
Con Juan Minujín, Mimí Ardú, Carlos Echeverría,Bárbara Lombardo
Hombres de cuero
Amos, esclavos y sadomasoquismo en el cine argentino.
Si el espectador tiene en cuenta, como ejemplos aislados, a los jóvenes vestidos de cuero que, subidos a sus motos, daban vueltas por Recoleta en ¿Somos? (Carlos Hugo Christensen, 1984), o las vicisitudes de un heterosexual enfermo de sida en Fotos del alma (Diego Musiak, 1995), puede concluirse que el cine argentino no es muy afecto a la representación seria de cuestiones que escapen a la hegemonía heterosexual. Por eso, lo primero que llama la atención de Un año sin amor es su minuciosa descripción de los lugares y las prácticas homosexuales entre macizos hombres de cuero. En oscuros sótanos, opulentos departamentos de Barrio Norte, o en la penumbra de las salas de cine, la pulsión del deseo no encuentra inhibiciones. Pero la ópera prima de Anahí Bernerí excede la mera actitud exhibicionista y permite darle cabida a identidades legítimas, pero que se ven constantemente marginadas de la pantalla cinematográfica.
La historia gira en torno de Pablo, un joven escritor gay de 30 años enfermo de sida, que comienza a escribir sobre su vida, su lucha contra la enfermedad y sus intentos por encontrar un poco de amor. Mientras se niega al tratamiento con un cóctel de drogas que reemplazaría al azt (la historia transcurre en 1996), decide entregarse a su vieja fascinación por el cuero y los hombres pelados. Como si quisiera demostrar ese proverbio nietzscheano que señala que “lo que no te mata te hace más fuerte”, Pablo se introduce en el mundo de amos y esclavos, de goce y sadomasoquismo. De pronto, el cuerpo humano enfermo, que en principio era sólo generador de dolor, se convierte así en receptor.
Una vez deserotizados los cuerpos masculinos, la directora se detiene en las relaciones que se establecen entre ellos. Lejos de la visión homofóbica de William Friedkin en Cruising (1980), probablemente el primer contacto del espectador medio con las prácticas leather entre hombres, la mirada de la directora acompaña la del espectador y la del protagonista en el descubrimiento de los códigos y aparatos de esa sociedad secreta.
Basada en el libro homónimo (y homosexual) de Pablo Pérez, que a modo de diario recoge las vivencias del autor, Un año sin amor avanza con una mesura y un ritmo cauteloso, propios de una primera película, pero con una firmeza que disminuye los excesos de una voz en off y un desparejo empleo del tiempo. Bernerí elige describir con detalle los pormenores en la vida del protagonista hasta establecer una conexión con el espectador, y a partir de ahí comienza a desarrollarse la narración. Así como la práctica sadomasoquista desplaza la acción sexual de los órganos genitales al cuerpo entero, también Un año sin amor descentraliza las historias de amor del cine argentino (heterosexuales, románticas) con una que no necesita cumplir con ninguno de esos requisitos.