de Cromagnon a lo que hoy llamaríamos un agujero negro estelar, al comienzo del tercer milenio.
"2001" es, ante todo, una experiencia visual, y se buscó que el espectador entrara en ella con la menor lucubración intelectual posible, un poco al modo de la música y la pintura. Sólo un tercio de la película tenía diálogos, lo que confundió a algunos críticos pero aseguró la complicidad de los jóvenes hippies de la época. En ellos, "2001" -en especial el último tramo- provocaba un efecto parecido al de un trip de LSD, uniendo, como buscaba Kubrick, el viaje exterior con el interior.
Salirse del modelo
"2001" fue la película más comentada en 1968; la inminencia del arribo del hombre a la Luna, con las inquietudes metafísicas que el hecho despertaba, era el caldo perfecto para el éxito del film. Por primera vez en una historia de astronautas se cuestionaba seriamente la existencia de Dios, escapando a los objetivos de "entretenimiento" de la ciencia ficción al uso. De hecho, "2001" no parecía una película de género: su lenta narración, ambigua y sofisticada, refería más bien al trabajo de directores europeos, como Bergman o Antonioni. Kubrick desdeñaba el tradicional esquema de Hollywood, basado en la puesta teatral en tres actos, para desenvolver una serie de episodios sin más conexión entre sí que el misterioso "monolito". Los dos primeros episodios se ensamblan en uno de los cortes más violentos que puedan imaginarse: Kubrick pasaba de un hueso arrojado al aire por un eufórico hombre de las cavernas a una futurista nave espacial que se mecía al compás del "Danubio azul".
Tal vez la desmesura del proyecto hizo de "2001" una película muy comentada pero poco imitada: sólo "Solaris" (1972), del ruso Andrei Tarkovski, se aproximó al periplo filosófico de Kubrick. La ruta que parecía haber abierto "2001" se cerró pocos años después con el éxito de "La guerra de las galaxias" (1977), film pionero en efectos digitales pero que volvía a la narrativa clásica. Cuando Ridley Scott pisó terreno cercano a "2001" en "Blade Runner" (1982), el estudio lo obligó a explicar toda la película con la intromisión de un narrador. Parece que Kubrick hizo bien en quedarse fuera de Hollywood, al fin y al cabo.
A sólo tres años de la fecha imaginada por Kubrick, la realidad copia -a su manera- lo imaginado por Kubrick y Clarke. Ahí está la sonda espacial Mir, con casi tantos problemas como la Discovery del film; en las últimas semanas se habló de la posible existencia de agua en algunas de las lunas de Júpiter, no muy lejos del agujero por donde el astronauta de Kubrick pasaba a otra dimensión.
Y si bien no hay ninguna computadora tan inteligente como HAL-9000, todas las PC del mundo se han confabulado para descontrolar sus sistemas con el cambio del milenio. Tal vez, para ese entonces, suene en la radio una versión dance de "Así habló Zaratustra", la obra de Richard Strauss que "2001" grabó para siempre en el corazón del cinéfilo.
El primer mago de los efectos
El único Oscar obtenido por Stanley Kubrick en su larga carrera cinematográfica fue por los efectos visuales de "2001, Odisea del espacio".
El galardón, si bien escaso, era merecido: varias secuencias superaban todo lo conocido en el cine del género, incluyendo el abstracto recorrido del astronauta Bowman en los últimos minutos del film.
Los efectos visuales de la película llevaron casi dos años, mucho más que el rodaje con los actores. Y fueron realizados por un equipo que dirigió el propio Kubrick e integraban, entre otros, el director de fotografía John Alcott (conocido por su trabajo para el film "Barry Lyndon") y el especialista Douglas Trumbull, luego conocido por sus trabajos en el film "Encuentros cercanos del tercer tipo", de Steven Spielberg, y "Blade Runner", de Ridley Scott.